Jorge Luis Sánchez es un realizador que indiscutiblemente ama el cine de ficción. Sus largometrajes no han logrado la aceptación esperada ni por el público ni por la crítica, no obstante, el regreso a la gran pantalla con un nuevo largometraje nos da una idea de ese amor desmedido por el Cine. A finales de la década de los ochenta comienza una obra de solidez en el género documental con piezas como Un pedazo de mí (1989), El fanguito (1990), Las sombras corrosivas de Fidelio Ponce (1999), entre otros títulos.
Dónde está Casal, de 1990, es un documental que ya por esa época el realizador le dedicaba a una figura cimera de las letras hispanoamericanas, el poeta Julián del Casal.
El 41 Festival de Cine de la Habana fue controvertido por la poca participación de Cuba en la competencia de ficción. Solo dos títulos se exhibieron en el certamen habanero, siendo la gran decepción Buscando a Casal, una película fallida tanto en lo conceptual como en lo formal.
Es un mal síntoma cuando pasados los primeros cinco minutos de metraje y ya queremos abandonar la sala de proyección. Algo así sentí el día del estreno del filme en el cine Chaplin, y sobre todo sentir en un cine abarrotado de personas el malestar por la incomprensión de una historia que a todas luces lograba lo opuesto a comunicar.
Narrar con un discurso artificioso no siempre es vanguardista. El cine de autor y sus códigos implican un riesgo que no todos pueden sortear. Jorge Luis Sánchez es un realizador con un discurso irregular. Sus tres largos de ficción no han dejado ni la huella ni el buen recuerdo. Eso sí, El Benny es su película más lograda y mejor recibida por el público.
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Buscando a Casal es una historia de época (siglo XIX). La historia de un poeta enfrentado al más alto poder de la isla era lo suficientemente atractiva, y sobre todo contemporánea, para haberla narrado sin tanto decorado falso, ampulosidad, y sí desde la agonía del poeta, atormentado por un universo hostil, que jamás le comprendió y menos aún le quiso.
Los mundos imaginarios del poeta, su afición por el orientalismo, su ansia de libertad, su amor por la belleza, su rareza en un mundo corrupto y feo, quedan en el filme aniquilados por la incomunicación que se produce en la historia al narrar desde ese artificio que impone una barrera y unos códigos que en esencia impiden la identificación con los verdaderos conflictos del poeta protagonista del filme.
A pesar del esfuerzo del realizador por mostrarnos el mundo interior de este intelectual seducido por la belleza, nos llegan fragmentos dispares de todo ese universo onírico y complejo de Julián del Casal, ahogados en un discurso ampuloso y decorado de cartón, que nada aportan al discurso del poeta y su verdadera esencia.
Fallan en Buscando a Casal su teatralidad y el extrañamiento de unos personajes inmersos en decorados y universos falsos, fallan hasta las actuaciones, marcadas por un tono que no convence, que dotan a dichos personajes de conflictos que parecen más irreales que propios de una historia que pretendió ser experimental y vanguardista, para terminar siendo vacía y pretenciosa.
Cine de personajes que dialogan en demasía, y que parecieran hacerlo con una época actual, con el papel del artista en tiempos de crisis, y sobre todo hacernos preguntas sobre el lugar del poeta, del intelectual, que aún sigue soñando con la belleza en tiempos de horror y sinsentido.