* Por Frank Correa
Vuelto un fantasma de los nuevos tiempos se erigen las ruinas del Rumba Palace, un viejo bar en 5ta Avenida, municipio Playa, La Habana, muy famoso antes de 1959 por su vida bohemia y su glamour.
Su dueño, Alipio Pi, no ha dejado un día de lamentarse al ver en lo que se ha convertido su antigua propiedad.
“Lo sufro en el alma, todos los días. Porque si el Rumba Palace fuera mío todavía estuviera floreciente, brindando servicio y dando dinero, como en los viejos tiempos. Mira, el horno, es lo que más me duele, porque ese es un horno bien hecho y el que sabe de lo que hablo concordará que es lo principal para un restaurante. Cocinaba parejo. ‘El Chori’ me decía siempre que lo mejor que tenía el Rumba Palace era el horno y la comida”.
Gervasio Fonseca, vecino del restaurant, con noventa años viviendo en el barrio, recuerda:
“En aquella época, antes de la revolución, en la cuadra había doce bares, cinco posadas y cinco puestos de fritas. El Rumba Palace era uno de los lugares más frecuentados, porque aquí tocaba El Chori de nueve a diez, en una hora estelar, ¡y ese sí que era un personaje! Luego se iba a tocar a otros bares y yo lo acompañaba, porque El Chori era primo mío y mi tarea era abrirle el camino. Si te lo perdías en uno lo encontrabas en otro bar, con suerte junto a Marlon Brando acompañándolo con la tumbadora, o al Benny y su descarga”.
El restaurante Rumba Palace fue cerrado por el nuevo gobierno revolucionario, junto a todos los bares, puestos de fritas y negocios particulares. Un barrio famoso por su vida nocturna y obsesión de los buscadores de aventuras, se convirtió en una zona sumida en un silencio perturbador.
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“Todo lo que era divertido de pronto fue censurable”— comenta Alipio— “las putas, el juego, la bebida. Los dueños de negocios nos hallamos culpables y por miedo hasta renunciamos a los locales, que eran patrimonios de las familias”.
Alipio ha seguido la vida del Rumba Palace cada día de su vida hasta hoy, y se lamenta al ver en lo que terminó el sueño de su familia.
“Primero lo cogieron como local de clases, para militantes comunistas. En el 70 fue un almacén de propaganda y taquillero de policías. No fue hasta 1986 que se dieron cuenta que el Rumba Palace era un bar, y que su situación en 5ta avenida era privilegiada, pero por estar enclavado en la vía del Comandante en Jefe se mantuvo con bajo perfil, con los borrachos del barrio y las prostitutas, que se arriesgaban a ir presas”.
Cuando se restauró el antiguo Coney Island en 2007, también remozaron viejos locales de la zona como el Mare Aperto, que lo convirtieron en una tienda en divisas, El Himalaya, transformado en heladería, el Rumba Palace que otra vez fue un restaurante, con techo de yaguas que recordaba a aquel de 1959, porque los miembros de la comunidad le exigieron a Alipio que participara en el rediseño.
El Rumba Palace fue reinaugurado en 2007 pero a los diez meses tuvieron que cerrarlo por reparación. Luego de una larga demora en la ejecución de la obra, se reabrió en 2013 con ofertas de comida criolla y bebidas, pero su duración fue corta también, hoy se encuentra en ruinas. Cada día que pasa en ese estado es una agonía más para Alipio.
A pesar de estar destruido completamente y haberlo perdido, su antiguo propietario, el viejo Alipio, se detiene en el detalle del horno:
“Fíjate que sigue intacto, como en el 59 cuando me lo quitaron. No le falta ni un ladrillo y el tiro continúa vertical. Quisiera volver a tener veinte años ahora para luchar por él, pero hoy mis fuerzas solo me dan para mirarlo, sufrir y recordar”.