Las imágenes de un altercado violento en Santiago de Cuba, con resultado mortal, constituyen la punta del iceberg de una realidad ya imposible de esconder.
En los últimos meses, las redes sociales han puesto sobre la mesa un problema grave que el gobierno de Cuba se niega a reconocer. Hace poco, también se supo de dos jóvenes asesinados en la playa de Guanabo, La Habana; y otros dos tiroteados por la policía e incluso un policía muerto en Calabazar.
No hay datos confiables en Cuba sobre la violencia, ninguno. No obstante, el Índice de Paz Global considera que la isla aparece en el lugar 86 por la "inestabilidad política" y el "aumento leve" de los homicidios, según dijo uno de sus responsables a la emisora Radio Martí.
Lo que hemos visto en Santiago de Cuba, Guanabo o Calabazar es solo una muestra de lo que sucede en todo el país. La prensa oficial se ha visto obligada a informar escuetamente de algunos de estos hechos, pero solo los que escapan al control del régimen. Mientras, los medios oficiales mantienen una cobertura permanente sobre crímenes en otras partes del mundo, particularmente en Estados Unidos.
Y mucho menos se habla de las causas o posibles soluciones a una situación tan compleja.
¿Quiénes se ven más afectados por los trágicos incidentes conocidos? Ciudadanos pobres, de barrios, que la desidia y la perenne crisis marginaliza y deteriora continuamente, donde residen hacinados en maltrechas e improvisadas construcciones, prácticamente en la calle, sin estudiar ni trabajar. ¿Por qué querrían trabajar para el Estado por un mísero salario en pesos cubanos?¿Cómo podrían incorporarse al sector privado si el régimen reprime las actividades empresariales para evitar la creación de riqueza?
Se da la circunstancia de que la mayoría de estas personas no reciben remesas desde el extranjero, en una economía cada vez más dolarizada en cuanto a la adquisición de alimentos y bienes de primera necesidad. Son, de cierta forma, los más afectados históricamente por el castrismo, en todo sentido, aunque ninguna situación justifica la violencia.
En todos estos casos, el gobierno cubano es totalmente responsable por la marginalidad y la pobreza crecientes de la sociedad. Un tipo de pobreza que es la resultante de sus políticas, y ahora agravada por la ausencia de divisas para comprar alimentos. Frustración, hambre, desesperanza, represión y pandemia forman un cóctel explosivo.
Por último, casi todo el mundo se pregunta qué hace la policía para evitar estos crímenes, en un régimen policial y militarizado como el cubano. Es evidente que la prioridad es otra: perseguir a activistas de derechos humanos y periodistas independientes, multar a personas en las colas de las tiendas y extorsionar a los cuentapropistas.