Cuando en la película 'La vida de los otros' el dramaturgo Geog Dreyman consultó los archivos de la Stasi y comprobó que el capitán Gerd Weisler le encubrió, salvándole de un posible encarcelamiento, se entregó a la tarea de escribir una novela titulada: Balada para un hombre bueno, dedicada, según su prefacio: “Al agente HGW XX/7 Con agradecimiento”. Así, la víctima y el victimario congeniaban líricamente.
El thriller alemán, laureado con más de cincuenta premios, incluyendo el Oscar y el Globo de Oro, intentaba humanizar a través de la ficción a uno de los agentes de la policía política más formidable de Europa del Este, la cual enumeró en su plantilla a 90 000 empleados y 180 000 informantes, quienes no tuvieron escrúpulos en delatar a padres, hermanos, cónyuges, hijos y a cuanto pariente o amigo transgrediera o no las reglas.
“Cuando no existe el enemigo, hay que crearlo”, rezaba el slogan de la Stasi. Esta maquinaria represiva fichó al 98 por ciento de la población de la Alemania Oriental y animalizó psicológicamente a la mayoría de sus disidentes hasta hacerles sucumbir en el alcoholismo.
Tras la caída del muro berlinés, se creó la Insiderkomitee, una organización rebautizada eufemísticamente como ‘Sociedad de Apoyo a los Derechos Civiles y la Dignidad del Hombre’, para ejercer el activismo a favor de los exempleados de la Stasi, por medio de libros, reclamos, petitorias y la exigencia del cierre de la antigua cárcel de dicha institución en Berlín, hoy convertida en museo. Por consiguiente, no es descartable que el celebérrimo film responda a las estrategias de esta asociación.
En consecuencia, Hubertus Knaabe, director del museo de la antigua prisión de la Stasi en Berlín, alegó no conocer ninguna historia análoga ‘al ficticio capitán Weisler’, no permitiendo el uso del museo para la filmación, amparado en una normativa que sólo autoriza trabajos documentales. No ficciones.
Vale reconocer que el éxito de la película se debe en mayor medida a las actuaciones de Ulrich Mühe, Sebastian Koch, Martina Gedeck y Ulrich Tukur. Pero el guion de Florian Henckel fue la nota discordante del film, resultando poco creíble que la temible Stasi pareciera una ‘agencia amateur’ comparada con su predecesora la Gestapo.
A más de 8 200 kilómetros al oeste de Berlín otras ficciones descorren superhéroes tropicales de doble cara como Amaury, David, Reinier, El hombre de Maisinicú, Julito el pescador y el manco chivatón de ‘Sector 40’. Por solo nombrar algunos ejemplos.
A pesar de la debacle socioeconómica que abruma a la isla, si alguna tarea fue cumplida a cabalidad por parte del régimen cubano durante 60 años de coacción, ha sido la exaltación de los agentes encubiertos de la Seguridad del Estado, todos, con la única encomienda de desmantelar los ‘planes subversivos’ contra la dictadura.
Charanga para ‘los hombres buenos’
Si el primogénito Sector 40 y las consecutivas teleseries y películas consagradas a ensalzar la imagen de los segurosos tuvieron una nutrida teleaudiencia se debe a que los roles protagónicos fueron encarnados por actores de primera línea. Igualmente sirvió de gancho que los personajes negativos fueran interpretados por histriones fuera de series como Reinaldo Miravalles y Enrique Santisteban.
Animalizar a los enemigos de la revolución fue el superobjetivo de las dramaturgias oficialistas, con mayor ensañamiento sobre los alzados del Escambray, tildados de bandidos y criminales capaces de aplastar brutalmente con un seboruco el cráneo de un bebé. En cambio, las tramas escondieron los excesos de las milicias de la ‘lucha contra bandidos’ (LCB) y las reconcentraciones al estilo weyleriano de los pobladores del macizo montañoso.
Al estrenarse el serial soviético ‘17 instantes de una primavera’, el régimen intentó hacer una parodia con el thriller ‘En Silencio ha tenido que ser’, donde los personajes de David y Reinier delineaban a fríos y eficientes agentes del contraespionaje. Así, Cuba no solo mostraba su habilidad en aniquilar al enemigo interno y los agentes de la CIA. Esta vez añadía a la trama la exportación de revoluciones, la modalidad que más complacía al entonces máximo líder. Después, como subproducto apareció el serial Julito el Pescador.
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Tras los fusilamientos del general Ochoa y el coronel Tony la Guardia se produjo un impasse en las producciones. Los repulsivos agentes José Fernández Brene (Orión) y Percy Alvarado (Fraile) no aportaron vivencias atractivas para inspirar a las dramaturgias. Concluyentemente, ni el fantasioso sabotaje a Tele Martí, ni las explosiones en los hoteles de La Habana estimularon las realizaciones de teleseries.
Al contrario, las corruptelas en la aduana del aeropuerto internacional José Martí y la reacción tardía de la policía política, que permitió la penetración de varios kilogramos de explosivos, cuyos estallidos provocaron la muerte de Fabio DiCelmo, un joven italiano convertido en oportuno mártir, hacen sospechar, que dicha historia fue guardada en el frigorífico para disimular los estercoleros de la Aduana General de la República y la Seguridad del Estado.
El revés de los últimos soldados de la guerra fría
Amén de ser dirigida por Oliver Assayas y tener un reparto encabezado por Penélope Cruz, Edgar Ramírez, Gael García y Leo Sbaraglia, el film 'La red avispa', hasta hoy, no ha podido recuperar los costos de realización y pasó inadvertidamente por el festival de Venecia.
Sucumbiendo a la agresividad de las críticas, se deduce que ni reforzándola con Meryl Streep, Robert de Niro, Al Pacino, Leo Di Caprio y agréguele los actores que quiera, la película saldría airosa ante la mirada inquisitiva de los cinéfilos, pues resulta muy difícil atrapar la atención de los espectadores con una historia tan mediocre basada en espías de cuarta categoría. Incluso, aún no sabemos si dos famosos que apoyaron ‘la causa de los cinco’ como Danny Glover y Peter Coyote vieron la cinta y emitieron sus opiniones.
El thriller de dos horas de duración enredó en su torbellino problemas domésticos, escenas desordenas e inconclusas y, sobre todo, mucha confusión, ocultando intencionalmente que a Gerardo González (el líder de la red) el FBI le cableó el apartamento y obtuvo valiosa documentación sensible y comprometedora. Entre ella: las felicitaciones de la alta dirección del régimen por el derribo de las avionetas y solicitudes al Minint de cantidades infladas de dinero para ‘cubrir’ los gastos de las operaciones.
A juzgar por la frialdad con que fue acogida la película por parte del régimen, se respira un marcado desinterés por sublimar las imágenes de agentes torpes y corruptos, aunque las libras de condecoraciones colgadas en sus pechos les obliguen a doblar el torso.
Del lado opuesto a las fanfarrias de los cinco espías aparece Roberto de Jesús Quiñones Haces, Silverio Portal y cerca de un centenar de opositores al régimen, quienes permanecen encarcelados, lo mismo enfermos que bajo condiciones infrahumanas, resistiéndose a la animalización psicológica de los verdugos de la policía política.
Solo resta batallar para que la Seguridad del Estado tenga el mismo destino que la Stasi y sus archivos nos revelen el daño causado por los informantes; las espeluznantes deshumanizaciones sufridas por los opositores y los nombres y apellidos de sus victimarios. Algo que ni los famosos ni los renombrados directores podrán ignorar.