“Sin agua no se puede vivir, tampoco sin comida, añade a eso la falta de los medicamentos que necesita una persona enferma”. Elsa tiene 82 años y vive en un edificio en peligro de derrumbe en La Habana Vieja, donde el agua llega a cuentagotas y su pensión apenas le alcanza para comprar los alimentos de la libreta.
Elvira debe tomar una tableta Atenolol diariamente, una medicina que encabeza la lista de medicamentos en falta en Cuba. Su vecino del edificio, Eustaquio, también jubilado y en situación parecida a la de Elsa, debe tomar ansiolíticos y un tratamiento de por vida para el reumatismo, tampoco existen en las farmacias.
“Desde que regresé de la guerra de Angola, si no me tomo un Nitrazepán no duermo. Y no aparecen ni en los centros espirituales. La dependiente de la farmacia me dijo que me olvidara de eso, que cree que ya no lo están fabricando. Tremenda tortura”, cuenta el señor.
La crisis económica y social se acentúa en Cuba, y la medicina no escapa.
Según la prensa oficial cubana, al cierre de junio faltaban 47 medicamentos, de acuerdo con funcionarios de la industria farmacéutica, que aseguraron además que en los meses de julio y agosto, la tendencia se mantendría entre los 40 y 44 medicamentos en falta.
Sin embargo, el administrador de una farmacia del municipio Playa que solicitó anonimato, dijo a esta reportera que “son como 250 productos ausentes en el mercado”.
“Problemas con la materia prima. Es lo que nos informan, y es lo que decimos a la gente, que nos reclaman a nosotros como si fuéramos los culpables”, añadió el administrador, y explicó que la distribución se realiza semanalmente y a Playa le toca los viernes.
Ese día los enfermos están muy pendientes al camión, con la esperanza que les traigan sus remedios. Pero las alegrías y las penas se juntan cuando algunos ven llegar sus medicinas y otros deben esperar otra semana.
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“Cuando entra un producto a Cuba, en la Aduana existe un protocolo de cuarentena que alarga el tiempo de llegada a las farmacias”— relata el administrador— “Luego en la farmacia deben esperar otros cuarenta días, según una normativa del Ministerio de Salud con los productos de importación. El Atenolol que llegó de Brasil está retenido en el puerto, por baja calidad. Tampoco la distribución de lo poco que llega es igualitaria. Porque para buscar equidad reparten solo el 50 % de las necesidades del municipio y Playa, que es el último municipio del recorrido, solo alcanza la resaca”.
Carmen Rivas, vecina de Santa Fe, está contenta con la aparición esta semana de la Ciprodestadina y el Gravinol, después de varias semanas de espera, en cambio su hermana Luisa no es feliz, padece del duodeno y además que no hay su medicamento, tampoco en el policlínico está realizando rayos X.
“Dicen que no hay placas. No tengo manera alguna de conocer la evolución de mi enfermedad. Imagino que muy mal”, cuenta.
Los psicofármacos también escasean. El joven Richard vive con sus abuelos en calle Tercera, sufre un trastorno psiquiátrico, y molesta a los transeúntes con sus inventos. Reinier Ramírez, médico que lleva el caso de Richard, asegura que la Carbamazepina, también en falta, es esencial para su estabilidad.
Para paliar el problema de la falta de medicinas, los médicos en las consultas sugieren la “medicina verde”, pero las personas acostumbradas a inyecciones y cápsulas no tienen confianza en las hierbas.
En visitas a varias farmacias para conocer detalles de la actual situación con el deficiente abasto de medicinas, varios administradores y dependientes manifestaron que una directiva del Ministerio de Salud le prohíbe reportarles datos y cifras a los periodistas. Tampoco tomar fotos en las instalaciones.
Además de las carencias en los estantes, muchas farmacias presentan problemas de infraestructura y en las condiciones de almacenamiento. Recientemente un pedazo de techo de la farmacia de Jaimanitas se desplomó sobre el mostrador. Ahora brindan servicio en la taberna, en condiciones poco idóneas para el servicio.
Claudia Ramos es hipertensa y protesta porque el Enalapril que la mantiene estable no llegaba desde mayo.
“Esta semana entró un poquito, pero se acabó rápido. Y aunque estamos censados y con una cuota preestablecida, solo alcanzan a comprar los primeros de la cola, que duermen desde la noche anterior. Así que este viernes no dormiré, pues estoy al borde de un ataque cardíaco, no solo por la presión, sino por los apagones, la falta de agua y la incertidumbre de qué les voy a dar de comer a mis hijos mañana”.