La empresa cárnica Tradisa, de Holguín, salió en defensa del ministro cubano de la Industria Alimenticia con un post donde dice que las tripas de animales son un producto “de élite” a nivel mundial.
Con unas fotografías que harían babear a los hambrientos cubanos, la institución da la imagen de que en Cuba todo marcha bien, con los anaqueles de las tiendas llenos de alimentos y los bolsillos del cubano con dinero suficiente para comprarlos.
Sólo hay que ver las imágenes: largas y jugosas longanizas, chorizos, salchichas… Alrededor, tomates rojos, cabezas de ajos, pimientos y molinillos de pimienta, artículos y alimentos que ya son leyenda en la isla de los Castro, donde todo “está perdido”, como dice el cubano de a pie, es decir, donde todo está en falta.
¿A dónde irán a parar los productos de Tradisa? Solo Dios, con su omnisciencia, debe saber el destino, porque los isleños jamás han visto un jamón holguinero.
Por supuesto, los comentarios de los fieles al régimen y sus sabuesos en redes sociales no se hicieron esperar. “Felicidades a los trabajadores de Cárnica Tradisa Holguín por mantenerse en el camino de la soberanía alimenticia como ha dicho el ministro del ramo”, declaró un usuario, en un lenguaje que recuerda al de las tribunas abiertas.
El ministro al que se refiere es Manuel Santiago Sobrino, apodado por la malicia popular como “el ministro del Hambre”. Al desdichado le tocó dar una explicación delirante en el programa oficialista Mesa Redonda que le encomendó algún jefazo del régimen, porque para estas cosas tienen a sus voceros y peones.
Dijo que enfrentaría la escasez de alimentos con gallinas decrépitas y tripas de cerdo, lo cual provocó la indignación entre los cubanos que, no por aguantar sordamente los abusos del régimen, dejan de alzar su voz de vez en cuando para que los dioses conozcan su enojo.
Al pobre Manuel, un mayordomo en la corte de Raúl Castro, le tocó la peor parte, pues ahora todo el mundo se burla de él —memes van y memes vienen—, aunque tal vez el ministro no se entere, protegido allá arriba, en la soledad del poder.
Mientras tanto, la empresa Tradisa enseña sus delicias al pueblo, cuya única salvación es la croqueta conformada y algún picadillo de soya, que se ha convertido en plato de lujo de la noche a la mañana.