Cuba y su eterna espera de la abundancia revolucionaria

Un video de los años iniciales de la Revolución expone cómo siempre bajo el actual régimen la economía se ha llevado a futuro, con promesas y compromisos que no se cumplen y terminan ridiculizando la política, así como la existencia misma
Eterna espera de la abundancia revolucionaria
 

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La evidencia histórica, afortunadamente parte de ella recogida en claros testimonios gráficos, lo demuestra sin margen a la duda: los peores enemigos de la Cuba socialista y su pretendido Gobierno Revolucionario son su oratoria cargada de promesas y compromisos que no se cumplen, y las acciones de los dirigentes dizque cuadros partidistas, a la postre más burgueses y gustosos de los placeres capitalistas que aquellos a los que tanto se esforzaron por sacar del poder.

Como una prueba más de ello, este fin de semana un video ha venido a hacernos recordar -no para volver a vivir, sino más bien para reír en el plan tragicómico al que siempre acudimos los cubanos- cómo desde los años iniciales de la Revolución se nos ha prometido una abundancia que nunca llega.

Ha sido una espera eterna, acompañada de un compromiso ciudadano -a veces más auténtico, a veces más forzado-, que nunca ha sido gratificado tal cual merece. La prometida abundancia revolucionaria no ha llegado y sabemos que nunca lo hará.

“Ahora sí que sí, porque nos estamos ordenando”, podrán decir algunos de los pocos entusiastas que quedan, al calor de las medidas de la publicitada “Tarea Ordenamiento”. Sin embargo, las escenas recogidas en el citado video invitan a hablar de otra muerte o fracaso anunciado y no a pensar en clave optimista.

“El comandante Fidel Castro leyó las conclusiones que resolverán el abastecimiento pleno de carne de aves antes de fines de año para la capital y en febrero del año entrante en todos los mercados nacionales”, se escucha justo al inicio del material, mientras se ve al extinto dictador haciendo despliegue de sus dotes oratorias.

 

“A partir de enero del 62 el abastecimiento de viandas superará todas las necesidades del mercado. En junio del propio año la producción de pesca alcanzará las necesidades del consumo y en enero del 63 se dará solución definitiva al problema de las grasas”, prosigue el exaltado locutor del momento, fiel creyente al parecer de que todo lo que prometía el gobierno se cumpliría.

De hecho, así lo patentó: “No es una promesa, es un compromiso del Gobierno Revolucionario con la Patria, en la seguridad de cumplir las metas de producción trazadas en las fechas señaladas”.

Ahora mismo da igual si se cumplió al menos por un día lo prometido respecto a carne de aves, viandas y grasas en 1962 y 1963. Lo que sabemos es que en 2020 y en todos los años precedentes de los que las generaciones más jóvenes tienen memoria la abundancia revolucionaria no llegó en esos ni en ningún otro rubro.

Asimismo, tampoco llegó para Cuba la condición de potencia que prometió Fidel respecto a la exportación de ‘oro rojo’ (carne) y huevos. Más bien, la isla es una potencia necesitando esos alimentos e importándolos, así como persiguiendo a aquellos que se atrevan a comprarlos y consumirlos fuera de los desabastecidos canales oficiales.

Por si fuera poco y aún no confían en cuánto el video puede amenizar su tarde de domingo, sepan que hay escenas en las que Fidel diserta sobre economía y genética vacuna, al tiempo que celebra que las gallinas hayan roto las metas productivas. 

Es toda una ridiculización de la política, sólo superada por los malabares oratorios que el fallecido líder hacía para restar importancia a las muestras de inconformidad popular o descontento, acudiendo al choteo y a las aseveraciones de que se estaban ganando batallas contra el subdesarrollo y el imperialismo.

Son imágenes cuya antigüedad queda explicitada sólo en el blanco y negro y la juventud de Fidel Castro. Por lo en ellas expuesto bien podrían ser registros gráficos de la Cuba actual, esa en la que las producciones y el abastecimiento se siguen exponiendo a futuro, más ahora luego de que se va a supuestamente ordenar lo que se supone no se cuestione cómo, por quién y por qué fue desordenado.

 

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