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Los niños son la heperansa del mundo

En Cuba la revolución logró durante un tiempo alimentar a los niños para que aprendieran. Pero después se pensó que no vendría mal que comieran poco y aprendieran menos

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Ilustración
Armando Tejuca | Ilustración

Actualizado: Thu, 09/21/2023 - 14:30

Los niños son los únicos seres a quienes nadie les pregunta si quieren venir a la tierra.

Ahora, viendo el costo de la vida en Cuba, ya entiendo por qué, por lo menos allí, nadie les consulta su aparición. Si ellos lo supieran habría que parirlos a la fuerza. Y más teniendo en cuenta el bloqueo criminal, que lo primero que sabotea es el cerebro de los dirigentes y luego la entrada a la isla de condones y otros métodos anticonceptivos (no está claro si sería aconsejable ponerles condones en el cerebro a los dirigentes). Así que los infantes arriban a la vida en Cuba casi a la cañona.

Ya cuando el niño está aquí lo que más preocupa es la educación, enseñarlo a ser útil, cosa que nunca se ha logrado completamente en Cuba. Cómo se va a formar para que no se deforme. Quién lo formará para que todo sea más tarde uniforme en la forma. En qué manos va a caer esa criatura moldeable, desorientada, débil, a la que se le pegarán “como el musguito a la piedra” las faltas de ortografía de sus maestros y algunas letras de reguetón. Será porque se sigue utilizando el método, muy común en otros renglones de la vida diaria, de entregar el vacío para que te den el lleno. La criatura se convierte en una especie de pepino (pomo plástico que antes contuvo refresco) que los padres dejan en el local llamado escuela y allí lo rellenan con lo que aparece, si es que aparece algo, o como les parece a los responsables. Y hay sorpresas.

Pero, antes de lanzarlos a rellenar de hábitos, datos, ecuaciones, palabras y frases de José Martí hay que darles de comer. Igual de preocupante es alimentarlos. No pueden aprender sin crecer, y no pueden crecer sin masticar. Y en situaciones de crisis, no poder alimentar debidamente a los pequeños es como saber que tu cama tiene comején y no tienes claro cuándo se desplomará. Mientras no tengan dientes es menos urgente, pero después se convierten en un peligro. Ha habido países cuya economía se ha hundido por el apetito de los niños. Como no se les informa bien ni tienen responsabilidad alguna, comen y comen, tragan y tragan, y todo queda desolado a su alrededor.

En la isla eso de comer no era antes una preocupación. Usted agarraba al muchacho y se lo encaramaba en los hombros para que viera con claridad los campos que le rodeaban. No importa si estaba en la ciudad, porque los campos estaban un poco más allá, pero estaban. Verdes. Verdes y amarillos. Verdes, amarillos y rojos. Y había cosas que se movían, que eran vacas y pollos. Y uno se quedaba tranquilo porque entre las vacas, los pollos, las yuntas de bueyes y los guajiros, había cosas para comer, al gusto de cualquiera. Tubérculos, viandas, gallinas, hortalizas, huevos, frutas, frutos menores, bejucos y lianas. Y lo mejor, no había dirigentes del partido ni de acopio, que son los que echan a perder la cosecha.

Así que, ya cuando el muchacho esté lleno, y uno sabe que tendrá energías, entonces hay tranquilidad como para comenzar a educarlo, a enseñarle a decir buenos días y por favor, y dar las gracias, y ayudar a la viejita a levantarse o a sentarse. Pero todo eso quedó en ilusión solamente, porque una persona que da los buenos días, y pide las cosas por favor, y ayuda a las viejas a sentarse, es un ser con dos dedos de frente y aprende rápido que Carlos Marx era un idiota alemán que no trabajó nunca, y que el calvo ese al que le decían Lenin era lo mismo. Y que los yanquis no van a invadir jamás la isla porque lo que quieren es no tener cubanos cerca alguna vez.

Por eso no educan al muchacho así. Lo primero es decirle constantemente que la educación es gratis, y que será persona -una mentira piadosa- gracias a la revolución, porque Fidel creó esa isla para que los cubanos fueran felices. Así que ese niño empieza a crecer sintiendo lástima de sus primos infelices que viven en New Jersey. Además, se insiste en que cualquier falta de ortografía o de comprensión en su enseñanza, incluso si sale reiteradamente bruto, es culpa del bloqueo. Porque la CIA trazó, desde el principio, un plan diabólico para que el cubano no sepa escribir, ni hablar, ni pensar con claridad si no tiene cerca una pipa de cerveza. Y les ha salido bien el proyecto. No hay más que ver al presidente Puesto a Dedo Díaz-Canel Bermúdez.

Si a una persona la crían hablándole de lo heroico que es pelear con el enemigo y vencerlo, o de, si eres derrotado, quedar con la frente en alto, ese ser humano crece fajándose con todo el que aparezca, porque uno nunca tiene claro cuál es el enemigo o le parece que todos lo son. Y todo el mundo dice después de él que es un problemático, un inadaptado, un sicópata, y el único camino que tiene es hacerse policía.

O si esos niños que ahora no tienen libros o deben compartirlos entre dos, y las libretas cuestas 500 pesos gracias al reordenamiento, se empeñaran cotidianamente en ser como el Che y lo lograran, serían unos bofes, personas engreídas, pesadas, creyéndose que son la imagen de los pulóveres que usa todo el mundo, guerrillero-ministro, y cada problema que tuvieran en la vida, incluyendo el matrimonio o una operación de hernia discal, se propondrían solucionarlo con la lucha armada. Irse a México, enrolarse en una expedición de un yate, desembarcar en algún sitio y comenzar a matar contrarios, con la esperanza de triunfar y tomar el poder, y ahí mismo darse banquete fusilando gente en cualquier fortaleza española, y si no existe, contra cualquier muro de cemento o de tablas.

En Cuba la revolución logró durante un tiempo alimentar a los niños para que aprendieran. Pero después se pensó que no vendría mal que comieran poco y aprendieran menos. Y ya al final, si un padre se encarama al hijo sobre los hombros, lo único que verá a su alrededor serán hoteles que construye GAESA, floreciendo entre ruinas, y más allá, marejadas de marabú, que no se come, pero que sirve para hacer carbón y con eso cocinar algo cuando aparezca. Un turista o un militar, incluso un policía, que debe saber mal por lo amargados que viven.

Y no importa si el muchacho aprende o no, o si decidió no ser como el Che. O tomar la determinación de ir a liberar otros países del orbe liberándose primero él. No hay edad para terminarlos.

Juan Esteban Lazo Hernández va a hacer ahora la defensa de su tesis doctoral, que se llama "Concepción teórico metodológica del trabajo político ideológico del Partido Comunista de Cuba para la educación en el sistema de valores de la Revolución cubana". Y “Díaz-Canel se convirtió en doctor en Ciencias en marzo de 2021 con una tesis titulada "Sistema de Gestión de Gobierno basado en la Ciencia y la Innovación (SGGCI)". El ministro de Economía, Alejandro Gil, preparaba su tesis doctoral con Díaz-Canel como tutor. El título de la tesis de Gil es "Metodología para la gestión del plan de desarrollo económico y social de Cuba". Y un año después se convirtió en doctora Lis Cuesta, esposa de Díaz-Canel, con la tesis "Modelo pedagógico para exportación de servicios académicos en la agencia Paradiso".

Todos son doctores, pero no salvan a nadie. Como el Che Guevara.