En estos días el tema de las relaciones entre los países en general y de las relaciones de Cuba con los Estados Unidos en particular, han cobrado espacio en los medios de comunicación. Sobre este asunto me viene a la mente aquel aforismo que se repitió en Europa Central y del Este: Normalizar, no; democratizar, sí.
Los contextos e historias son diferentes en cada tiempo y lugar, pero debemos profundizar en la frase para aplicar lo que valga para la actual relación entre Estados Unidos y Cuba, por un lado, y la Unión Europea y Cuba, por el otro.
En efecto, el afán pareciera que es “normalizar” lo anormal. Acostumbrarse a la calamidad. Racionalizar un estatus violatorio de la dignidad, los derechos y las libertades inherentes a toda persona enmascarándolo como respeto a la soberanía o como reconocimiento de un pluralismo de sistemas y formas de gobierno tan diverso que llega a incluir como “normal” a aquellos que violan los derechos humanos más elementales con tal de imponer como inamovible e irreformable a una sola ideología convertida en dogma de fe.
“Normalizar” lo que va contra la naturaleza humana es, por lo menos, una expresión de relativismo moral equivalente a un “vale todo” en nombre de un respeto que no se le tiene a los ciudadanos. En este sentido, las relaciones internacionales y el respeto debido a la soberanía y la independencia de los pueblos no pueden estar por encima de la dignidad y los derechos y libertades de cada miembro de ese pueblo. No hay soberanía nacional sin soberanía ciudadana. El eje, la clave, la columna vertebral de las relaciones entre los estados y naciones es y debe ser el reconocimiento, respeto, educación y defensa de todos los derechos humanos para todos y cada uno de los ciudadanos de un país.
Democratizar
No se trata, por tanto, de regularizar lo desordenado. No se trata de sistematizar la excepcionalidad. Se trata de cambiar todo aquello que vaya contra la persona humana, la reprima, la bloquee, le robe el futuro, le pode la esperanza. En Cuba, no puede normalizarse que se juzguen y condenen a más de 700 personas por manifestarse pacíficamente a favor de esos cambios, que expresen públicamente sus ansias de libertad, de tener Patria y Vida. El cambio de un sistema totalitario a un sistema democrático, incluyente, que respete y haga respetar todos los derechos y libertades de sus ciudadanos.
La llave para salir de esta terrible crisis sistémica no es normalizar la crisis, ni resistir hasta desaparecer. La clave es democratizar la sociedad cubana, sus instituciones, su sociedad civil. Crear un marco jurídico que, en lugar de criminalizar más la discrepancia y la protesta pacífica, cree una “ecología humana”, es decir, un ambiente social, jurídico, cultural, mediático, que sea humanista y humanizador.
El día que Cuba decida comenzar un verdadero proceso democratizador, el día que ese proceso de cambio emita las señales auténticas y evaluables de que tiene la voluntad y está tomando en serio avanzar hacia una democracia participativa, representativa e incluyente de aquella diversidad que no tenga como sistema desconocer el pluralismo y las libertades fundamentales de la persona humana; ese día, las relaciones internacionales de Cuba comenzarán a normalizarse sin necesidad de tanto subterfugio, secretismos, o de tanto doble rasero.
Porque en realidad la única normalización éticamente aceptable y políticamente viable es la democratización de la sociedad. El embargo cesará cuando se normalice la democracia en Cuba. El éxodo masivo de una nación que se desangra cesará y se revertirá cuando se normalice un sistema económico productivo, libre, competitivo, solidario, que equilibre al mercado y sus consecuencias con la justicia social y la solidaridad fraterna.
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Las relaciones internacionales de Cuba se normalizarán cuando se normalicen en democracia las relaciones entre el gobierno y su pueblo. El daño antropológico que sufrimos los cubanos se comenzará a sanar, aunque tarde más, cuando en Cuba se normalice la libertad, la responsabilidad personal, la participación ciudadana, cuando se normalice una educación plural, accesible, de calidad, respetuosa del derecho de la familia a elegir la educación de sus hijos.
Cada uno de nosotros que anhele o trabaje por la normalización de las relaciones internacionales de Cuba, sea con Estados Unidos o con la Unión Europea, sea con Rusia o con América Latina, debería tener como ejes fundamentales de esa llamada “normalización” los siguientes:
- El respeto irrestricto de todos los derechos humanos para todos los cubanos.
- La democratización de la sociedad cubana con un nuevo marco jurídico que reconozca y defienda la pluralidad de ideologías con tal que respeten los derechos humanos y la independencia de los poderes del Estado para garantizar su control y un ejercicio del servicio público basado en el principio de todos bajo la ley en un Estado de Derecho.
En resumen, que no se puede hablar de normalización sin derechos humanos. Que no se puede hablar de normalización sin democratización de la sociedad.
Todo lo que no respete estos dos principios humanistas constituye un fraude y una dilatación de la solución al problema de Cuba. Edifiquemos y custodiemos una normalización con democratización.
Tomado del Centro de Estudios Convivencia