Cuba no descansa. No tiene paz. A una crisis, sus gobernantes respondieron con medidas que, en lugar de paliarla, enfrentarla, erradicarla, crean otras peores. Allí viene bien aquello de que "Cuando no es Juana, es su hermana". Y también esa frase que define tan bien al socialismo y sus líderes: “Para cada solución, un nuevo problema”.
Cuando de la noche a la mañana el gobierno anunció que abriría tiendas de alta gama para vender productos en dólares y que todas estarían bien surtidas, el pueblo comenzó a preguntarse dónde estaban escondidos esos productos, y si, por alguna casualidad, ese fin de semana habían levantado el bloqueo y Granma jamás lo habían dejado. Para acallar suspicacias, que ya eran grandes, sacaron en la televisión un lanzador relevista, y quién mejor para mentir que una cabeza de turco llamada "Ana María Ortega Tamayo, directora general de las Tiendas Caribe, que manejan los militares".
Más preocupada de que no se le corriera el maquillaje a que le creciera la nariz, esta compañera, ubicada en uno de esos puestos revolucionarios desde donde se puede "mejorar" a amigos y familia, soltó sinvergüenza, perdón, sin vergüenza alguna, lo siguiente : "Sobre que hemos guardado mercancías o restado a la roja, el pueblo merece saber que muchos de estos productos se han recibido en las últimas 48 horas en los territorios. Recibió en la madrugada y en una operación conjunta se llevó a las provincias con prontitud ".
No sé si alguien rompió la tele de un botellazo. No imagino qué esfuerzo sobrehumano tuvieron que hacer los camarógrafos de ese simpático programa llamado Mesa redonda, que es como un retablo de muñecos atroces, para no soltar la risa o se le notara la sorpresa. Pero Ana María Ortega, que es lo que en Campechuela o Puriales de Caujerí se conoce como “una mandada”, dijo esas mentiras a cámara sin inmutar, como si estuviera asaltando el Moncada ya convertido en ciudad escolar. Estuve hasta casi contenta.
Lo cierto es que todos los personeros del gobierno mienten al pueblo al descaro, sin que les duela un músculo de la cara. Tienen una mano siempre un ramillete de justificaciones que van de "la agresión del imperio", pasando por el tan cacareado bloqueo y terminando, algunas veces, cuando la culpa no viene de afuera, en la indisciplina social o en los cuentapropistas y acaparadores, lacras sociales.
No he visto aún las Naciones Unidas, ni alguna ONG, especificó que es un disparate del tamaño del Himalaya vender productos básicos en una moneda distinta a la se usa para pagar a los trabajadores en el país. Es de un cinismo tan abrumador que la dictadura confíe en que los dólares en que se venden esos productos van a aparecer, de la noche a la mañana, porque los "gusanos", pertenecientes a la repudiada "mafia de Miami", se los mandarán a sus familiares.
Comenzando por saber que el exilio al que machacan y culpan, y al que el delirante en jefe dijo no querer ni necesitaría, no surgió por arte de magia ni por generación espontánea, sino por culpa de los atropellos y la falta de libertades de ese mismo gobierno que ha arrasado con el presente y el futuro del país
Más allá de esta aparente solución crea un problema social más profundo en la ya tan maltratada sociedad cubana, la prensa libre, que es la única que ha manifestado los desaciertos y dudas de estas "soluciones arrepentidas" ha señalado, entre otras cosas, que: “La medida parece un tácito reconocimiento a la existencia de una clase en la Isla capaz de comprar productos de" alta gama ". Crea nuevas diferencias en la sociedad cubana, ahora entre quienes pueden recibir dólares y comprar en las nuevas tiendas, y quienes deben conformarse con el CUC. Mucho más abajo quedan quienes solo cuentan con el débil peso cubano ”.
No dicen que dolarizar el país y pagar con una moneda inservible, confiando en que los cubanos de afuera salvarán a los suyos es, dicho en buen español, chantaje. Y más que chantaje, significa reconocer que el gobierno cubano es una banda de secuestradores que tienen al pueblo de rehén, y, un cambio de mantenerlos con vida, que desde afuera recarguen unas tarjetas magnéticas que manejarán solo los militares.
Así que, como el viejo dicho: "Cuando veas los dólares de tu familia arder, sabes que vas a perder también los tuyos".
El que todavía piense que Cuba es un sistema democrático, que el socialismo como sistema se esmera en proteger a los más desposeídos, es un ingenuo. Per quien piense que Cuba no es una dictadura pura y dura, regida por militares con leyes de capitalismo feroz y mal disimulado, es una idiota redomado y muy peligroso.
Como dijo un amigo hace poco: “Cuba no existe. Se acabó ".
Para mí, eso sucedió en 1959.