*Por Darcy Borrero Batista
A usted, que no está especializado en los temas sobre los que discute, le puede fallar el corazón y… ¿quién le va a dar otro? ¿A usted lo han diagnosticado? ¿No? Pues lo voy a diagnosticar yo misma: usted —también— es una ciberclaria. Y si va a pelear conmigo, al menos muéstreme su pecho. ¿Usted hace ejercicios, va al gimnasio, está bueno? ¿Usted se quiere? ¿Usted puede dar la cara? ¿Usted necesita cariño? ¿Usted vale la pena o es simplemente ese sexo sin orgasmo, un training para mantener la forma, un tarro indeseado?
Ahora cuando vas a escribir, lo piensas como un tarro. A escondidas te preparas para el acto, avisas a una amiga lo que tiene que decir si tu novio la llama y corres a los brazos del amante. Te llevas la laptop todo lo lejos que puedas para sentarte a matar la jugada. Ahora escribir es robarle tiempo a la pandemia e irte con los labios pintados y una tanga a teclear, quizás, en una tipografía que nunca más vuelvas a usar.
Pero ahora escribir no es un tarro placentero. Es más un tarro que no implica dar ni recibir placer de ese amante gastado. Termina siendo un sexo sin orgasmo, un training para mantener la forma aunque sepas que del otro lado difícilmente haya un espectador real. ¿Qué se siente hacer el porno que nadie consume? Nada. ¿Estarás deprimida? Esta pandemia deja demasiado tiempo para pensar y eso no te gusta porque empiezas a ver toda la mierda que aparece en las redes sociales.
A veces te dan deseos de cerrar la cuenta, olvidarte de esos miles de amigos que hacen bulto, que solo están para llenar la foto pero ni pintan ni dan color. Los extras que tuviste que buscar para completar tu película. Pero te siguen llegando solicitudes de amistad a montones, y sigues aceptando a muchos. A veces no ves el separador entre paneles y terminas añadiendo a alguien por error, por pensar que te había pedido amistad cuando solo era una sugerencia de Facebook.
Entonces no cierras la cuenta si no es estrictamente necesario, no la cierras por vagancia. O porque en el fondo eres una chismosa más que quiere saber de trendings tanto como meterse en debates para satisfacer su espíritu justiciero. Es así que aparecen los trolls —preferimos llamarlos ciberclarias— para hacerte saber que también están ahí y no se dejan “meter tupe”. Fue lo que te dijo una de ellas en un debate intrascendente sobre lo mucho que las clarias meten la cabeza en cualquier tema, sepan o no, porque si algo es una claria es un sabelotodo-profeta-doctorado-en-cuanta-materia-exista-y-también-en-lo-que-no-sea-materia. Las clarias también le meten a la metafísica. Por eso es muy difícil lidiar con una claria: desde el inicio es una batalla desigual en la que ella sabe todo y tú nada.
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Ilustración: Wimar Verdecia