La “coyuntura”, esa etapa eufemísticamente nombrada en septiembre del año pasado por la escasez de combustible en Cuba, se niega a morir. A las sanciones económicas de Washington y la inoperancia de un gobierno totalitario y sus políticas económicas, ahora se suma un nuevo factor, de mucho impacto, que la revive, le da bríos y amenaza con hacerla potencialmente eterna o muy duradera.
Se trata de la pandemia del nuevo tipo de coronavirus, la cual obliga a tomar medidas de elevado perjuicio para la economía de cualquier país, más aún la cubana, precaria y en extremo dependiente de sus importaciones y un turismo totalmente paralizado por la enfermedad.
Debido a esta situación, el coronavirus se suma así a las razones por las cuales la coyuntura cubana se incrementa, y ello, lógicamente, obliga al régimen a nuevas medidas, quizás patadas de ahogado, para intentar sobrevivirla; más aún cuando las medidas necesarias, que pudieran verdaderamente redimensionar las potencialidades económicas de la isla, no son contempladas por la cúpula gobernante.
Para presentar nuevas medidas y fortalecer el enfrentamiento al nuevo coronavirus en el país, el Consejo de Ministros de Cuba creó un grupo de trabajo temporal, el cual está presidido por el vice primer ministro, Alejandro Gil Fernández, y conformado por los titulares de varios ministerios.
El “selecto” grupo compareció el viernes en la Mesa Redonda para anunciar un grupo de medidas y tratar de calmar a la población aduciendo supuestas fortalezas de Cuba para contrarrestar la crisis que genera la pandemia.
Entre dichas fortalezas mencionaron la existencia de una economía planificada centralmente, que, dijeron, pese a ser cuestionada permite “tomar decisiones en favor del pueblo” y no asignar los recursos bajo los dictados del mercado, buscando rentabilidad. Otras fortalezas citadas fueron “la soberanía en el manejo de los recursos presupuestarios”, “la política social inclusiva” y “la experiencia en medidas de ajuste, por ser una economía asediada durante más de 60 años”.
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Según refiere Cubadebate, a tono con esas presuntas fortalezas, algunas de las medidas orientadas a menguar el impacto de la pandemia, además de las ya tomadas, fueron:
- Potenciar el autoconsumo y las producciones locales, así como de reorientar hacia el comercio –por distintas vías– las producciones e inventarios de actividades que han sido reducidas o paralizadas, como el turismo y la educación.
- Normar los productos de primera necesidad por la libreta, cuando sus cantidades no sean suficientes para la venta liberada.
- Ajustar el plan de inversiones, sin iniciar nuevas.
- Reordena el balance de cargas y pasajeros ante la disminución de la actividad de transporte.
- Reorientar los inventarios del turismo.
- Normar el uso del nasobuco en el transporte público.
- Suspensión temporal del despacho de cargas y paquetería enviadas por las personas con carácter comercial.
- Ajuste en el balance de combustibles en el país para priorizar las actividades productivas como la agricultura, la zafra, la producción de alimentos, acero y cemento.
- Venta controlada y regulada en el mes de abril de una nomenclatura de productos alimenticios y de aseo a la población con el objetivo de lograr un acceso más equitativo.
- Potenciar la reubicación y el trabajo a distancia; la interrupción laboral, como última opción.
- Suspensión de los servicios públicos no esenciales.
- Evitar reuniones.
- Apoyos tributarios al sector no estatal.
- Reorganización de los productos y cantidades que se venden por la canasta normada, mediante la libreta de abastecimiento, para garantizar que alcance lo que se tiene entre todos los consumidores.
Si bien muchas medidas son útiles para enfrentar la crisis, evidencian lo que siempre se ha criticado al régimen de La Habana. No ha sido capaz, en más de 60 años, de consolidar una economía funcional, capaz de al menos producir lo suficiente para su sociedad.
Asimismo, la reducción de las cantidades de varios productos por la libreta y el normado de otros para garantizar que lleguen a más personas, dejan en claro que la coyuntura nunca acabó y que, por el coronavirus, y tras él, seguirá estando más que presente, cual un nuevo período especial cuya muerte no ha sido aún, ni será de seguro, anunciada formalmente.