El terrorista etarra Iñaki Rodríguez Muñoa, conocido como Zippo, regresó a su natal País Vasco después de haberse refugiado en Cuba en 1987, informó el diario La Razón.
Según el reporte de ese medio, también volvieron al país los etarras Emilio Martínez de Marigorta y Félix Manzanos Martínez, quienes se encontraban en Cabo Verde.
Al parecer, ninguno de los tres terroristas tuvo problemas judiciales tras haber prescrito sus crímenes en España.
Rodríguez Muñoa fue detenido en Francia en 1985 y deportado a Cabo Verde en 1986. Un año después, se trasladó a la Isla.
En 1983, Muñoa había estado relacionado con el secuestro y asesinato del capitán de Farmacia Alberto Martín Barrios, quien salía de su vivienda rumbo a su puesto de trabajo en el Gobierno militar de Bilbao, agrega la nota.
El sitio Mapa del terror indica que seis días después del secuestro, la organización armada se atribuyó la autoría del asesinato de Martín Barrios y exigió la suspensión del juicio contra los miembros de la banda detenidos por el asalto al cuartel catalán de Berga en 1981.
Hasta el momento, el crimen continúa impune, añade el reporte.
El régimen de La Habana no se ha pronunciado sobre la salida de Iñaki Rodríguez Muñoa.
Al respecto, el senador cubanoamericano Marco Rubio comentó en Twitter que "el régimen de Cuba siempre ha sido refugio para terroristas internacionales, desde criminales como ETA de España, las FARC y el ELN de Colombia, la dictadura les ha dado la bienvenida a la isla".
"Todo esto mientras aniquilan salvajemente y destierran a su propio pueblo", agregó Rubio.
Exerat, una asociación de familiares de detenidos por pertenecer a ETA, declaró a La Razón que “desde el inicio de las deportaciones políticas, a finales de la década de los 80, un total de 70 ciudadanos y ciudadanas vascas han sufrido este castigo, y de ellos, un total de 12 han fallecido hasta el momento lejos de Euskal Herria”.
Según un reporte de Radio Televisión Martí de 2018, la primera llegada documentada de miembros de ETA a Cuba fue en mayo de 1984, cuando arribaron desde Panamá José Antonio Mugica Arregui, José María Larretxchea Goñi, José Miguel Arrugaeta, José Ansola Larrañaga, Jesús Abrisketa, Carlos Ibarruren, y un séptimo cuya identidad se desconoce.
En 2002, un portavoz diplomático del régimen cubano reconoció la presencia de al menos una docena de etarras en el país, alegando que su presencia no se debía a que "el gobierno cubano les albergue, sino por una solicitud que fue cursada por el Gobierno español en los años ochenta".