La agencia oficialista de noticias Prensa Latina comparte hoy en su portada un artículo que recuerda el levantamiento popular de 1989 en la entonces Rumanía comunista. Si bien es un testimonio personal de María Grant, quien fuera corresponsal de la agencia en Bucarest, resulta oportuno echar un vistazo al texto con ojo crítico por cuanto no analiza en profundidad las causas que conllevaron a ese levantamiento y el inmediato fusilamiento del presidente del país y secretario general del Partido Comunista Rumano, Nicolae Ceaucescu, y su esposa.
Más aún, en el relato no se establece un nexo con el régimen cubano, sino que se desmarca al mismo de los errores habituales que se identifican para explicar el colapso socialista en Europa del Este y la Unión Soviética.
Bajo el título “Momentos de gran riesgo”, la crónica de Grant forma parte del libro “Periodismo: Riesgos y peligros”, de Prensa Latina. Justo lo justo, está bien escrito y ciertamente describe a plenitud un momento de gran tensión y riesgo para la autora, que tuvo que regresar a Bucarest en medio del caos que conllevó al fusilamiento de Ceaucescu y el fin del socialismo, luego de haber estado allí como corresponsal por dos años.
Relatar aquí también toda la experiencia de la periodista sería vacuo e inútil. Es un texto que puede disfrutarse, por lo que es mejor leerlo íntegramente. Sin embargo, para sostener nuestro punto, vale citar un pasaje. Grant logró regresar de Moscú a Bucarest para reforzar la corresponsalía de Prensa Latina ante la magnitud de los acontecimientos. Se trasladaba de la estación de ferrocarril a la oficina en automóvil y en el trayecto este fue detenido varias veces por manifestantes y opositores armados.
"Los tiroteos no cesaban, cada tres o cuatro cuadras, patrullas mayoritariamente de jóvenes detenían el vehículo y, a pesar de que 'el capitán' les explicaba quiénes éramos y hacia dónde íbamos, nos bajaban, sacaban y revolcaban el equipaje en medio de la calle, nos preguntaban, nos replicaban y hasta rastrillaban sus armas para atemorizarnos.
Esta escena se repitió hasta el infinito? Parecía que nunca llegaríamos. Por cierto, en una de esas ocasiones, uno de los jóvenes que integraba la patrulla que nos tocó de turno, al ver nuestros pasaportes, gritó eufórico: 'cubanos de la Cuba de Fidel Castro; ¡viva la Revolución cubana!'.
Tal expresión a esa hora, en medio de la noche, en una ciudad oscura y bajo los tiros, proveniente de quienes estaban echando abajo el llamado socialismo rumano, nos pareció una paradoja.
Sin embargo, nos confirmó la gran insatisfacción que sentía aquella gente ante las medidas implantadas por las autoridades rumanas y que, por suerte, no las identificaban con el proceso revolucionario cubano."
De este pasaje es donde provienen las mayores inconformidades con el relato. Es como si a lo largo del llamado proceso revolucionario cubano después de 1959 el pueblo de la isla no hubiera tenido también “insatisfacción ante las medidas implementadas por las autoridades”.
Cierto es que Cuba, salvo el Maleconazo, no ha tenido manifestaciones capaces de hacer temblar al régimen. Sin embargo, es de sobra conocido que el mantenimiento de éste se sustenta más en un aparato represivo fuerte y sutilmente desplegado en toda la sociedad, que un compromiso férreo de todos los integrantes de la misma con la ideología totalitaria.
De hecho, los politólogos hoy definen a Cuba como un sistema postotalitario, que difiere del totalitario, entre otras cosas, en la pérdida de la identificación plena con la ideología fomentada por los gobernantes, quienes también renuncian parcialmente al discurso y las metas utópicas.
Para Grant, lo que sucedía y terminó sucediendo en Rumanía no tenía que ver con Cuba. Su prueba, el grito de viva de ese joven. Sin embargo, el que Ceaucescu haya sido más dictatorial y rechazado que Fidel Castro, no niega para nada que éste haya sido también un dictador comunista. Que las medidas de Bucarest y la realidad del país centroeuropeo hayan sido malas para el mantenimiento del “socialismo” tampoco significan que en Cuba haya sido la cosa muy diferente.
La isla y la sobrevivencia del régimen a los acontecimientos sucedidos a fines de los 80 y principios de los 90 son todavía un misterio para los estudiosos de la política y la transitología, la vertiente que estudia las condiciones o causas que pueden conllevar a la democratización de los regímenes no democráticos.
No obstante, lo que está más que claro es que el socialismo cubano no sobrevivió por su fortaleza como sistema. Adolecía y adolece de todo lo que arguyen conllevó al fracaso del socialismo en Europa. No cayó en ese entonces y quizás no caiga pronto, pero sigue tomando malas medidas y granjeándose una impopularidad cada vez mayor, que obliga a que la represión deje de ser sutil y el sistema se desenmascare definitivamente.
Los acontecimientos de estos meses así lo demuestran y, por mucho que se quiera evitar, el punto de no retorno llegará.