La nueva heladería de San Rafael, en La Habana, parece muy moderna por fuera y sin duda lo es, pero el servicio no hace honor a la imagen: más de la misma desidia, irresponsabilidad y, tal vez, de la corrupción que abunda en los establecimientos estatales en Cuba.
Inaugurada para los festejos por los 500 años de la capital, no ha pasado mucho tiempo y ya molesta a los clientes por las arbitrariedades de su personal y la escasez de helado. Hace pocos días lo comprobó Idel Hernández Méndez, quien invitó a su hermano allí imaginando que pasarían una tarde familiar.
“Llegamos a las 2:56 de la tarde, dispuestos a hacer la cola, la cual no estaba tan aglomerada. Después de esperar un tiempo prolongado estando la cremería casi completamente vacía, deciden dejar pasar. Y para mala suerte no pudimos entrar en ese momento. Tuvimos que volver a esperar otro largo tiempo más. Y salió el portero, ordenando a los últimos que estaban en la cola que no dieran más el último”.
“Alrededor de las 4:20 vuelve a salir el compañero para informar que el helado se había agotado, y quedaron todos los de la cola con la indignación y la molestia de una noticia después de haber esperado tanto tiempo. En esa cola había niños, ancianos y hasta una embarazada”.
“Esta misma situación me sucedió el domingo anterior: No eran las cinco de la tarde y ya el helado se había acabado. ¿Cómo es posible que una unidad gastronómica remodelada e inaugurada recientemente con el objetivo de brindar un servicio de calidad, con un horario hasta las diez de la noche, no cumpla con lo establecido?”.
El breve relato que publicó el periódico Juventud Rebelde no asombra a quienes ya tuvieron que sufrir el cierre temporal de la cremería Coppelia y que también han visto cómo se destiñen y deterioran las iniciativas del gobierno, ya sea por falta de abastecimiento , de control o de sentido de la profesionalidad.
“¿Acaso no hacen un cálculo del helado que tienen en las neveras con la cantidad de público que se encuentra? Estas cosas lo único que traen son molestia e indignación”, concluye con razón Idel, aunque es probable que mucho de ese helado haya tomado otro camino: el mercado negro, como sabe cualquier cubano de a pie.