Con el artículo “Recordatorio a los cipayos terroristas de la Casa Blanca”, el sitio web Razones de Cuba, del Ministerio del Interior, continúa la campaña de los medios afines al oficialismo contra todos aquellos que se oponen al sistema político vigente en la isla y sus prácticas violatorias de derechos y libertades esenciales.
El artículo podría dejarse de lado como una más de las exposiciones propagandísticas del régimen, pero sostiene afirmaciones e incurre en omisiones en su línea argumental que resultan indignantes y motivan a responder y contraargumentar, máxime cuando su manipulación es tan evidente y burda.
Para hablar de una supuesta fortaleza militar de Cuba y su capacidad de resistir una eventual invasión estadounidense o cualquier otra que se proponga derrocar al sistema, el autor acude a las manidas técnicas de descalificar al rival, atacar su reputación y afirmar hechos descontextualizados, sin la suficiente evidencia o análisis que contribuyan a darle peso a lo que está diciendo.
Espera que el lector crea y coincida en todo lo que dice, sin darle elementos o pruebas concluyentes, a la vez que ofende y falta a la verdad, quizás con la certeza de que muchos cubanos, carentes de información plural y equilibrada, no tendrán el conocimiento para cuestionar lo que se le dice.
Es el caso del uso de los calificativos de “mafia”, “anticubanos” y “cipayos” (mercenarios) para todos aquellos que, ya sea desde Miami o cualquier otro lugar del mundo, incluida la propia Cuba, se oponen abiertamente a un régimen no democrático y defienden la posibilidad de tener un país donde se respeten los derechos y libertades políticas y civiles.
También el de afirmar sin pudor alguno que, en contraste con el largo historial de invasiones de Estados Unidos, “Cuba es un país amante de la paz que siempre ha apostado por las relaciones diplomáticas respetuosas entre las naciones".
“La solución de los diferendos con ayuda del Derecho Internacional sobre la base de la observancia mutua de la soberanía e independencia, así como la no injerencia en los asuntos internos”, defiende el artículo, marcan la política exterior de la pretendida Cuba revolucionaria.
Sin embargo, así como abunda la evidencia histórica de las invasiones y la injerencia estadounidense, la de las intromisiones de La Habana en asuntos de otros países tras la Revolución de 1959 también es pródiga.
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Bajo el manto de la solidaridad, y más allá de lo que una ayuda legítima justificaría, el gobierno de la isla se inmiscuyó en los asuntos internos de los países de África en los que intervino militarmente contra el apartheid.
Asimismo, en su afán por exportar su Revolución, fue el artífice principal de las guerrillas en varios países latinoamericanos, muchas de las cuales, carentes de arraigo en la ciudadanía, al igual que su ideario comunista y prosoviético, no sólo terminaron fracasando, sino que también pasaron a la historia como cuadrillas más cercanas al terror y el caos que como tropas emancipadoras.
En Cuba se entrenaron elementos que participaron en luchas armadas en varios países del hemisferio y desde ella se planearon las acciones que supuestamente conducirían a la victoria socialista, dizque liberadora de los males del capitalismo, en el subcontinente.
Nada de eso, lógicamente, lo expone Razones de Cuba en la invocación de hechos históricos que hace para hacer ver al régimen de la isla como uno pacífico, enfrentado a otro caracterizado por su elevado número de intervenciones militares.
Según el artículo, la doctrina militar de la isla se basa en la defensa y en la guerra de todo el pueblo. Su maquinaria defensiva “está bien engrasada” y ello, sumado al apoyo masivo nacional e internacional que da por seguros, configura un escenario de potencial triunfo ante cualquier invasión.
Tal alarde busca advertir a aquellos que piden una intervención militar para librar a Cuba de su actual régimen, una solución cuyos defensores son mal vistos por muchos, dado que implicaría un derramamiento de sangre que pocos podemos desear desde nuestra condición humana.
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Apelando al aspecto emocional mucho más que a la reflexión, una de las estrategias clásicas de la manipulación mediática, la “pieza” de Razones de Cuba intenta echar por tierra toda la protesta del Movimiento San Isidro y los reclamos de los artistas que se plantaron frente al Ministerio de Cultura (Mincult) vinculando a ambos grupos con presuntos partidarios de una intervención armada en Cuba.
Consciente de que el rechazo a la guerra y a la injerencia es mayoritario entre los cubanos, el oficialismo ha aprovechado declaraciones de una relevante figura del exilio de la isla para relacionar auténticas manifestaciones de inconformidad popular con un presunto plan de “golpe blando”, que en uno de sus escenarios podría terminar con una invasión armada para derrocar al régimen.
En su afán por manipular, al mostrar las declaraciones de Orlando Gutiérrez Boronat en las que éste contempla la intervención militar extranjera liderada por Estados Unidos como una opción, los medios de propaganda del gobierno cubano omiten muchas veces la pregunta que motivó sus afirmaciones al respecto, así como las condicionales a las que se refirió.
Coordinador de la Asamblea de la Resistencia y del Directorio Democrático Cubano, Gutiérrez Boronat valoró la vía armada como una solución si el régimen, como parte de su continua represión a activistas y opositores, asesinaba a algún cubano de los que han decidido manifestarse y reclamar respeto a sus derechos y libertades durante el último mes.
Para aparentar una imagen de normalidad, los órganos represivos mantienen sitiados en sus domicilios a los manifestantes y huelguistas de San Isidro, así como a las principales figuras del grupo 27N (27 noviembre), integrado por quienes intentaron entablar un diálogo con el gobierno a través del Mincult.
También han militarizado las calles y parques de las principales ciudades, temiendo sigan surgiendo muestras de disconformidad y oposición al régimen. La presencia de tales elementos castrenses entre civiles y la posibilidad de que una represión desproporcionada a cualquier manifestación termine en un derramamiento de sangre fue lo que llevó a Gutiérrez Boronat, y seguramente a varios otros, a valorar la vía armada.
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Así lo ha explicado él mismo en declaraciones y entrevistas posteriores que ha concedido, pero, se sobreentiende el por qué, a Razones de Cuba no le interesa hacer mención de ello. Mejor seguir intentando asesinar la reputación de una de las figuras del exilio que más incómoda le resulta al régimen, que ser fiel a la verdad.
Mejor hacer acusaciones serias a la ligera, como que sobre la Asamblea y uno de sus principales líderes pesan “numerosos crímenes que esperan por ser juzgados”, que sostenerlas con hechos concretos y argumentos que se sostengan cuando son examinados desde la historia y el conocimiento.
La verdad histórica, la discursiva y cualquier otra es una construcción que depende en gran medida de los hechos, datos y elementos que se invoquen al momento de presentarla. Sin embargo, a diferencia de aquellos abiertos a la pluralidad, el disenso y la coexistencia desde el respeto a la diferencia, el oficialismo cubano y sus defensores siguen queriendo presentar sólo su verdad y que nadie la cuestione, so pena de ser tachado de cipayo, escoria, terrorista o cualquier otro calificativo que se ponga de moda para denigrar al rival.
Su permanente afán por manipular para conseguirlo es cada vez más evidente y quizás por ello indigne al punto de que haya que contestarles, así sea a un artículo de un sitio claramente cerrado al debate y construido para la imposición de ideas y líneas de mensajes que buscan legitimar lo que cada vez menos esquivan referir como lo que es: una dictadura.