Wadd al- Kated, la realizadora siria de For Sama, este inolvidable documental, dice en off un parlamento que define la estética de todo el material: seguir filmando me da un sentido, hace que las pesadillas valgan la pena.
Nominado entre los finalistas en la categoría documental al premio Oscar 2020, For Sama debió ganarlo, solo que el horror y la catástrofe narrada en imágenes durante el asedio a la cuidad de Alepo difícilmente iban a hacer que el codiciado premio fuera a las manos de estos realizadores, empeñados en hacer visible lo invisible de una guerra que nos llama a la reflexión y sobre todo nos conmueve por ser sujetos participantes, en alguna medida, de los horrores que trasmiten las imágenes del documental.
Narrado con una estructura fragmentada y una veracidad que conmueve, el documental apela al llamado cinema verite ya que las vivencias de esta joven siria que nos narra el conflicto bélico contra el régimen de Bashar y su aliados rusos es un acto de amor, de valentía y un legado para futuras generaciones y sobre todo para su pequeña Sama, para que no olvide.
En el documental la cámara se convierte en personaje protagónico, ya que es precisamente por el ojo del lente que asistimos al horror que vivió durante años la población civil, los bombardeos que masacraban a diario a miles de familias desarmadas, así como la perenne angustia que vivían a diario sin suministros, sin hospitales, sin esperanzas.
La vida de la realizadora se convierte en el centro del relato, que toma otra connotación cuando decide unirse a Hamza, el médico turco que abandonó todo para ayudar a las víctimas del conflicto construyendo un improvisado hospital junto con otros médicos que deciden unirse a él para, en alguna medida, brindar solidaridad a los civiles que día a día acuden a ellos en busca de ayuda.
For Sama es una historia de vida narrada en tiempos de muerte. La voz en off de la realizadora nos va llevando por las diferentes etapas de un conflicto de años. Es la historia de la ciudad de Alepo en resistencia al invasor aliado ruso, pero es también la historia del primer año de vida de la pequeña Sama, quien nació bajo los bombardeos y el asedio, y vivió prácticamente su primer año de vida en el hospital improvisado por su padre Hamza.
Sama hice esta película para ti, para que entiendas por qué luchamos. Este sentido parlamento recorre las crudas imágenes del documental de principio a fin. No olvidar a los niños muertos ni a sus familias masacradas. Porque uno de los mayores logros del mismo es haber captado en imágenes la agonía, haber mirado sin miedo el rostro de la muerte, y sobre todo, haber seguido filmando.
Llama poderosamente la atención el optimismo de los hombres que resisten bajo asedio día y noche .Logro del documental es el uso de esa cámara subjetiva que trasmite la zozobra que viven los habitantes de la cuidad en sus días de resistencia sin apenas suministros, sin apenas aliento, pero sobre todo mostrando una solidaridad entre ellos conmovedora.
Waad al-Katead y el británico Edward Watts lograron un material de una valía estética que sobrepasa la denuncia social para convertirse en llamada de alerta sobre lo que verdaderamente ocurre y no debemos olvidar. Las imágenes grabadas por el lente de la joven realizadora siria son un acto de fe y de amor a su gente, a su cultura, a su pueblo. Ya no seremos los mismos después de haber asistido al genocidio que nos trasmiten las imágenes, que en esencia son el resultado de la entrega de la realizadora que jamás abandona la cámara, como si fuera parte de su propio cuerpo .Alepo es una ciudad que desaparece, el gobierno está tratando de matarlos a todos, dice con dolor la realizadora, que es punto de partida de la historia, porque su lucha es en esencia la lucha de todos.
La fotografía es también otro elemento a favor del documental y la inevitable poesía de lo cotidiano. La poesía de la vida sobreponiéndose a la muerte. Una de las escenas más conmovedora del documental es cuando al hospital llega una embarazada de nueve meses herida de muerte. La entrega y el desmedido amor de los médicos que luchan con el recién nacido por escuchar el llanto de vida del bebé es de una belleza que rebasa lo puramente documental, para transmitirnos el verdadero valor humano de For Sama, un canto a la vida que por sobre todas las cosas se impone.
Cuando cierro los ojos veo todo color rojo, el color de la sangre, porque a veces lloramos sangre. Este sentido parlamento de la realizadora resume el caos que viven en una ciudad sitiada por los aliados rusos, que bombardean incluso los hospitales, haciendo que baje la moral de la gente dice la realizadora, porque cuando bombardeas a un hospital con tantos heridos no puedes esperar nada más.
La propia fragmentación del documental, que resume años de conflicto trasmite el sentido de los habitantes de la ciudad, rotos por la constante pérdida de amigos, familias enteras, de todo un pueblo que resiste más allá de lo inimaginable. Constantemente asistimos a ese viaje por la radiografía de la supervivencia, porque también es eso, una radiografía de los muchos días de muertes, angustia, resistencia y sobre todo deseos de vida, optimismo por los días que vendrán.
Las imágenes del primer año de vida de Sama en el hospital, las imágenes de su pureza y su ingenuidad contrastan con la de los muertos, con la de la ciudad destruida, con la de las madres que lloran la pérdida de sus hijos. La sonrisa de la pequeña pervive. Sama es esa esperanza que no los abandona.
Hay mucha belleza en el documental, hay belleza en la llegada del invierno y la caída de la nieve sobre los edificios destruidos por los bombardeos. Hay belleza incluso en los rostros de los niños que miran a cámara tratando de comprender el horror, el genocidio. Y hay mucha belleza en Sama, que juega y ríe despreocupada con el lente de la cámara de su mama. Porque la belleza es el signo que al final define el sentido por el que fue filmado este contundente documental.
El lugar lo conforman las personas, dice Hamza, el medico activista, a cámara. El exilio es el único camino para el regreso. Las imágenes finales de la realizadora despidiéndose de su casa en ruinas sin palabras para describir lo que siente trasmite el sentir de las familias que han decidido salir al exilio y salvar sus vidas y la de sus hijos. Una planta que lleva de recuerdo y un hijo que nacerá en otro lugar son los signos vivientes de una ciudad que viajará no solo en el recuerdo de la realizadora, sino en el de todos lo que han sobrevivido, los que no olvidaran.
Todo lo que hicimos lo hicimos por ti, Sama, dice en off la documentalista, en un inolvidable parlamento a manera de tesis. Las imágenes finales del documental con ella cargando a Sama y caminando por las calles destruidas de la ciudad de Alepo bien valían el Oscar. Solo que para los académicos norteamericanos premiar este alegato de denuncia y fe de vida nunca estuvo en sus pronósticos.
Quedarán para siempre en nosotros las confesiones, el llanto, el estruendo de las bombas y los rostros ensangrentados de los niños gritando de dolor y desconcierto. Pero sobre todo quedara la mirada y sonrisa primera de Sama, su alegría, su inocencia, porque esta película la hizo su madre para ella, para el recuerdo, lo de un tiempo después, lo necesario.