¿Responderá con el silencio el papa Francisco a Descemer?

Desde que el argentino Jorge Bergoglio llegó al Vaticano ha intentado mantener una imagen de centro, pero sus declaraciones revelan que mira a la izquierda para buscar referentes.
Descemer pidió a Francisco que tome partido por la libertad de Cuba
 

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Descemer Bueno que desde hace unos meses viene intentando modificar su postura complaciente hacia el régimen cubano, envió un mensaje al Papa Francisco a través del padre Eloy Medina de Nicaragua, para que interceda por la “libertad de Cuba” y “se ponga del lado de la verdad”, pero hay razones para pensar que al sumo pontífice no le interesan estas denuncias.

Desde que el argentino Jorge Bergoglio llegó al Vaticano ha intentado mantener una imagen de centro, pero sus declaraciones revelan que mira a la izquierda para buscar referentes. ¿Será que le gusta esta corriente ideológica o alguien en su círculo cercano le da esos “buenos consejos”? Nadie puede saberlo con certeza; sus declaraciones, en cambio, no dejan lugar a dudas.

Su última encíclica, Hermanos todos, de ayer 4 de octubre, arremete contra el “neoliberalismo” —ese pelele que según la izquierda tiene la culpa de todo lo malo—, la “globalización despiadada” y la “tiranía de la propiedad privada”. De paso, hace un guiño a los “bienes comunes”.

“El mercado solo no resuelve todo, aunque otra vez nos quieran hacer creer este dogma de fe neoliberal. Se trata de un pensamiento pobre, repetitivo, que propone siempre las mismas recetas frente a cualquier desafío que se presente”, apuntó.

Para el santo padre, el dinero es malo y la economía de mercado es un sistema que genera exclusión, pobreza y miseria. Tiene razón: nada más hay que ver la 'pobreza' de Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Japón, y la 'riqueza' que desborda a Cuba, Corea del Norte y muchos países africanos… Continuemos.

“Un alto funcionario del Vaticano dice que los estadounidenses malinterpretan la agenda social del Papa”, escribió Crux, un sitio web que cubre la Iglesia Católica, en mayo de 2019. “Llamar comunista al Papa Francisco es completamente incorrecto, según uno de sus principales asesores”, explica el artículo de Crux. Pero Bergoglio se mantiene en sus trece y ataca constantemente el “individualismo exacerbado” de las sociedades occidentales. Constantemente pide que el mundo cambie el individualismo… ¿acaso por alguna forma de colectivismo?

De ser así, ¿qué entiende el Papa por colectivismo? A lo mejor en su cabeza está la idea del jardín del Edén, una especie de gran cooperativa sin obreros ni burgueses en la que todos serían dueños de todo y reinaría la paz. Sin duda, es una idea muy bien intencionada, pero probablemente no lleve a ningún lado, a no ser los errores —y horrores— del despotismo.

Como ya señalara Karl Popper en un famoso libro en defensa de la libertad, La sociedad abierta y sus enemigos, desde los orígenes de la civilización occidental hubo amantes de la utopía colectivista cuyos sueños nunca terminaron bien, al menos, para quienes cargaron con las consecuencias de esas fantasías. No por gusto dice el dicho: “de buenas intenciones está empedrado el camino al infierno”.

Más allá de convalidar un modelo equivocado, el papa Francisco ha demostrado muy poco interés a la hora de referirse a las víctimas del socialismo en la región, sobre todo ante el desastre y la opresión de los pueblos de Cuba y Venezuela.


¿Imagen distorsionada o silencio cómplice?

En efecto, ya va siendo hora de que el santo padre “ponga los puntos sobre las íes”, como dice el refrán, al hablar de las dictaduras que asolan este mundo. A finales de septiembre, en su visita al Vaticano el secretario de Estado Mike Pompeo extendió una invitación al Papa para condenar juntos las violaciones contra la libertad religiosa en China y otras dictaduras.

¿Cuál fue la respuesta del sucesor de Pedro? Silencio. Justo en ese momento el Vaticano estaba enfrascado en una negociación que aún no llega a buen puerto, para conseguir de los mandarines comunistas la nominación de sus obispos en el Celeste Imperio. Desde la real-política, se entiende entonces por qué el Papa calló.

Cada vez que alguien pide su mediación para resolver problemas en estas naciones, Bergoglio encuentra una evasiva, un pretexto. Dice Francisco que en silencio “aprendemos a contemplar la obra de Dios”; esperemos que no se refiera a la hambruna y la represión que sufren los venezolanos.

Recordemos que el difunto Hugo Chávez siempre mostraba gran veneración por el santo padre de turno y que su sucesor, el infame Nicolás Maduro, no se queda atrás. Ya pidió en varias ocasiones que la Santa Sede mediara en el conflicto con la oposición venezolana, a lo que la Santa Sede accedió, aunque luego las negociaciones no llegaron a buen puerto, como reconoció el diario italiano Corriere della Sera.

Es decir, cuando quiere, Bergoglio accede. ¿Por qué no apoya a quienes piden condenas más enérgicas contra La Habana o Caracas?

Países como Alemania, Estados Unidos, Brasil y Colombia, y líderes como el secretario general de la OEA, Luis Almagro, pidieron acciones contundentes contra la tiranía. Lo mismo hizo Juan Guaidó, presidente interino de Venezuela; sin embargo, el Papa ensordece al mundo con su silencio.

Hay más de un punto en común entre la retórica de Bergoglio y la de estos regímenes: críticas al individualismo, la propiedad privada, la economía de mercado, la globalización, se pueden encontrar en los discursos de Chávez, Maduro, Fidel Castro, y los intelectuales afines al Foro de Sao Paulo.

Cuando en junio el pontífice pronunció uno de sus discursos en este sentido, rápidamente los medios de prensa oficialistas de La Habana salieron elogiarlo. Les gustó en especial su ataque al “individualismo” y ese estilo sensiblero de “siempre estoy con los pobres” tan propio de las dos iglesias, la católica y la comunista.

De seguro el padre Eloy y Descemer Bueno tienen muchas esperanzas y saben lo importante que es sumar figuras reconocidas a la causa de la democracia en Cuba. Pero tal vez esta empresa ya esté condenada de antemano.

 

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