¿Por qué amenaza con matarse una adolescente en Caibarién?

Una adolescente de 12 años de edad y vecina del Reparto Aeropuerto en esta Villa Blanca, intentó suicidarse porque estaba harta de su familia, que la usaba diariamente para conseguir bebidas alcohólicas y cigarrillos en el vecindario, y más.
Adolescente cubana amenaza con suicidarse
 

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A Oslaidys Reyes Álvarez se le ocurrió refugiarse esa mañana en lo alto del tanque del agua de El Crucero, sitio frecuente donde se escondía. Ella, de 12 años de edad y vecina del Reparto Aeropuerto en esta Villa Blanca, estaba harta de su familia, que la usaba diariamente para conseguir bebidas alcohólicas y cigarrillos en el vecindario, y un poquito más allá.

Con ese fin, la adolescente tenía que inventarse maniobras para no terminar hostigada por su parentela, pidiendo dinero casa por casa, o yendo a mendigar todo lo imaginable en La Picadora (suburbio colindante), cuando fuera imprescindible hacerlo,  y todo para que “no me mataran a palos”.

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Bárbara Álvarez Delgado, madre de 32 años, es usufructuaria de una precaria vivienda conocida como “el frente 20”, justo detrás del complejo vacacional “Villa Caoba”, regazo en donde otros han levantado, con lo que han resuelto, sus albergues.

En el típico núcleo disfuncional, vive también el padrastro, con arrastres compartidos de dependencias y/o adicciones febriles.

Pero hasta ayer mismo, la familia no era noticia. A la joven siquiera la conocían en el Hospital de Día del Municipio, porque nadie antes la había tratado.

El centro hospitalario fue diseñado en el Periodo Especial de los famosos 90s, para atender a los muchos caibarienenses que perdieron su brújula y necesitaron de reposo y medicaciones urgentes.

A pocos metros de allí, en el Reparto La Torre, está enclavado ese tanque (des) comunal propiedad de la extinta agrupación Acueductos y Alcantarillados (CONACA), hoy adscrita a la Empresa de Servicios Comunales, obsoleto casi desde su inauguración, y ahora una mole de cemento y aceros que con la presión hidráulica destrozó las viejas cañerías de la República, y que fuera construido durante el “realismo socialista” en los 80s.

Por allí ascendió rauda y veloz la muchacha esa mañana, desesperada ante la imposibilidad de poder “resolver” —este 4 de agosto— “el trago salvavidas”.

Tan pronto fue avistada en El Tanque, alguien llamó a la policía y de inmediato mandaron los bomberos. La ambulancia llegó un rato más tarde.

Entonces, aprovechando la alarma desatada, amenazó con tirarse si los de abajo seguían insistiendo en lo contrario, o alguien osaba subirse por la macabra escalera.

La persuasión, para evitar la caída anunciada por ella en cuanto apreció el protagonismo que le otorgaba el tumulto, era única arma disponible de las autoridades a esa meridiana —y canicular— hora del día.

Buscaron a la mejor amiga, vecinita que pudo hablarle directamente cuando por fin los guardias despejaron el área. La madre, bajo los efectos del alcohol, amenazaba a los auxiliantes con responsabilizarlos “si mi hija se me mata”.

La amiguita le dijo que subiría, si ella quería, “para ayudarte a bajar, porfa”. Oslaidys pidió entonces, inesperadamente, “que trajeran a Freddy”.

Freddy es el marido de su tía, hermana menor de la madre. Tiene 31 años y está de pase de la prisión donde cumple sentencia.

Una vez arribado el “tío político” a las vigas de hormigón donde la chica descansaba, accedió a bajar colgada del brazo.

Con la promesa de “que no vas a regresar a tu casa, con tu madre”. 

Él la acompañó solo en el traslado al Hospital. Luego de intervenir satisfactoriamente para que “sin perreta te dejes poner la inyección” —sedante que el doctor recomendara—, se quedó adormecido mientras esperaban el traslado definitivo.

Oslaidys fue ingresada en Santa Clara. En una sala especializada en trastornos conductuales del sanatorio que atiende adolescentes de su edad. Deberá pasar allí varias semanas de recuperación antes de ser expedientada como paciente estable.

Los funcionarios presentes en el escandaloso acto musitaron una promesa largamente acariciada por los vecinos: “habrá que recortar esa escalera”, bautizada por Ramón, profesor de idioma inglés que vive cerca, como “Stairway to Hell” o Escaleras al infierno.

Los infantes de la zona acceden al precipicio de manera fácil, pues la escalera metálica con oxidado envoltorio llega hasta ras del suelo. Cualquiera puede treparse al techo sin problemas.

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Al final no hubo que usar las fuerzas del orden para evitar nueva desgracia.

Se encausaron las emociones colectivas bajo consejo del especialista en siquiatría que allí se personó, hombre cuya labor monumental no descansa –ni tiene el reconocimiento debido— en un pueblo con largo historial de suicidios y atentados a menores, los más recientes como consecuencia de la crisis puertas adentro que sufre la nación.

Entre violaciones y tratamientos clínicos, recetas constantes para evitar futuras pérdidas físicas o trastornos cerebrales, se debate la labor del departamento de Psiquiatra Infantil y atención especializada a menores del MINSAP.                                                                              

 

 

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Escrito por Pedro Manuel González Reinoso

(Caibarién, Las Villas, 1959) Escritor Independiente. Economista (1977), traductor de lenguas inglesa y francesa (1980-86). Actor y Peluquero empírico. Fundador de ¡El Mejunje!, Santa Clara (1993) donde nació a Roxana Rojo. Trabajos suyos incluyen poesía, artículos, ensayos. Su personaje aparece en varios documentales del patio: "Mascaras" y "Villa Rosa" (Lázaro Jesús González, 2015-16), "Los rusos en Cuba" (Enrique Colina-2009). Fue finalista del Premio Hypermedia de Reportajes en 2015.

 

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