Roban busto de Camilo Cienfuegos en parque de Jaimanitas

Denuncian pobladores de la localidad habanera de Jaimanitas que un busto del comandante Camilo Cienfuegos fue robado del lugar donde se hallaba en el fondo de un parque
Roban busto de Camilo Cienfuegos en parque de Jaimanitas. Foto: Cortesía del autor.
 

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Un busto del comandante Camilo Cienfuegos que estaba situado en un parque de de Jaimanitas, en La Habana, fue robado del lugar donde se hallaba ubicado, coronando un pedestal de piedra, según denuncian pobladores de la localidad.

Emilia Frías, residente en Jaimanita, recuerda la presencia de Camilo en el pueblo y cómo en los años ochenta un grupo de vecinos para honrarlo, construyeron un parque en un terreno baldío y colocaron un busto.

El parque fue iniciativa de los vecinos, porque a Camilo lo tenían olvidado. El Estado no lo incluyó en el mantenimiento de parques y siempre estaba enyerbado y sucio, y decidimos pagarle a un jardinero para que lo cuidara, pero hace poco se robaron el busto. Eso fue algo muy feo. Han decapitado a Camilo por segunda vez. La primera cuando se perdió en el mar y ahora en el parquecito”, lamentó Frías.

La ascendencia de Camilo en este pueblo del noroeste de la capital cubana es desconocida, nunca se ha hablado de ello, proviene de los primeros meses de la revolución castrista, cuando el guerrillero escogió Jaimanitas como su residencia junto a sus padres y allí vivió hasta su “desaparición” en el mar el 28 de octubre de 1959.

“Esos pocos meses bastaron para que su presencia calara en el pueblo y sintiéramos su muerte doblemente. Aún quedamos gente de lo recuerda”, dice Elsa, de 89 años, hermana de un chofer de Camilo.

“Yo tenía 25 años cuando vine a vivir a La Habana en febrero del '59 con mi mamá, a ayudar a mi hermano en la casa que le habían dado cerca de Camilo. Recuerdo  que nos invitó a almorzar una vez y le sacaba una gracia a cualquier cosa. Durante la comida y en la hora que estuvimos compartiendo en la terraza demostró ser un hombre sencillo, sin ambiciones”.  

Elsa nunca ha aceptado la muerte de Camilo como un “accidente”. Tampoco su padre. Ni los escoltas. Ella reconoce que el rumor que Camilo fue eliminado por la jefatura revolucionaria, a raíz de su inconformidad con el rumbo que tomaban las cosas, pudiera ser cierto.  

“Mi papá, que en paz descanse, decía que cuando el río suena… fue extraño que al desaparecer Camilo desintegraron su columna. Por suerte no perdimos la casa, que está situada en la cuadra que escogieron para la dirección de seguridad personal. A mi papá lo licenciaron en el '61. Se dedicó a mecaniquear automóviles en Jaimanitas y armó un taller. Murió en el '75”.

Uno de los escoltas de Camilo sigue vivo. Reside junto a Elsa. Está ciego. Se sienta por las tardes en el jardín, acompañado de un perro. Luis recuerda a Camilo Cienfuegos, su jefe.

“Hombre a toda, sin miedo. Le decía a cualquiera la verdad en la cara. Con el paso del tiempo llegué a la conclusión que nunca debió montarse en esa avioneta… nunca debió enrolarse en esta aventura… era demasiado bueno para durar”.

 

Luis conoció a Camilo en Tres Pasos, un rincón perdido de la Sierra Maestra. Se enorgullece de haber sido su escolta.  

“Cuando nos instalamos aquí en Jaimanita, en abril del '59, me dijo: guajiro, te voy a enseñar La Habana. ¡Imagínate! Un guajiro de Tres Pasos metido en el Vedado. Una noche caminamos por el malecón, un largo tramo, y era él quien me cuidaba. Me contó su juventud andando por los barrios y las veces que hizo el trayecto de la Punta a la Chorrera, y cómo le gustaban los fines de semana irse a nadar a La Concha, al Náutico, o a Jaimanitas. De niño soñaba con vivir aquí”.

Otras personas en Jaimanitas recuerdan al llamado "Héroe de Yaguajay" con emoción, como Mirta, habanera de pura cepa, que a sus 93 años todavía permanece bastante activa. Esta anciana afirma que quedó enamorada de Camilo desde que lo vio.  

“Camilo solo me miraba, y se reía. En aquellos meses nos sentimos encantados de tenerlo de vecino y no era que andaba por el pueblo todo el tiempo, porque era un hombre muy ocupado, pero cuando entraba y salía de su casa saludaba a la gente y conversaba, y aunque muchos éramos de familia de batistianos nos trataba igual. Eso decía mucho de él”.

 

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