Personas con sangre tipo “A” tienen 45% más de probabilidades de padecer COVID-19 según estudio

Varios estudios apuntan a que las personas con sangre tipo A son más propensas a infectarse de coronavirus y experimentar problemas respiratorios por el mismo
Coronavirus
 

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La vacuna contra la COVID-19 aún luce como una solución lejana, por lo que muchos especialistas han insistido en que debemos aprender a convivir con el virus que causa la enfermedad, tal cual hacemos con otros.

Para convivir con un virus es preciso conocer e investigar todo lo que se pueda sobre él, por lo que recientes investigaciones se han centrado en intentar determinar si las características genéticas de los individuos podrían incidir o no en el contagio y en el curso que tenga el virus una vez dentro del organismo.

Como es sabido, el SARS-CoV-2, cepa de coronavirus causante de la COVID-19, no infecta a todos los que hayan estado en contacto con un infectado ni provoca las mismas respuestas en todos los organismos en los que se introduce.

Los casos asintomáticos son tan numerosos como los que experimentan síntomas y los sobrevivientes a la enfermedad superan con creces a los que experimentan situaciones de gravedad y, eventualmente, la muerte.

Se ha determinado que condiciones médicas previas como la obesidad, hipertensión y la diabetes condicionan que el impacto del virus en el organismo humano sea más devastador, a lo cual contribuye también la edad.

Por ello, nuevos hallazgos relacionados con la genética podrían ayudar, en tanto se logre una vacuna, a estrechar el cerco al virus y trabajar los elementos que nos harían más o menos propensos a un eventual contagio.

En tal sentido, hay estudios que sugieren que el tipo de sangre podría tener alguna incidencia en el contagio y desarrollo del coronavirus dentro del organismo humano.

Una investigación de científicos europeos, publicada el 17 de junio en el ‘New England Journal of Medicine’, realizó un análisis genético en más de 1900 pacientes graves con COVID-19 en Italia y España, a los cuales comparó con otros 2000 que no se contagiaron con el virus. 

Los resultados del estudio arrojaron que las personas con sangre tipo A tienen un 45 por ciento más de probabilidades de infectarse con la cepa de coronavirus causante de la enfermedad pandémica que otras con otros tipos de sangre como el más común, O.

De manera similar, los resultados preliminares de otro estudio realizado por la empresa de genómica personal y biotecnología 23andMe, con sede en California, muestran que el tipo de sangre O "parece ser protector frente al virus", en comparación con los demás tipos.
 
Los investigadores expusieron que los resultados, luego de analizar a 750 000 personas, 10 000 de ellas hospitalizadas por tener COVID-19, apuntan a que los pacientes con grupo sanguíneo O tienen entre un nueve y un 18 por ciento menos de probabilidades de dar positivos a la enfermedad que los individuos con sangre tipo A, B o AB.

El Centro de Investigación Biomédica en Red (Ciber) del Instituto de Salud Carlos III de España también realizó un estudio similar, cuya principal conclusión, resumida en el diario El Tiempo, fue que tener sangre tipo A se asocia a un 50 por ciento más de riesgo de necesitar apoyo respiratorio cuando se contrae el nuevo coronavirus.

Por su parte, el Centro de Medicina Basada en la Evidencia y el Hospital Zhongnan, de la Universidad de Wuhan, analizaron la distribución del grupo sanguíneo en 2173 pacientes con COVID-19 de tres hospitales de Wuhan y Shenzhen, la cual compararon con la de personas sanas de esas mismas regiones.

El resultado, resumido por el referido medio, sugiere que el patrón de más pacientes con COVID-19 de sangre tipo A se repitió en distintos grupos etarios y regiones. Por tanto, la investigación concluyó que el grupo sanguíneo A se asocia con un mayor riesgo de infección del nuevo tipo coronavirus, mientras que el grupo sanguíneo O tiene un menor riesgo en comparación con los demás.

Asimismo, "las personas del grupo sanguíneo A podrían necesitar una protección especialmente intensa para reducir la posibilidad de infección", por lo que se vuelve indispensable un tratamiento “más agresivo” para ellos.

Sin embargo, los hallazgos de estos estudios no son concluyentes o generalizables. Todos los investigadores precisan que se trata de una correlación cuya fortaleza debe ser aún más estudiada, en aras de tener resultados concretos que permitan enfrentar de manera más acertada a un virus con el que tenemos que convivir y para el que aún no hay inmunización plena o cura definitiva.

 

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