El doctor Tejeda se graduó en los años setenta en medicina general y luego se especializó en geriatría. Sin embargo, con la llegada del periodo especial en 1993 se convirtió en veterinario y hoy es uno de los más buscados del municipio Playa.
“Siempre soñé con ser galeno, desde niño esa palabra me fascinaba. Fui el único profesional de la familia. Mi padre era dulcero, mi madre ama de casa. Mis hermanos todos fueron albañiles, yo el máster. Estuve muchos años ejerciendo la medicina en policlínicos y hospitales, hasta que llegó la debacle de los 90, la economía cubana tocó fondo y se convirtió en un castigo ser médico por aquel entonces”.
“No había medicamentos, ni accesorios. La higiene conspiraba contra los resultados de los tratamientos, el salario no alcanzaba, las guardias a veces eran de semanas enteras, pero lo que más me molestó fue el abismo que se abría entre las clases sociales y que los médicos aprovecharon para resolver sus problemas de subsistencia. El regalo se convirtió en la moda. Bien fuera dinero, ropa o alimentos, pero la verdad era que se trataba mejor al paciente que pudiera aportar más”.
Tejeda cuenta que un día vio en la calle un perro enfermo, lo recogió y lo llevó a su casa para curarlo.
“Fui mi amigo fiel hasta que murió de viejo, pero feliz, y con hogar. Era más agradecido que cualquier ser humano. Me acompañaba a todas partes. No se dormía hasta que yo me acostaba. Me dio una gran lección. Decidí cambiar la profesión. Abrí una clínica en la casa y hasta ahora me iba bien, pero con la crisis del COVID-19, donde todo se ha detenido, me estoy tomando un descanso”.
Tejeda fue quien primero habló de la peligrosidad del coronavirus en su barrio, alertando a la gente a que se cuidara. Pero nadie le hizo caso. Escuchaban las noticias sin mucha atención, el drama del contagio era en China, nadie creía que cruzara el Atlántico.
“Lo advertí desde el primer día, no solo que llegaría al Caribe, también que invadiría el mundo. Los coronavirus son una familia grande y éste, que era nuevo y desconocido, desde el primer momento me dio mala espina. Mi opinión personal es que salió de un laboratorio, pero si fue por el desorden alimentario de los mercados de animales vivos, igual los chinos son responsables de esta pandemia que azota al planeta”.
El doctor Tejeda se ríe cuando escucha a los políticos poner fecha término a la cuarentena.
“Los políticos no son de fiar, el que no es un oportunista es un soñador y les aseguro que habrá coronavirus para rato. Todavía mucha gente más va a morir. El verdadero drama nefasto aún está por llegar”.
Sobre su clínica de animales explica: “Ahora estoy cerrado y solo atiendo si es un caso grave. Los medicamentos se me han agotado y tengo un envío de vacunas en Estados Unidos que con el cierre de fronteras no ha podido llegar. Estoy utilizando la medicina alternativa para mi trabajo. Ayer curé a un loro con cocimiento de orégano y a un perro comido por la sarna con aceite quemado.
Mantengo mi opinión de que los animales son más agradecidos que los humanos. Como veterinario cobro la consulta y los medicamentos, pero de médico, además de mi salario, tenía que coger el regalito por debajo de la mesa, de manera obligada, pues los familiares de los pacientes se ofendían y pensaban que no estaba haciendo bien mi trabajo si se los rechazaba”.
Sobre las misiones médicas cubanas en tiempos de pandemia el doctor Tejeda acota:
“Son tareas revolucionarias. Se bien cómo funciona el entramado. Desde la escuela te van forjando ese carácter de obediencia y cuando eres especialista no puedes negarte, porque es como si violaras el juramento hipocrático. En Cuba es bueno señalar que existe una versión de ese juramento. Por eso y por otras cuestiones que no quiero referir, cambié el cuidado de los humanos por el de los perros y los gatos”.