El promotor y activista Michel Matos cuenta a ADN CUBA en qué punto se encuentra actualmente el Movimiento San Isidro, que comenzó como una propuesta contra el Decreto Ley 349, que restringía la libertad de creación en Cuba, y ha ido creciendo hasta convertirse en un movimiento por la libertad de expresión en la isla.
"Iniciamos una campaña para detener esta ley --nos cuenta-- o para que la misma se transformase. Esto no termina pues hay una estática del gobierno que dijo que iba a implementar unas normas paralelas a la ley ante las numerosas protestas que suscitó. Pues nosotros nos hemos propuesto trabajar por los derechos culturales y básicamente por la libertad de expresión, que digas lo que se te antoje sin que haya represalias o castigos. Esto es fundamental para la dignidad, para la vida humana en sociedad", argumenta.
"Con respecto a cómo nos sentimos, eso es ambiguo. A veces tenemos victorias, a veces somos acosados, no nos dejan salir de nuestras casas o detienen a integrantes del equipo. No nos sentimos felices con eso, sino un poco angustiados. Pero tenemos una voluntad inquebrantable de dar pasos en la dirección de nuestra propuesta. No van a apagar nuestra manera de pensar ni nuestra voz", asegura Matos.
"Cada uno lo hace por el otro y por uno mismo, por nosotros mismos. Es nuestro derecho pensar, hablar, crear y nos lo han quitado desde que somos bastante jóvenes. Este es nuestro país, no tenemos que borrar la historia, porque la historia es real, pero queremos cuestionar y cambiar muchísimas cosas. Eso, como ciudadanos, es nuestro derecho".
"Si decir lo que uno piensa en una sociedad como ésta, totalitaria y cerrada, es ser valiente, entonces sí, debo suponer que soy valiente. Creo que el valor no es nada más que el control de de tu miedo", explica el activista.
"Además de arriesgar la libertad, estamos arriesgando, hipotecando nuestro futuro personal y profesional. Si este país no cambiara en los próximos 20 o 30 años para mí sería terrible: en lo personal y en lo profesional; no tendría cabida aquí, evidentemente. Creo que a cada uno de los muchachos del movimiento le pasa la misma cosa: además de arriesgar la libertad, que es lo inmediato, con lo que nos amenazan, estamos hipotecando nuestro futuro. Incluso eso no me limita de mi necesidad de hacer lo que hago. Porque además de ser una cuestión de compromiso cívico con mis compañeros, es un compromiso cívico conmigo mismo. Me construí una visión de vida, del mundo y no pienso renunciar a ella por un montón de miedos", concluye.