La cubana se cuenta entre las nacionalidades que más utiliza la selva de Darién, en la frontera entre Panamá y Colombia, para llegar a EE. UU., junto a los haitianos y otros pueblos de Asia y África.
Hasta 2016, la mayoría de quienes pasaban de Colombia a Panamá eran de Asia o África, pero entre ese año y 2020 aumentó el número de cubanos y disminuyó el de asiáticos. Desde 2018 predominan los haitianos, que viajan en familias completas.
El viaje hasta este punto por tierra para una familia de tres o cuatro personas cuesta unos 2500 dólares, más los 65 por cabeza que dicen algunos migrantes han pagado para que los “guíen” por la selva.
Según datos de Panamá, unos 11 370 migrantes llegaron a ese país desde Colombia entre enero y abril, cuando las fronteras estaban cerradas por la Covid-19, pero es difícil saber la cifra exacta: la frontera es porosa y corrupta.
Esto supone un aumento exponencial, que hizo saltar las alarmas en varios países. “Esta es una situación que no es de Panamá o Colombia; es un tema que toca abrirlo al multilateralismo”, aseguró el director de Migración Colombia, Juan Francisco Espinosa.
La cantidad de niños y adolescentes que cruzan por allí se ha multiplicado se ha multiplicado por más de 15 en los últimos cuatro años, según alertó Unicef. De 109 que pasaron en 2017 a los 3956 que lo hicieron en 2019 y 1653 en 2020.
Informes oficiales de Colombia señalan que cerca de 50 000 personas atravesaron la frontera del Darién desde 2017. Incluso, en 2020, esta migración irregular no se detuvo pese a la pandemia. Según la Defensoría del Pueblo, el año pasado se reportó el paso de más de 6400 personas.
La selva es una de las regiones más peligrosas en el trayecto utilizado por los migrantes para llegar a América del Norte. Cientos han muerto allí y otros tantos han corrido la misma suerte sin que se tenga noticia de ellos.