Ingeniería de las colas en Cuba

Un entrevistado de Francisco Correa equipara las colas con la ingeniería. Dice que deben incorporarse en los planes de estudio o estudiarse como carrera, aunque "en cuestiones de colas los cubanos nos las sabemos todas”
 

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Igual que sucedió con el periodismo, que desde siglos inmemoriales se oficiaba por generación espontánea sin necesidad de título, y luego en el siglo XIX aparecieron las escuelas y las reglas, las colas en Cuba sufren una metamorfosis parecida y con tanto tiempo que uno pasa en ellas podrían devenir en carrera universitaria.

Así lo percibió Esteban, quien estuvo en una cola para entrar al mercado en la marina Hemingway por varias horas y al mediodía aún estaba en el proceso para la entrada.

“Algo inaudito. Llegamos a la marina a las seis de la mañana, todavía estaba oscuro. Ya había una cola de ampanga. Nos dieron tres tickets: 195, 196 y 197. A las 10 de la mañana comenzó la entrada. Tuvimos que esperar tres horas para entrar en un grupo de 10”.

“Un hombre uniformado nos pasó a otra área en el tercer canal, donde estuvimos largo rato. Era como una especie de preentrada, donde nos dividieron por edades. Más de 65 años para un lado y los más jóvenes en otro. Mi tía, que tiene 80 años y era la del dinero, se puso muy nerviosa por la separación, que al final fue algo inútil, porque cuando nos pasaron al mercado nos juntamos otra vez”.

“En la puerta del mercado había un empleado que verificaba los tickets contra el carnet de identidad y no permitía que pasara la gente. Había que decirle el pedido y darle el dinero, él se encargaba de transmitírselo a las empleadas de la tienda, que iban a los estantes y realizaban el despacho para entregarlo luego en la puerta de salida. Un largo proceso enredado y ridículo”. 

La venta estaba racionada a solo dos posibilidades de cada cosa. Y lo peor de la experiencia es que la gente hace la cola sin saber que van a sacar en la tienda, que al final es bien poco”.

Baldo Ponce, de calle Tercera en Jaimanitas, está de acuerdo en comparar las colas con la ingeniería, porque intervienen muchos procesos de conocimientos y habilidades propios del cubano y muy bien pueden incluirse en los planes de estudios. 

“Ahora, en lo concerniente a su parecido con el periodismo, debo aclarar que son dos entidades excluyentes, como dos rectas paralelas imposibles de tocarse en un punto. El periodismo y la cola se repelen en Cuba, donde por tirar una foto, tomar un video, o entrevistar a una persona que reniega en la cola por su frustración, puede llevarte a años de encierro. Un delito”.

Para Hugo, experiodista y hoy vuelto licenciado en colas y tumultos, los temas: escasez, aglomeraciones de gente buscando alimentos, grupos sin el distanciamiento requerido para evitar el COVID-19, individuos presos en caminos sin salidas expirando fracasos, angustias, esa peculiar desprotección social y el moderno esclavismo cubano del siglo XXI, de tanto contarlos son temas vueltos hoy lugares comunes. Aunque no dejó de reconocer que siempre aportan una historia.

“Para lograr que funcionen deben tener un toque de novedad, porque al final siempre es lo mismo: la desgracia ciudadana y su conformismo. Cuba lleva 60 años haciendo colas producto del socialismo, puede ser hora que se incluya la cola en los programas de la educación superior, porque en cuestiones de colas los cubanos nos las sabemos todas”.

 

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