Comencé hablando con Lidia M. Romero Moreno sobre lesbofobia y terminamos hablando de Cuba con su panorama político dividido en dos bandos: uno, anquilosado que parece moverse con los mismos actores y sus muecas de hace 60 años, con bocinas que vociferan cambios aunque nadie los vea, y otro, que está en constante caos, evolución, con actores nuevos y diversos, sin formación, con apenas tiempo para ponerse las máscaras de la política. El primero oficial, aparentemente organizado y el segundo, el oponente, el desacreditado, el sin poder alguno. Y los dos, enfrascados en una guerra de ciencia ficción, en las redes, mientras unos pocos ponen el cuerpo en la calle.
En cuanto terminó la conversación con la activista por los derechos LGBTIQ, me dije: “Esto va a ser candela. Ojalá me equivoque” pero creo que dará algunas claves sobre el pensamiento de algunos cubanos y cubanas de hoy.
Lidia Romero es emprendedora, trabaja en la tienda de diseños Clandestina, un exitoso negocio a cargo de mujeres, pero lo que estudió fue Derecho. Según ella en Cuba todo tiene que ver “no solo con la falta de aptitud ante la vida, sino que es un mal más profundo y tiene que ver con el no respeto al derecho del otro, con la falta de cultura jurídica que tiene la población cubana en sentido general, desde los funcionarios hacia abajo”, asegura.
Sin embargo, ella misma como activista reconoce que no se identifica con algunas causas, entre otras cosas, por la falta de información que existe y “desmarcarse” puede ser la palabra clave.
“No me voy a poner a corear, no me voy a poner a defender algo si no me dice nada”, y pienso en un grupo de acciones represivas que tuvieran más repercusión si contaran con más apoyo, como los allanamiento a las casas de los periodistas, mujeres golpeadas en medio de la calle y encarceladas, pero la activista por los derechos LGTBIQ tiene otros argumentos, “no sé, que tú me digas que estás en contra del sistema, ok, todos tenemos nuestras diferencias con el sistema, que me digas que quieres cambiarlo”, y se pregunta, “¿cambiar, qué? ¿Qué me das?” y necesita un programa político más que argumentos pasionales.
“Cuál es tu programa político que yo pueda estudiar y decir, yo estoy aquí”, es decir, en el que se sienta representada, “Eso no existe. Y si existe, ¿dónde está? Yo quisiera leerlo realmente y que ver que ofrezcan a los ciudadanos una plataforma política, una agenda política”, y puede que tenga razón, los partidos independientes e ilegales cubanos no han ofrecido nada coherente aún, o al menos no lo han hecho público, o simplemente carecen de madurez como para tener conformada una agenda que responda a las necesidades de los ciudadanos que pudieran representar.
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No compartir material considerado político o material subversivo en las redes es otra de sus estrategias y que son representativas de lo que, nos guste o no, forma parte del ser cubano o cubana hoy en día. Como mucha gente, Lidia Romero prefiere “en lo personal” no convertirse en “aliada” de las “personas que están consideradas como opositoras, que son mal vistas, que están marcadas, no creo que vaya a avanzar”, y es el mismo análisis que me hizo mi madre un día cuando vio que me involucraba demasiado con gente conflictiva, que pensaba diferente.
La activista por los derechos LGBTIQ pone como ejemplo “lo que ha pasado con el 349” y cree que hacerse eco de esos reclamos en las redes “no es estratégico”.
“Siempre digo que esos derechos me interesan como ciudadana pero yo con este gobierno, con otro, o con el que sea voy a estar defendiendo los derechos de las personas LGTBIQ” porque cree que “no podemos llevar todas las batallas” y ella está en el “grupo de ciudadanos que nos estamos ocupando de determinados temas”, y aunque parezca contradictorio reconoce, de alguna manera, los esfuerzos de otros grupos que “persiguen un cambio de gobierno o cosas más radicales”, porque todo es “una cuestión de estrategia no de estar a favor o en contra del socialismo o del capitalismo”.
Lidia Romero cree que la nueva Constitución traerá cosas positivas.
“Es que esto es lo que me da Cuba. Ahora me da una Constitución donde, critíquese o no, lo positivo que veo es que es más amplia que la del 76 y voy a poder exigir mejor y voy a poder denunciar mejor dentro y fuera de Cuba. Y me buscaré el mecanismo para hacerlo porque es tan legítimo hacerlo afuera como adentro”, como si la Ley de leyes o los que la redactan permitieran algún tipo crítica o exigencia, aunque reconoce que esa justicia que necesitan las personas no heterosexuales tampoco la encontrarán a través del Cenesex así que también se “desmarca” de las delegaciones oficiales.
Para la activista basta con tener un “objetivo y un discurso de derecho y no mentir porque te desacreditan”, y quizás no sabe de los informes que se han enviado a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos por otras organizaciones donde no se miente y sus activistas terminan desacreditados, amenazados, coaccionados y muchas veces, encarcelados.
Mientras, Lidia Romero tampoco cree que sea “el momento para ponernos a trabajar solamente por los derechos de las mujeres lesbianas”, y pese a que a la activista, no le gusta “etiquetar” porque es solo “una mujer que ama”, y “no puedo dedicarme a un solo derecho porque sería desgastarme”, prefiere trabajar en “los derechos de todas las personas LGTBIQ” y es firmante de las 63 demandas que aparecen en el #AcciónLGTBIQuba, “donde, de manera horizontal, nos reunimos e independientemente de posiciones políticas e ideológicas, de la manera que lleves el activismo o el proyecto en las redes, cuando llegamos allí solo hablamos de intentar impulsar nuestros derechos”.