Abuso sexual infantil, delito recurrente a debate en Cuba

La actual telenovela ha puesto a debate en Cuba los casos de abuso sexual infantil y un artículo del oficialista Juventud Rebelde dimensiona el fenómeno mediante el análisis de varias de sus complejas aristas
Foto: Maykel Espinosa Rodríguez/Juventud Rebelde
 

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La actual telenovela cubana, “El rostro de los días”, ha puesto a debate en Cuba un delito recurrente a lo largo y ancho de la isla: el abuso sexual infantil. Lo ha hecho a tal punto que incluso la prensa oficialista, normalmente esquiva a los temas incómodos de la realidad cubana –casi todos-, lo ha abordado con una profundidad inédita, más cercana a los principios básicos del periodismo y lo que de éste espera toda sociedad que la que ostenta la práctica totalidad de sus contenidos diarios.

Como muestra paradigmática de ello, el oficialista Juventud Rebelde publicó en su edición de este domingo 13 de septiembre un artículo de investigación que dimensiona el fenómeno y muestra cómo es mucho más frecuente que lo que una subtrama de telenovela, que a muchos que no quieren ver lo feo de la vida en pantalla les molesta, pudiera dejar entrever.

Bajo el título “El silencio al desnudo”, el artículo comparte impactantes testimonios de personas que fueron víctimas de abuso sexual en su niñez y entrevistas a especialistas que aseguran que este despreciable delito, lamentablemente, forma parte de la cotidianidad y requiere de la participación y vigilancia continua de familias, escuelas y otras instituciones para su prevención.

En su informe sobre la prevención y enfrentamiento a la trata de personas y la protección a las víctimas correspondiente a 2019, que Juventud Rebelde rescata para ilustrar la magnitud del fenómeno, el régimen reconoció que 2 350 menores resultaron víctimas de abuso sexual entre junio de 2018 y mayo de 2019

De ellos, 1 179 sufrieron abusos lascivos, 298 violación, 65 pederastia, 533 corrupción de menores y 257 ultraje sexual. 

Si bien todos los casos de abuso no son denunciados y el informe habla de “presuntos hechos”, el medio oficialista subrayó que una revisión más específica de los sucesos reportados en varios territorios del país redimensiona el problema.

De acuerdo con sus indagatorias, en Sancti Spíritus el pasado año se evidenció un aumento del delito de abusos lascivos con una llamativa tendencia: “el 83 por ciento de los autores no tenían antecedentes penales y eran personas con buena conducta social”.

En su edición del 3 de agosto de 2019, el semanario Escambray precisó además que “el 27,7 por ciento de las víctimas son hijastras de sus abusadores, y el 22 por ciento, hijas de vecinos con los cuales mediaban relaciones casi de familia”.

Una pediatra que pidió el anonimato a Juventud Rebelde para proteger la identidad de una de sus pacientes, una menor de tres años abusada por su padre, afirmó que ha atendido en el cuerpo de guardia del hospital en que trabaja a demasiadas víctimas de abuso sexual infantil

“No son pocos los estigmas físicos que nos hacen pensar que estamos frente a una manifestación de abuso: hematomas, lesiones en los genitales (fisuras, escoriaciones en los glúteos, en la región perianal), sangramiento por vía vaginal o anal, recurrencia de vulvovaginitis, constipación, enfermedades de transmisión sexual; incluso la marcha y el sentarse les pueden resultar dolorosos”, explicó.

La doctora Yanet Hidalgo, jefa de Servicio de Cirugía Pediátrica en el Hospital Pediátrico Octavio de la Concepción, en la oriental provincia de Holguín, comentó que a los infantes víctimas de abuso sexual que ha visto han tenido graves secuelas físicas, como colostomías y desgarros vaginales. 

“En las niñas pequeñas he atendido desgarros de todo el recto y la vagina, con un sangrado muy abundante y peligro para la vida, porque estas son zonas mucosas que sangran mucho”, dijo la doctora.

“A veces los traen tardíamente, con necrosis del recto y una infección grave porque los padres deciden ocultarlo, hasta que presentan fiebre alta y mucha debilidad. Estos casos terminan en terapia, con altas dosis de antibiótico.

“Hay adolescentes que refieren dolor o sangrado rectal, y nos dicen que fue una caída, una rama… porque les da vergüenza o miedo admitirlo. Al final se descubre que han sido abusados”, agregó.

La doctora Hidalgo advirtió que en los casos en los que los hospitales son la primera institución que acoge a las víctimas, la asistencia de Criminalística debe hacerse de forma rápida porque, de lo contrario, “quién tomará la muestra buscando restos de semen si hay que suturar o realizar técnicas más complejas”.

Pero los daños físicos no son los únicos que se derivan de un abuso sexual. La máster en Sexualidad Ana María Cano López enfatizó en el artículo del diario que el auxilio sicológico es vital para las víctimas.  

“El niño o niña casi nunca piensa que el adulto es culpable, por eso siente miedo, vergüenza, inseguridad, y rechaza visitar la casa donde vive esa persona.

“Algunas de las reacciones más frecuentes son: ansiedad, trastornos del sueño, pérdida del apetito, disminución del rendimiento académico y depresión. Y muchas veces llegan al intento suicida”, explicó, al tiempo que definió como necesario que madres y padres enseñen a los infantes desde las primeras edades a proteger su cuerpo y les expliquen que “nadie tiene derecho a tocarlos, a lastimarlos o a hacerles algo que no les guste, y que siempre que esto suceda deben acudir a las personas más cercanas, para buscar ayuda y protección”.

Especialista del Centro Nacional de Educación Sexual, Cano López afirmó, además, que la escuela es muy importante en la prevención, detección y derivación del abuso sexual infantil. “Lo que no ve la familia, lo puede distinguir el claustro en la escuela. Por eso deben saber manejar los aspectos educativos relacionados con la sexualidad”, explicó.

Ante la presunta o evidente ocurrencia de un caso de abuso sexual infantil, el magistrado Otto Eduardo Molina Rodríguez, presidente de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo Popular, sostiene que lo primero debe ser “acudir a la autoridad, ya sea a la policía o a la Fiscalía, y efectuar la denuncia”.

“Lo más importante es detener esa conducta criminal y brindarle atención inmediata al menor, ante los posibles impactos sicológicos que pudieran derivarse del hecho. No pocas veces este paso imprescindible se extiende en el tiempo debido a que la persona logra doblegar la voluntad del menor: le dio regalos, lo amenazó, lo intimidó, o tiene una ascendencia sobre él”, comentó.

Para el magistrado, “si la familia toma las medidas adecuadas, si demuestra una preocupación constante, si es celosa del cumplimiento de las rutinas de los menores, no facilita la ocurrencia del hecho”. De ahí que el bien logrado artículo de Juventud Rebelde enfatice que la lucha para prevenir y enfrentar el abuso sexual infantil pasa por una comunicación fluida y buenas relaciones entre familia, escuela e instituciones pertinentes.