Junto al incremento de contagios y muertes por el COVID-19, también proliferan las tensiones en los hogares cubanos. La obligación de racionar las comidas y el agotamiento de alternativas para minimizar el hastío de la convivencia causan estragos entre las familias habaneras, mientras se recrudecen las medidas de aislamiento social.
“Las discusiones intrafamiliares abundan en mi barrio, generalmente por el tema de la alimentación, pues las madres están obligadas a racionar los alimentos por la incertidumbre de no saber cuándo acabará la cuarentena”, advirtió Xiomara Fernández, psicóloga de profesión.
“Los adolescentes por lo general siempre tienen apetito, un comportamiento asociado a la edad y que se agudiza ante la ansiedad que provoca el aburrimiento. La cuarentena limita sus opciones de expandir las actividades en su tiempo libre y de liberar las energías. Un adolescente, en medio de las obvias restricciones por la cuarentena, es casi una bomba de tiempo”.
La convivencia, para la familia cubana, nunca antes había sido puesta a prueba como en estos tiempos de cuarentena provocada por el avance del COVID-19. Las actuales generaciones “no tienen el entrenamiento de aquellos que sí vivimos el Período Especial de los 90”, coincidió María Esther Guzmán, madre de dos adolescentes.
“Me he vuelto custodio del refrigerador de la casa. Las discusiones son diarias en mi casa, y cada vez se tornan más ásperas. Mis hijos no entienden la obligación del racionamiento de las comidas, ni el riesgo que corro casi viviendo de tienda en tienda para buscar los alimentos que solo alcanzan, a lo sumo, para dos días”, señaló Guzmán, maestra de enseñanza primaria, que además tiene a su cargo a su padre, un anciano de 79 años de edad.
A criterio de Guzmán, el régimen cubano ha incumplido su promesa de “acercar el abastecimiento de alimentos a las comunidades” a raíz de la suspensión del transporte público como medida para contener la propagación de la epidemia.
“La población está esperando por esos ‘acercamientos’, porque la realidad es que la eliminación del transporte no ha surtido efecto, pues la gente sigue aglomerada en largas colas para conseguir la comida diaria, un hecho que viola de por sí la distancia social que se requiere para minimizar los contagios”, objetó Guzmán.
El hogar de Ernesto Santiesteban es casi “un volcán en erupción” y las discusiones, “a voz alzada”, son frecuentes. Antes de la cuarentena “no recuerdo discusiones de este tipo en la casa”.
“Medianamente apacible es la descripción que me viene a la mente sobre la convivencia con mi familia. Quizás nunca habíamos convivido todo el santo día, pues mi esposa trabaja, mis tres hijos estudian y mi madre, aun con sus 80 años, tiene energías para irse con par de viejas amigas de ella a andar La Habana”, reconoció Santiesteban, aunque afirmó que las tensiones en su hogar no son tanto por el racionamiento de las comidas, sino “por el estrés de mirarnos las caras todo el día sin nada más que hacer”.
Parchís, dominó, monopolio, cubilete, videojuegos. La familia de Alejandra Ramírez ha pasado por todas estas actividades lúdicas para paliar el aburrimiento y evitar las discusiones familiares, “cuyo detonante es el encierro obligado por la cuarentena”.
“La imaginación y la comida se agotan, no dan para tanta cuarentena. Incluso en mi círculo de amistades hemos coincidido en que resulta más conveniente arriesgarse a contagiarse en una cola, comprando alimentos para una semana, que ver cómo nos laceramos unos a otros en las discusiones diarias. Y encima, el Gobierno nos culpa totalmente por tener que salir, casi a diario, en busca de algo con que llenar la despensa”, lamentó Ramírez, en referencia directa a un artículo publicado por la prensa estatal.
Con una galería de fotos incluida, el diario oficialista Granma ‒órgano oficial del Partido Comunista‒ responsabilizó y culpó a la población de aglomerarse en las colas para conseguir alimentos.
“Los incumplidores e irresponsables no sólo se exponen en lo personal, sino que contribuyen con su actuar al incumplimiento de una de las principales acciones en ese combate, el aislamiento social”, reseñó Granma, olvidando que salir a las calles e involucrarse en las colas es pura supervivencia.
“Pero el aislamiento social implica tener provisiones mínimas, para no tener que exponernos al contagio de coronavirus en las calles y en las colas. Y esa es responsabilidad del Gobierno, que ha incumplido cada promesa”, atajó Miguel Ángel García, vecino del Cerro, que aseguró que las tensiones en su familia son bastante serias, al punto de considerar “que necesitamos ayuda psicológica”.
“El fantasma del Período Especial nos acecha en cada rincón de la casa. La cocina se ha vuelto un campo de batalla y el punto más vigilado. Racionar los alimentos es evitar estar en las calles y en las colas. Todos lo entienden, pero el hambre es más fuerte que el raciocinio”, añadió Fernanda, su esposa, a punto del llanto.
“Lo peor es que los ahorros se agotaron. Puede parecer dramático, pero si el coronavirus no cede, las peleas dentro de las familias se extenderán a los vecinos, y cada barrio será protagonista de batallas campales”, concluyó García.