Muchas ciudades del mundo promueven leyes que estimulan el uso de las bicicletas en pos de la salud y la regeneración ambiental. Especialistas están convencidos que, tras el control de la COVID-19, habrá un aumento exponencial en su producción a escala global, que de por sí duplica a la de automóviles desde hace algunos años.
En Cuba, ese eslabón básico del transporte es el más frágil, incluso podría compararse con un animal en peligro de extinción.
No es preciso el contexto de la crisis generada por el nuevo coronavirus y su impacto en la isla para darnos cuenta de la necesidad de ese medio de locomoción. Lo que resulta incomprensible es la necedad del gobierno para facilitarlo.
¿Se ha hecho el régimen el de la vista gorda a la hora de buscar soluciones a uno de los mayores problemas de infraestructura en nuestras ciudades, sobre todo en la capital? ¿o acaso no existe voluntad política para facilitarle la vida a los cubanos?
En 2013, el jefe de la comisión para el desarrollo de las reformas económicas, Marino Murillo, acordó un plan para recuperar el uso de la bicicleta como una alternativa a los problemas del transporte público; en él se promovía el uso de éstas para una mejor movilidad de la población,
evaluándose la venta de piezas para su mantenimiento.
Siete años después queda otro plan desecho en menudos pedazos. La existencia de las bicicletas en las calles las ratifica en la mayoría de los casos como un objeto de lujo.
Pensemos que para su uso y disfrute no es necesario ningún trámite burocrático de licencias, ni la compra de combustible, y a la hora de aparcar ocupan muy poco espacio, aunque sí el régimen estaría al menos obligado a realizar alguna inversión para recuperar las ciclovías.
El principal y único problema está en el precio irracional de estas. En la red de tiendas estatales las bicicletas tienen un costo aproximado de 150 CUC. Tomando en cuenta el salario promedio a junio de 2020 en Cuba, 29 CUC, podemos hacernos una idea. Si quieres comprarte una, olvídate de tu familia por cinco meses y podrás tenerla. Si prefieres adquirirla en plataformas particulares como Revolico o Porlalivre, tendrás ofertas más jugosas en cuanto a marcas y formas. Sin embargo, su precio estriba entre los 160 y 1200 CUC.
Entonces queda una idea clara, pedalear no es una opción, al menos para el que tiene que sobrevivir en el tumulto de un ómnibus, o caminar kilómetros para llegar a su destino bajo el sol, o para el que sin elección posible pasa horas en una riña tumultuaria a espera de comprar alimentos.
Según el académico, escritor y ambientalista alemán Wolfgang Sachs, “aquellos que quieren controlar sus propias vidas e ir más allá de una existencia como meros clientes y consumidores montan en bicicleta”.
Los cubanos no controlamos la nuestra porque no hay una bicicleta que nos justifique.