La triste realidad de los cubanos es salir de una crisis para entrar en otra, de un estrés para comenzar con otra preocupación. Eso lo sabe bien Ernesto Rigñack, un cubano como otro cualquiera, que le ha dedicado algo así como una prosa rimada a los problemas cotidianos.
“Sin agua por la mañana, es mi triste realidad. Veinte días esperando y nadie me dice nada. Esperare aquí sentado a que del cielo me caiga. Pronto llegara Laura y en la cazuela no hay nada”, así comienza su arremetida.
“Bajo un tremendo ciclón, me voy a comprar el pan. Después de tanto esperar supe que no alcanzaría, pues era muy poco pan para la gente que había”.
“Cuando regrese después bajo el agua que caía. Llegue a mi casa mojado y con la java vacía. Valla sorpresa la mía cuando abrí la puerta y vi, que ya corriente no había. Lo primero que pensé, ahora si estoy jodido. Sin agua, pan ni corriente que voy hacer con mi vida. Sin agua viene la sarna, sin pan que voy a comer, cuando pongan la corriente, muerto de hambre estaré”.
No será un gran rimador, pero más de un cubano se verá representado en las palabras de este “poeta”.
Laura ha traído lluvias, vientos y cortes eléctricos, pero la escasez de comida es asunto endémico del castrismo. Escasean los bienes básicos y los cubanos tienen que arreglárselas como pueden para comer.
En los últimos meses la crisis alimentaria en Cuba se ha visto agudizada, sobre todo después de que en marzo último fueran detectados los primeros casos de positivos a la COVID-19.
Desde entonces muchos han sido los proyectos y soluciones que han propuesto las autoridades e instituciones del régimen buscando atenuar la crisis, pero sin resultados.
El 26 de junio el diario estatal Sierra Maestra, perteneciente a la provincia de Santiago de Cuba, publicó un artículo donde explica, pero sin ahondar mucho en el tema, que como parte de las estrategias para tratar de mitigar la crisis alimentaria el régimen intenta recuperar el proyecto Granja de Ceba de Pollos Vega Honda I, ubicada en el municipio santiaguero de Palma Soriano.