Trabajadores privados alivian la precariedad de las personas más vulnerables en su comunidad

Dos trabajadores privados han tendido la mano en su localidad a los más vulnerables, especialmente a los adultos mayores, el grupo etario que más riesgo corre ante un posible contagio de COVID-19.
Cuentapropistas apoyan a ancianos en Boyeros
 

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Este 1 de mayo el periódico estatal Tribuna de La Habana se hizo eco de una iniciativa ciudadana que busca aliviar las necesidades de los más desposeídos en residencial Aldabó, en el municipio Boyeros de la capital cubana.

De lo que se trata es de que el joven Yoel Medina Bencomo y a su hermano Pablo le han tendido la mano en su localidad a los más vulnerables entre los adultos mayores, el grupo etario que más riesgo corre ante un posible contagio de COVID-19.

Ambos jóvenes manejan el pequeño agromercado que se encuentra en Calzada de Aldabó y calle 13, y ante la actual situación epidemiológica que atraviesa el país han decidido compartir el fruto de su trabajo con esa parte de la comunidad más necesitada.

Luego de un recorrido por la zona descubrieron 122 ancianos que viven sin compañía. Sin embargo, el número de bolsa siempre supera esa cifra para asistir a otros necesitados que puedan aparecer.

Los hermanos Medina convocaron a estos ancianos a acudir al "quiosco" todos los sábados a media mañana, para recoger libre de costo, una bolsa con productos de los mismos que están a la venta, entre seis y diez libras, que por lo general incluyen malanga, boniato, yuca, ají, calabaza, cebolla y alguna que otra cabeza de ajo.

"Se hace lo que se puede, pero lo que sí no se puede es permanecer de brazos cruzados, cuando la cooperación y el amor pueden marcar la diferencia entre la incertidumbre y la esperanza, el ser o no ser, la salud y la vida frente a tan peligrosa enfermedad e incluso la muerte".

Así piensa el cuentapropista Yoel Medina, quien agrega que "el asunto radica en tomar conciencia de que corren tiempos difíciles, en los cuales ayudar es tan importante como cuidarse. Hoy puede que vaya por mí, pero mañana, tal vez, habrá de tocarme. ¡¿Quién sabe?!  Apoyarnos los unos a los otros, de eso se trata".

Como parte de la iniciativa tuvieron en cuenta que hay ancianos que por una u otra razón no pueden caminar hasta el agromercado, a estos un grupo de voluntarios se encarga de llevarles el módulo a sus propios hogares.

"Nosotros no inventamos la solidaridad, pero sabemos que un mundo mejor no es posible sin ella. Ante el encierro obligatorio y el crecimiento de la demanda, es a ellos (ancianos vulnerables) a quienes más difícil se le hacen las cosas, y por eso son a quienes más debemos ayudar", aclara Yoel.

La iniciativa ya va para su cuarta semana, y en este tiempo los jóvenes se han ganado el amor y el beneplácito no solo de los abuelos beneficiados, sino también de vecinos y clientes.

 

"Uno saca sus cuentas, en tanto es menester afrontar los costos y proteger nuestra única fuente de ingreso, pero el mundo no se acaba por cuatro pesetas menos. De qué valdría tener los bolsillos llenos y el alma vacía".

El Tribuna de La Habana señala en su artículo que a quienes se preguntan si el 'gesto altruista' no buscará en realidad un efecto propagandístico, o si el regalo a los abuelos en realidad corre a cuenta de otros clientes, Yoel responde:

"La caridad, tal vez, admita esas trampas, la solidaridad (sincera), no. Yo convoqué a los ancianos, a nadie más, aunque no me molesta la presencia de nadie. Desde hace mucho tiempo contribuimos, sistemáticamente, con aportes de viandas y vegetales, con la Casa de Abuelos y el Hogar Materno, cercanos, sin fanfarrias ni estridencias".

 

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