El joven activista cubano Javier Larrea, defensor del bienestar animal en la isla, se solidarizó con la periodista Karla Pérez González, a quien el régimen castrista le prohíbe entrar a su país.
“(…) no puedo callar ante las injusticias y no puedo dejar de decir lo que pienso. Las razones de la persecución de Karla fueron políticas y las mías de otro corte pero víctimas ambos de la misma maquinaria que gestó todo”, refirió en su perfil de Facebook, Larrea.
“A Karla se le ha negado entrar a su país, se le ha vetado el derecho de regresar a su tierra que no es propiedad privada de nadie. Es donde creció, donde tiene su familia, amistades, conocidos, recuerdos y experiencias que nunca olvidará. Se le está negando un derecho humano y eso es condenable. Nadie puede usar tal arbitrariedad. Todos estamos construyendo una nueva nación desde lo que hacemos y eso es lo importante”, subrayó.
Karla Pérez, quien quedó varada en Panamá el jueves 18 de marzo, luego de que el régimen cubano le impidiera entrar a su país, ya tiene en sus manos el carnet que la acredita como solicitante de refugio político en Costa Rica.
En comunicación con ADN Cuba, la joven de 22 años, explicó que el documento actual es provisional, pero le permite permanecer legalmente en el país hasta que reciba resolución favorable.
Tras concluir sus estudios en la Universidad Latina de Costa Rica, Pérez había planificado volver a la isla para reunirse con su familia, pero en el aeropuerto de Tocumen, —escala antes de aterrizar en La Habana—, mediante un audio enviado a los directivos de Copa Airlines, un funcionario del régimen advirtió a la aerolínea que ella no podía regresar a Cuba.
Karla Pérez ingresó a la nación centroamericana en mayo del 2017, después de una propuesta de El Mundo para realizar una pasantía permanente que le permitiría finalizar sus estudios universitarios, tras ser expulsada de la Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas (UCLV) por colaborar con el blog del grupo disidente Somos+, aborrecido por el castrismo como cualquier otra organización contestataria.
En este centro de estudio también ha sido hostigado, acosado y amenazado por la Seguridad del Estado, Javier Larrea, a quien por defender su activismo y denunciar las arbitrariedades del régimen con las que no coincide, fue advertido que podía convertirse en “la próxima Karla de la universidad”.
A continuación compartimos íntegramente la publicación en Facebook, de Javier Larrea, donde relata lo que aconteció en la UCLV relacionado con la expulsión de Karla Pérez, y los atropellos de los que él también ha sido víctima.
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Recuerdo que estábamos merendando en cinco minutos de receso que teníamos entre un turno de clase y otro. De pronto llega un profesor y nos dice que debíamos entrar al aula para darnos una información importante. Resultó ser una 'charla sobre Karla, la contrarrevolucionaria'.
Fueron casi 90 minutos recibiendo información sobre lo que ella hacía, de su activismo, de su militancia en el partido Somos + y también nos leyeron algunos de sus escritos. Todo resultó ser más de lo mismo: una avalancha de vituperios hacia lo que ella hacía.
En una parte de la conferencia que se estaba haciendo decido levantar mi mano para dar mi opinión y dije aturdido en medio de todos los que me rodeaban: 'Pero lo que ella escribe ahí es la cruda realidad'.
No se hizo esperar las miradas acusadoras sobre mí y creo que fue la primera vez que empecé a marcar la 'nota discordante'.... Siempre fui respetado entre mis compañeros de aula y mis profesores y emitir aquel criterio había constituido comenzar a poner en 'duda' mi persona y todo lo que viniera de mí, por manifestar lo que creía, como también lo hice en su momento con lo que le sucedió a una amiga del aula que participó en la World Learning, donde yo también iba a participar y no se dio la ocasión porque comenzaría el Servicio Militar cubano. Jamás cedí a chantajes de nadie para alejarme de esa amistad.
No cedí a la presión de algunos profesores, ni de amigos, ni de autoridades de la FEU, ni del propio Riveron o Cristian - como se hacía llamar, que era en aquel entonces el Jefe de la Seguridad de la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas. Mi amistad con esa amiga se ha mantenido hasta los días de hoy y afortunadamente ha transcurrido su universidad sin más contratiempos que los que tuvo que enfrentar en aquella ocasión y por los cuales también atravesé yo por mi activismo. Muchos se me acercaban y me decían al oído: "Serás la próxima Karla de la universidad", "ten cuidado con lo que haces"; "estás metiéndote en tremenda candela".
Todo esto yo se lo contaría más tarde a Karla en una conversación muy amena que tuvimos en WhatsApp porque nunca tuve la oportunidad de conocerla a profundidad personalmente.
En cada paso que yo daba tenía que lidiar con las citaciones al Departamento de la Seguridad del Estado de la universidad. El tal Cristian que le hizo la vida "un yogurth" a Karla también trataba de hacerlo conmigo. Cuando me entero de su expulsión de la universidad sentí un dolor tan grande, a pesar de no ser amigos. Su dolor fue mi dolor. Jamás olvidé aquellos días. Comencé a seguir su caso por las redes sociales, por internet y unos meses más tarde sale un vídeo en la revista El Estornudo sobre Karla, de cómo había seguido su vida en un país completamente desconocido para ella, de que estaba estudiando periodismo y escucharla contar los hechos de cómo había sucedido todo en su proceso de expulsión me hizo llorar desconsoladamente, me deprimí porque yo comenzaba a vivir en carne propia lo que ella había sentido en su momento: el rechazo de la institución, el ser visto como un criminal, pasar de tener una conversación en los pasillos a solo limitarme a dar los buenos días.
Me fueron aislando y yo a la vez me fui aislando también. Lo detalles que antes en un examen podrían llegar a ser considerados como un 5 - y un 4 + se convirtieron en 3. Fue un ataque psicológico más que todo. Reuniones con mis padres, reuniones con mis compañeros de aula. Reuniones donde un profesor (que al ser uno de los más respetados de la Facultad) gozaba con la plena libertad de ofenderme delante de todos, de llamarme como le diera la gana. Verme en medio de conferencias de subversión dadas por el propio Riverón en las aulas de Derecho donde "casualmente" siempre comenzaban con mi año y donde el tema más profundizado terminaba siendo "bienestar animal".... sin mencionar mi nombre claro, porque a pesar de que yo estaba aislado dentro de la propia institución gozaba de un gran respaldo a mi persona y a mi vocación como estudiante. Eso no se podía negar hicieran lo que hicieran; solo bastaba hacer caso a la frase "A buen entendedor con pocas palabras....se sabe que es de Javier quien están hablando"...
Llegar al punto de estar en un salón con las autoridades de la provincia: autoridades del Partido, autoridades de la universidad, autoridades del Gobierno y al terminar la reunión ser expulsado de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) porque supuestamente estaba en un grupo de Facebook que se llamaba "Clandestinos" y eso me hacía ser parte también de ellos (grupo al que entré por pura curiosidad). No fue más que una justificación para expulsarme, la verdadera razón de mi expulsión había sido denunciar en Facebook el día anterior una huelga de transportistas en Santa Clara y por mi activismo en pos del bienestar animal. Molestaba que yo saliera en medios independientes cuando no contaba con los medios oficiales para hacer mi trabajo.
Cuando se terminó la reunión todos me dieron las "Felicidades" porque me había quitado "tremenda basura de arriba". Una vez más no lograron sus objetivos de "apagarme", de quitarme liderazgo entre los que me apoyaban porque con eso se nace.
Toda mi vida fui dirigente estudiantil, de la FEEM, militante de la Juventud desde décimo grado y cuando llegué a la universidad comencé a chocar conmigo mismo, empecé a ver el mundo de otra forma y a ir quitando la venda que tenía en mis ojos.
Todas las experiencias negativas que tuve terminaron siendo catalizadores de ese cambio en mí. Fue desgarrador el proceso, tengo que decirlo. Los que me conocen de cerca saben lo "comunista" que me creía y el orgullo con lo cual lo decía a todas partes que llegaba. Fidel Castro para mi llegó a ser casi un ídolo. Un ídolo que al igual que otros cayeron de los pedestales que estaban. Tengo un poco de miedo al contar esta historia que estoy contando de manera muy superficial, porque hay mucho pero mucho que tengo dentro de mí y que ni tan siquiera me alcanzaría toda la mañana para escribirlo.
Me da miedo que este texto haga volver la cacería de brujas nuevamente, pero a la verdad no puedo callar ante las injusticias y no puedo dejar de decir lo que pienso. Las razones de la persecución de Karla fueron políticas y las mías de otro corte pero víctimas ambos de la misma maquinaria que gestó todo en contra mí, desde un vídeo en Youtube para desprestigiarme y los continuos ataques en redes sociales a mi persona y a mi familia de la manera más baja y sucia.
En la fecha de hoy estoy bajo una condicional por mis méritos como estudiante que nadie puede negar, pero mi sanción es separación de la UCLV por 3 años.
Hoy es otro el contexto, al menos para mí activismo por los derechos de los animales, porque saben que tengo mi campo de acción como otros tienen el suyo; pero nunca olvidaré lo difícil que fue para mí llegar a donde he llegado.
A Karla se le ha negado entrar a su país, se le ha vetado el derecho de regresar a su tierra que no es propiedad privada de nadie. Es donde creció, donde tiene su familia, amistades, conocidos, recuerdos y experiencias que nunca olvidará. Se le está negando un derecho humano y eso es condenable. Nadie puede usar tal arbitrariedad. Todos estamos construyendo una nueva nación desde lo que hacemos y eso es lo importante.
Recuerdo en estos momentos en la entrevista para El Estornudo una frase que a mí me movió el piso y se ha convertido en un modo de vida que trato de hacer cumplir desde mis experiencias personales: "En la Cuba que quiero vivir es una Cuba en la que quepan todos".