Taydy Martin denunció en redes sociales el maltrato de que fue objeto en la tienda La Puntilla, de la ciudad de La Habana. Le cobraron más de una vez y nunca le dieron la mercancía que había comprado.
“Después de tres horas de cola”, cuenta esta cubana, pudo entrar al establecimiento y seleccionar los productos que necesitaba. Pero tuvo tan mala suerte que se fue la conexión y hubo problemas con su tarjeta.
La pasaron unas cinco veces por la ranura de cobro, cinco veces que, como supo después, le cobraron en el importe. Al final, como en la pantalla apareció el cartel “compra denegada”, no le dieron sus productos, “porque ese trámite es directamente con el banco”.
Insultada, llamó a la policía y al gerente de la tienda. Le dijeron que tomarían medidas con la cajera, pero se fue a casa sin el dinero, la mercancía y, lo que es peor, sin la seguridad de que atenderán su reclamo y el banco le devolverá el monto gastado.
“Les hago saber todo esto para que no les pase lo mismo y estén alertas ante estas injusticias que se están cometiendo y más que nada son debido a falta de organización en los procedimientos. Porque eran ellos los que deberían comunicarse directamente con el banco y tener otro mecanismo”, aclaró Martin.
Muchos cubanos han denunciado los malos tratos y la ineficiencia en las tiendas en MLC, que se suma al solo hecho de su existencia, pues no todos reciben remesas del extranjero para abrir una cuenta en el banco y poder comprar en ellas. A la injusticia de que unos puedan comprar y otros no en esas tiendas, también hay que sumar un trato a todas luces nada profesional.
Al respecto, la conclusión de un periodista cubano, luego de recorrer La Habana observando las nuevas tiendas abiertas por el régimen para obtener dólares, es que “hoy hay más desigualdad entre los cubanos”.
El reportero Alberto Cabrera Toppin, anduvo por varias tiendas MLC (moneda libremente convertible) y contó en Facebook lo que vio allí, y lo que le dijeron varios compatriotas en las colas.
En el establecimiento ubicado en la esquina de Boyeros y Camagüey, el parqueo estaba lleno, este lunes, el día de la inauguración. También los estantes, abarrotados de productos, a diferencia de lo que ocurre en los comercios que no son en dólares.
“La cola termina al doblar (a unos 300 metros o más de la entrada de la tienda). Conté 17 policías, incluidos un teniente coronel y un mayor”. La expectativa allí era porque “dijeron que [venderían] picadillo de res, carne de res y queso gouda”.
El periodista aconsejó que “si haces fotos, lo mejor es alejarte, para que no te cruces con un policía y este comience a cuestionarte. Aunque realmente no hay nada que cuestionar. Se está en un lugar público, tirando fotos, no poniendo bombas”.
También se acercó a la tienda que está en las calles Línea y 12. “Cuando guardas el teléfono y haces la cola muy tranquilamente, te puedes llevar por sorpresa que dos policías se pongan a hablar contigo (un capitán incluido). Y que ellos, en tono de jarana, digan que ahora la cosa [para comprar] es en balas trazadoras [dinero fuerte], y tú los rectifiques diciendo que no, que es en misiles”.
