Insumisas: una película que pudo haber sido inmensa

Una historia como esta mereció otra manera de ser contada. La tragedia que supuso para Enriqueta haber amado a otra mujer, por primera vez, con pasión y sin temor a nada, no debió eludir el melodrama. La historia de por sí lo es, melodrama y su dosis de tragedia, ángeles y demonios en una pareja desigual pero que transgredió todo tipo de canon establecido por la sociedad la época y la Iglesia.
Insumisas: una película que pudo haber sido inmensa
 

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Para Yeni Soria

“(…) no sé cómo comenzó todo, realmente ha sido como una novela toda mi vida”. Enriqueta Faber.

Una película como Insumisas, la historia del médico mujer (como también se le conoce) fue un proyecto añorado por muchos realizadores. Cuando hace dos años Fernando Pérez reveló en una entrevista su participación como codirector junto a la realizadora suiza Laura Cazador en él, todos sentimos que tenían los realizadores una gran historia para contar, así como hacer la primera coproducción cubano-suiza, que además tenía en el rol protagónico a una actriz francesa reconocida como lo es Sylvie Testud.

La historia de Enrique(ta) Faber, una mujer transgresora para la época (principios del XIX) que se vistió de hombre para estudiar medicina en la Sorbona y hacer realidad sus sueños, después de perder a su esposo en la guerra napoleónica, siempre fue una historia para la gran pantalla que prometía, por el sólo hecho de ser Enrique una mujer travestida en hombre, que desafió no sólo al siglo en que vivió, sino por su valentía y entereza al defender su derecho a la libertad en todo el sentido de la palabra.

Fernando Pérez es un realizador con una sólida filmografía interesada en el ser humano como centro de sus historias, así como esa búsqueda de la realización personal más allá de los contextos opresivos en que puedan vivir sus personajes.

Películas como Clandestinos (1987), Madagascar (1993), Suite Habana (2003), Madrigal (2006), entre otras, narran historias donde los personajes luchan por la búsqueda de esa libertad personal y su necesidad a ser reconocidos como seres humanos plenos desde su yo más íntimo, que desafía en muchas ocasiones a un proyecto social que en ocasiones olvida a ese individuo con sus sueños, para sumarlo a sueños colectivos que pueden de alguna manera coartar esa individualidad tan importante para el hombre: su realización personal.

Insumisas era pues la historia para Fernando Pérez de continuar con una larga lista de personajes transgresores luchando por su libertad y su necesidad de expresión. La historia del médico suizo que viajó a América a principios del XIX era otra historia para que este realizador se reconociera en ella.

La idea, no obstante, fue de la novel realizadora suiza Laura Cazador quien ya había investigado sobre su coterránea y el sueño de filmarla junto a Fernando Pérez era la posibilidad de llevar el proyecto al cine, una historia tan alucinante como revolucionaria, sobre todo porque la heroína vivió en una época difícil para cualquier mujer que tenía nulas opciones de romper cánones establecidos por siglos de dominación patriarcal.

 

Insumisas también es una cinta escrita por ambos directores que pretendió contar la historia de este médico suizo o de este médico mujer que llegó al este de Cuba en la primavera de 1819 a ejercer la medicina, pero sobre todo con ideas de una modernidad difícil de asimilar en una isla donde la trata de esclavos y la dominación patriarcal eran el sello de una sociedad atrasada y retrógrada, que no le perdonaría jamás a una mujer vestirse de hombre y, menos aún, casarse con otra mujer.

Durante dos años trabajaron los realizadores en el proyecto de Insumisas con financiamiento suizo y del propio ICAIC para contar una película que tiene ingredientes de drama social, violencia de género, cine histórico, entre otros códigos, todos ellos mezclados en un discurso fílmico que intentó poner el dedo en la llaga en los males de una época, y que aún tienen vigencia en la sociedad cubana contemporánea y el mundo en general.

Inspirado en el libro Por andar vestida de hombre del investigador Julio César González Pagés, el filme ubica su trama central en la llegada de Enriqueta a Baracoa para ejercer la medicina. Una Baracoa pobre y signada por la fuerte trata de esclavos, así como por una violencia no solamente contra el negro esclavo, sino contra la mujer pobre, la mujer ama de casa, esposa sumisa y para quien el rol asignado era solamente el de servir en las condiciones que fueran, más allá de reconocérselas como seres humanos con necesidades y sueños propios.

Haber rodado la película en apenas dos meses, jamás en la ciudad donde ocurrieron los hechos (por problemas de presupuesto), así como por la dificultad que suponía que la protagonista, la actriz francesa desconocía el español, lo aprendió de memoria para el rodaje, entre otros obstáculos, hacen del filme una película irregular que prometió ser una contundente historia y se convirtió al final en una película menor en comparación con el proyecto que ambos realizadores tuvieron en sus manos y no supieron materializar como producto artístico por estas razones y por otras, que tienen que ver más con la propia dramaturgia del filme y el diseño de los personajes.

El filme tiene, en mi opinión, un comienzo contundente cuando Enriqueta vestida de monja frente a un mar embravecido recuerda su pasado como fragmentos de una vida partida en mil pedazos. Esa escena a manera de opening es de una fuerza dramática descomunal. El mar, la lluvia, el pasado doloroso en su país natal y el recuerdo del ultraje y la pérdida de todo en la Baracoa que la acogió y la condenó posteriormente, era para la película un comienzo ideal. El sello de Fernando Pérez traducía en metáfora el dolor de esta mujer frente al abismo, sólo que a medida que avanzamos en el metraje del filme el sello del director de Clandestinos se diluye en una trama narrativa y aburrida por momentos, que nada aportan al drama terrible de Enriqueta Faber y su gran amor por Juana de León, una joven pobre y rechazada por toda la sociedad baracoense.

El conflicto de esta médico mujer y la relación trágica y dolorosa con su amor no son creíbles en Insumisas por eludir de alguna manera el drama que suponía narrar esta historia de amor entre dos mujeres. El filme roza de manera epidérmica la relación amorosa de Enriqueta Faber y Juana de León. Además, sentimos en todo momento el pobre diseño del personaje de la mujer transgresora que fue Enriqueta al no sentir en la actriz francesa Sylvie Testud la fuerza interior del personaje y menos aún la androginia que supuso que pudiera ejercer la medicina como hombre, y su casamiento con Juana de León. Pareciera como si la actriz francesa no comprendiera a Enriqueta, al incorporarla más bien como una mujer insípida y hasta falta de carácter, mostrando tibieza en las escenas en las que amaba a Juana y en las que se enfrentó a toda una sociedad retrógrada y machista, que jamás le perdonó ser mujer y menos aún vestirse de hombre.

Es, en esencia, en el diseño de los personajes o en el proceso de la selección del casting de la película donde Insumisas tiene un punto débil que conspira sobre todo contra la credibilidad del espectador, que difícilmente va a sentir que estas mujeres se amaron y, menos aún, que Enriqueta Faber se enfrentó sola a toda una época para defender sus derechos como ser humano pleno.

Incorporar un personaje como Enriqueta Faber desde lo externo es en mi opinión uno de los elementos más cuestionables del filme, o al menos así lo sentimos. Otra historia bien distinta es el de la pareja actoral de la Testud, la actriz cubana Yeni Soria y su Juana de León, intensa, rebelde (insumisa), quien fue violentada todo el tiempo no solamente por la sociedad sino por su propia familia.

Yeni Soria dota a su Juana de carisma, de locura, desconcierto cuando descubre que su esposo es una mujer, pero sobre todo le impregna a su personaje autenticidad y por momentos recordaba a la Lucía de Adela, en esa mujer rebelde, pobre, que no se rindió ante la violencia constante a la que la sometió la sociedad de la época.

 

Por momentos el filme también se diluye en aspectos que nada aportan al conflicto esencial de la película como lo es el viaje a La Habana de Enriqueta con su esclavo, para reclamar el documento que le permitió ejercer la medicina en Baracoa, allí se dilata ese momento que no aportó más que datos meramente biográficos, pero nada connotativo para la historia del drama mayor del filme.  

Otras subtramas más interesantes se sugieren y se resuelven a manera de elipsis, ejemplo de esto es la relación de Enriqueta con la niña Pepa de la familia de los Garrido, familia que la acoge en su propia casa como agradecimiento por haber salvado la vida del hijo menor. La relación Enriqueta-Pepa queda mutilada en la película. Pepa, la hija mayor de los Garrido se nos muestra como una niña curiosa, desafiante, rebelde, como una proyección de una futura Enriqueta cubana, sólo que la niña desaparece en la película cuando su padre decide enviarla a Santiago de Cuba para tratar de paliar, en alguna medida, el carácter rebelde de la niña, quien aparece años después siendo otra: Pepa se va a casar, ha preferido claudicar antes que enfrentar un orden de cosas que ella siente la superan. Esa historia de Enriqueta-Pepa se nos muestra en pantalla como una posible subtrama rica y repleta de matices que se resuelve de manera abrupta en la historia.

Insumisas es una película que por momentos se nos convierte en una trama donde reconocemos los signos recurrentes de un realizador como Fernando Pérez, tales como el mar embravecido, la lluvia pertinaz, atmósferas enrarecidas y repletas de símbolos, para segundos después ser una película discursiva cronológica donde nada se nos sugiere, donde sólo se nos muestran hechos y es allí donde sentimos que quizás la coautoría pudo haberle pasado factura a la historia, aunque el realizador haya insistido en que necesitaba el punto de vista femenino en la película por la especial sensibilidad que reclamaba la historia.

Logro del filme es la ambientación de la dirección de arte de Alexis Álvarez Armas y la dirección de fotografía de Raúl Pérez Ureta. La maleza, la naturaleza salvaje en que se mueven las protagonistas funcionan en la historia como un personaje más para servirles de apoyatura en el conflicto de sus dramas personales, así como la iluminación de un fotógrafo como el compañero de viaje de Fernando Pérez durante toda su filmografía. Aquí se utilizaron velas para dar esa atmósfera sombría, penumbras, enigma. Es precisamente la fotografía el personaje principal de Insumisas que seduce por mostrarnos con el lente de la cámara la dicotomía del personaje protagónico de la película. Es precisamente el lente de Raúl Pérez Ureta quien le roba el protagónico a una Sylvie Testud demasiado fría e indiferente ante un drama tan terrible como el que vivieron estas mujeres en la Baracoa de principios del XIX.

Hay demasiado parlamento para personajes que poco aportan a la historia, como es el caso del traficante de esclavos interpretado por Mario Guerra, el actor incorpora a este hombre violento desde aristas que pareciéramos haber visto en demasía en el Cine Cubano, se repite aquí como el villano de la historia, no reconocemos al actor diferente de otros villanos que ha incorporado para el cine o la televisión.

El papel de la Iglesia y su complicidad con los males de la época es otro de los tópicos que sugiere Insumisas, así como el rol de las mujeres en su condición de mujeres objetos, siendo violentadas todo el tiempo de manera sutil y no tan sutil. Parlamento contundente es cuando la joven Pepa le dice a Enriqueta que ha preferido no pensar: “yo ya no pienso, así es más sencillo y me dejan tranquila”.

Insumisas es una película que pudo haber sido inmensa. Una historia como esta mereció otra manera de ser contada. La tragedia que supuso para Enriqueta haber amado a otra mujer, por primera vez, con pasión y sin temor a nada, no debió eludir el melodrama. La historia de por sí lo es, melodrama y su dosis de tragedia, ángeles y demonios en una pareja desigual pero que transgredió todo tipo de canon establecido por la sociedad la época y la Iglesia, orden jerárquico que impuso con su cruz el látigo para dominar y controlar junto a los traficantes de esclavos, los rancheadores, los señores de la sociedad que redundan todos en seres viles, retrógrados, violentos e ignorantes.

La denuncia que pudo representar una cinta como Insumisas quedó truncada por no haber asumido la trama desde el pulso desgarrador que fue el amor entre una mujer pobre e ignorante como Juana de León y una mujer valiente y desafiante como lo fue Enriqueta Faber. Y habernos contado esta alucinante relación desde la contención y el regodeo lastró el verdadero dolor y conflicto de sus protagonistas.

Hay demasiada contención en la película, demasiado pacatas las escenas de amor de estas mujeres, no podemos entender a Enriqueta y su amor por Juana desde lo enunciado en parlamentos o escenas donde parecieran van a entregarse a un amor desenfrenado y apenas vemos algún roce.

Una película de personajes no podía salvarse desde la ambientación del paisaje agreste o desde la fotografía o la mera denuncia a la esclavitud, la trata de negros esclavos, o la violencia de la época por la violencia en sí y menos aún por el tratamiento de la mujer objeto que representó la mujer de la Cuba decimonónica, porque la historia de Insumisas es la de una mujer rebelde que transgredió todo un siglo de dominación patriarcal. La Enriqueta de la historia es inmensa, la Enriqueta de Insumisas es apenas una proyección mínima de la mujer transgresora de la vida real.

Un Parlamento como: “Siempre he vivido al borde del abismo. No he sabido si saltar al vacío o no, es como si dos personas vivieran en mí”. Este parlamento mereció otra manera de narrar más arriesgada y transgresora como lo fue la mujer de dichos textos, de cartas tan apasionadas y conmovedoras en las que podemos sentir el amor-dolor del personaje cuando le dice a su Juana de León: “no puedes haber muerto sin yo verte, mi vida se apagará si no tengo la ilusión de reeditar los días más felices de mi vida que fueron a tu lado”. ¿Cómo entender entonces a la Enriqueta de Fernando Pérez y Laura Cazador? ¿Cómo sentir auténtico lo que vimos como resultado estético del filme?

Insumisas es al final una película que se resiente por su dramaturgia y el diseño de algunos personajes, no solamente el de la heroína trágica y mujer de ideas que fue Enriqueta Faber, sino también por actores de reparto que no supieron trasmitir la autenticidad de una inmensa historia que pide a gritos después de haberla visto otra historia, otro dolor, otro desgarramiento, como lo fue la escena del acantilado/abismo, cuando Juana de León, después de acuchillar a su violador, corre hacia ese inhóspito paraje para gritar con todas las fuerzas desde las mismísimas entrañas de todo su ser la tragedia que supuso traicionar a Juana, matar a un ser humano, y sobre todo la abominación que sentía por ella misma después de tanta violencia física y síquica. Esta escena nos recuerda otra vez lo mejor de un director como Fernando Pérez, que por momentos logra que prevalezca su autoría y por momentos no.

Quizás Insumisas debió ser una historia contada a corazón abierto, sangrando, y sangrante sus escenas, nada de esto vimos en la coproducción cubano-suiza, y sí muchas limitaciones de todo tipo, preguntas sin respuestas, pasiones sin mucha adrenalina y desafíos sin muchos elementos contundentes que desafiar.

Una película que quedará para la historia del cine nacional como la primera coproducción con Suiza, que se asomó de manera tímida y sutil al volcán y la furia que como ese mar tempestuoso del final-comienzo del filme fue la vida de Enriqueta Faber, quien también tiene para la historia el privilegio de ser la primera mujer cirujana en América Latina.

 

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