La playa del Chivo no está cerrada, “pero fui hará un año o año y pico y ya estaban pintadas con cal los murales”, cuenta el fotógrafo y promotor de arte gay, Derbis Campo, que una vez intentó recrear en La Fábrica de Arte el ambiente de uno de los espacios más populares y más viejos de cruising en La Habana.
“Hicieron un trabajo más general”, describe lo que vio, “parecía como si le hubieran pasado una aplanadora, chapearon la entrada” aunque supone que es imposible cerrar un espacio tan abierto donde los hombres no se piden el carnet de identidad para tener sexo entre ellos.
“La primera vez fui con un amigo, entramos y enseguida él se perdió y lo tuve que descubrir solito”, dice Derbis y parece tan indefenso como aquella noche, “vi los dibujos” y años después cuando estudió fotografía, regresó, “porque creí que ese era un buen sitio por dónde empezar la temática gay”, por eso a La Fábrica llevó “cajas de luces con determinadas imágenes, y recreamos el efecto del lugar con materia orgánica: tierra de diferentes salones y condones, papel, fibras, ropas que estaban a punto de desintegrarse”.
“Una vez quisimos llevarnos parte de los murales porque se estaban zafando”, y habla en plural porque su pareja, otro artista, tenía las mismas intensiones, “pero nos metimos en la discusión esa de que por qué vamos a quitarle a otros algo que se hizo para el mundo. Todo porque teníamos ese miedo de que fuera a desaparecer. Y los pintaron con cal”, aunque aún quedan otras zonas donde hay grafitis, “notas con contenidos eróticos, más o menos caliente. Yo les llamo murales apócrifos: fulanito es activo o pasivo, aquí dejo mi teléfono, yo me acosté con el jefe de sector”, y se ríe.
Todos y cada uno de los grafitis en función de las dinámicas del cruising habanero.
“Es una película aquello. La gente se para en la puerta, llama la atención, vas a ese salón, te siguen” y ocurre lo que quieras que ocurra, pero los escritos en las paredes a veces describen otras situaciones, “es que hay gente que no son objetivos en el espacio y entonces empiezan a crear una relación platónica donde se va a templar”, lo que ha provocado los reclamos públicos que se leen en las paredes.
“Estos eran los únicos murales gay que había en la ciudad y que expresan el tema de la homosexualidad directo, sin ningún tapujo, pero llegaron los militares y se pusieron a limpiar”, y los responsabiliza por la pérdida de las pinturas que parecían ser de un mismo artista y que merecían ser rescatados, “sexo aparte, es un lugar lindísimo y la idea nuestra era llevar gente de turismo allí. Llevamos a unas amigas para medir el nivel de impacto y les fascinó”, pero sus planes se frustraron.
Y aunque hubiese sido un turismo de alto riesgo, Derbis Campos lo asumiría porque “las historias de asaltos, de ajusticiamientos y engaños, en esas zonas tan complejas, también tienen mucho de mito. Aunque el turismo que pretendíamos hacer no sería de día porque de noche eso está oscuro, muy oscuro y puede pasar cualquier cosa”.