México es un país inmenso. Un país federal. Un país formado por varios estados. Pero ninguno de esos estados es similar al lamentable estado en que debe encontrarse el periodista mexicano Fernando Buen Abad, que parece, por el nombre, ser un personaje de telenovela.
Solamente en la capital de México, se editan más de 26 diarios. Y todo indica que en ninguno de ellos dejan escribir a este Buen Abad, que no ha de ser un Abad tan bueno si tiene que ir a publicar al periódico Granma, uno de los medios de prensa más lamentables de la era moderna. Si eso no es “intromisión en los asuntos de otro país”, mañana me hago charro.
Pero a Fernando, al bueno de Fernando, eso no parece importarle, ya que tiene un currículum bastante abultado. Además de ser mexicano de nacimiento, cosa que no todos logran, Fernando es especialista en Filosofía de la Imagen, Filosofía de la Comunicación, Crítica de la Cultura, Estética y Semiótica. Es Director de Cine egresado de New York University, Licenciado en Ciencias de la Comunicación, Master en Filosofía Política y Doctor en Filosofía. Miembro del Consejo Consultivo de TeleSUR. Miembro de la Asociación Mundial de Estudios Semióticos. Miembro del Movimiento Internacional de Documentalistas. Miembro de la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad. Rector-fundador de la Universidad de la Filosofía. Todo eso para terminar publicando en Granma, que es como casarse con la más bajita del barrio.
¿Y por qué le doy tanto crédito a este Fernando, que es también Buen Abad? Ah, porque acaba de firmar un artículo calificando a Miami como “la meca del circo mediático golpista”, además de endilgar otros calificativos cariñosos a los cubanos que aquí habitamos, y que aplaudimos a una farándula que, según Fernando y su potro de combate Granma, es una “costra tóxica plagada por parásitos”.
Yo no debía contestarle a este sujeto tan director de cine y tan miembro, de esto, de lo otro y de tantos consejos, pero se ha atrevido a tanto (incluso a publicar toda su bazofia en el Granma) que dejar de ponerlo bonito me parece un desperdicio. Y no porque yo me sienta aludido directamente por esa frase en defensa de “la clase trabajadora” que parece obsesionar al Buen Abad –le recuerdo que Fidel Castro estaba igualmente obsesionado con la clase trabajadora, lo que parece indicar que a esta clase la quieren defender los que no han trabajado en su vida– cuando escribe (para decirlo con elegancia): “son capaces de vender a su mismísima progenie si alguien les prometiera aplausos en las cloacas de la estulticia. Y con esa moral de siervos, ¿cómo no van a colaborar para financiar golpes de Estado, campañas de calumnias, burlas, ofensas y todo lo que sea necesario para adueñarse de todos los mercados posibles?”
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¿Seré capaz yo de vender a mi mismísima progenie? Hmmm, si lo afirma Fernando, posiblemente sea así, aunque si lo dice en Granma, entonces digo no. Pero Fernando tiene que ir al médico urgentemente, y si puede ser a un siquiatra, mejor. Ya lo agarró la paranoia del “enemigo” y del fin “del paraíso de los trabajadores”.
No le bastaba a la dictadura cubana con los malabarismos irrespetuosos y denigrantes de Humberto López en la televisión, la mala calaña se arrejunta. Ahora Granma contrata en el extranjero a un competidor barbado y muy semiótico que parece enloquecer si no le publican algo cada 24 horas. Y este nuevo Humberto, califica a los cubanos de este lado del charco, y a la ciudad que levantaron quienes lo perdieron todo en la isla, con los más bajos insultos y sus peores instintos.
Para Fernando, la farándula de “La Habana del norte” es: “una costra tóxica de la industria cultural de masas, plagada por parásitos que gritan, desde su uniformidad mercantil, que son cada uno originales, distintos y únicos seres tocados por la mano de Dios. Y chantajean a los pueblos de mil maneras”. Pero también esa “costra” que es nostra, muy nostra, son para Buen Abad “militantes serviles del engaño, del espejismo y del hurto, cada vez más especializados en comerciar con los gustos, los sentimientos, las alegrías y las tristezas de la clase trabajadora”.
Y claro, cualquiera que desbarre contra los que pensamos distinto y no quisimos ser como los que viven del Granma, para el Granma es un amigo, un colega, un hermano de lucha, llámese Fernando o como quiera, aunque sea estético y semiótico. Pancho Villa cabalgando junto a Machado Ventura en la aventura. La cosa es insultar, denigrar, descalificar así, al bulto, haciendo gala de lo rencoroso y barriobajero que es este libelo que dice ser “órgano oficial del Partido Comunista de Cuba”.
Y uno desea que haya un trasplante de órganos lo más pronto posible, aunque este Fernando Mal Abad se quede sin un lugar que le publique sus delirios.
Ilustración de portada: Armando Tejuca/ ADN Cuba