Insólito: Multada con 2000 pesos por apartarse de la cola para huir del coronavirus

La filóloga y editora Camila Cabrera, por no estar cerca de una tumultuosa cola para comprar alimentos, se apartó a un parque cercano, con tan mala suerte que le impusieron una multa de 2000 mil pesos cubanos, aunque usaba bien la mascarilla y no tenía nadie cerca
Camila Cabrera y su multa. Fotomontaje: ADN Cuba
 

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De esta manera los cubanos deben sobrevivir y hacer lo que en cualquier país es básico, normal: bajo un régimen arbitrario como que decreta restricciones a placer y discreción de cualquier dirigente, disposiciones que luego deben hacer cumplir un ejército de inspectores, policías y funcionarios en su mayoría mediocres o corruptos. Toda gestión sencilla puede convertirse en una pesadilla.

Así ocurrió con la filóloga y editora Camila Cabrera quien, por no estar cerca de una tumultuosa cola para comprar alimentos, se apartó a un parque cercano, con tan mala suerte que le impusieron una multa de 2000 mil pesos cubanos. Según la inspectora, esa era uno de los sitios prohibidos por el reciente Decreto 14: “áreas culturales, deportivas, de estar, parques…”

Sin embargo, la joven tenía su mascarilla puesta correctamente, la persona más cercana estaba sobradamente lejos. Pero Camila se encontraba en el lugar y el momento equivocado. Por eso apelará la medida impuesta y tratará de no pagar la sanción.

En Facebook explicó que la arbitrariedad ocurrió este martes 22 de septiembre, cuando se encontraba sentada en la glorieta del parque Coyula, en el municipio Playa (La Habana). Camila Cabrera “esperaba la salida del pan de venta liberada (…) y, a la vez, la oportunidad de comprar en la cola de los sin turno en el bodegón (…) Al momento de llegar la inspectora, yo adelantaba trabajo con mi laptop”.

Cabrera denunció que ha sido “víctima de un proceso arbitrario de imposición de la ley, a través del cual debo asumir la responsabilidad de haber atentado contra la higiene comunal”. Cree que el régimen durante septiembre ha tenido más “interés por aleccionar drásticamente”, que “la propia necesidad de preservar la salud del pueblo”.

Según le dijeron, le impusieron la multa porque, “estando en ese lugar, podía yo ser infectada con el virus, o infectar a otros ciudadanos”.

Según la funcionaria, debía esperar su turno en un sitio más próximo a cualquiera de los establecimientos, incluso aunque justo fuera ahí donde se acumularan decenas de personas.

“Mi proceder y mi estancia en el parque justamente evitaban la propagación de la epidemia”, asegura la joven.

“Es contradictorio que una autoridad sanitaria, al multarme por propagar una epidemia, me inste a juntarme al molote de las colas. Insisto, si bien los parques están comprendidos entre los sitios listados en el mentado decreto, las autoridades encargadas del cumplimiento de la ley deberían evaluar en la justa medida la pertinencia de la aplicación. Sucede que, en este caso, como imagino que en muchos otros, es precisamente un parque el espacio que más garantiza que se cumplan las medidas que impedirían mejor la propagación del virus. ¿Cómo podía ser más segura mi espera en cualquiera de las colas, casi unos sobre otros, que en el parque de la acera del frente?”

“Cuando el espacio público es un territorio donde se dirimen tantas necesidades básicas, cuando un parque es el sitio establecido para la comunicación familiar, íntima, inmediata; cuando es también el portal para largas horas de espera, en la búsqueda desesperada de alimentos y aseo; cuando es el lugar estratégico para estar en varias partes a la vez, su uso no debe/no puede ser tan estrictamente regulado, ni aun en la etapa de contención de la epidemia que atraviesa la ciudad”.

 

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