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La luz que en tus ojos arde cantidad

Nadie sabe qué va a pasar en Cuba. Algunos, por el calor. Otros, porque esperan encontrar la verdad y la realidad en la prensa.

Actualizado: Wed, 06/12/2024 - 09:10

Nadie sabe qué va a pasar en Cuba.Algunos, por el calor. Otros, porque esperan encontrar la verdad y la realidad en la prensa. Pero el resto, enajenados y alterados por la oscuridad. Y en ese caos infernal, solamente un hombre tiene los datos suficientes para saber el destino de la isla. Es cierto que casi todo el mundo sabe que todo se va a la fosa, pero no saben cómo. Ni a cuál. Prepucio Arteaga sí conoce el plan que tiene Díaz-Canel para erradicar los errores del pasado y del presente, pero, por ahora se va a entretener cambiando ministros y tronando dirigentes.

La cosa es más gorda y profunda, y no nos referimos a la desaparecida Corina Mestre. A pesar de eso, Prepucio no anda por ahí divulgándolo, porque es secreto, un secreto que le contó su hermano Suplicio, cercano a ciertas fuentes, cercanas también a las altas esferas. Se les dice “altas esferas” porque todos esos dirigentes están en lo alto de la pirámide y están gordos, redondos, esféricos, a pesar de ser cuadros.

Pero, aunque fuera un secreto compartido, o una verdad pública, la cosa no es saber, sino “comprender”. Un ejemplo: miles de personas ven llover, después de un tiempo sin que caiga una gota. Todas se alegran, piensan que se salvarán los cultivos, que los jardines florecerán, que en los parques volverá a crecer la hierba y que los árboles, agradecidos, se llenarán de pájaros. Prepucio sabe todo eso, pero intuye que la destimbalancia en la ciudad será mayúscula, porque tras el aguacero se desplomarán cientos de edificios. Esa es la diferencia. Y por eso el gobierno no obstaculiza que la gente se vaya del país, porque así, cuando los edificios se desplomen, habrá menos víctimas.

Es la filosofía del Puesto a Dedo Díaz-Canel, que no puede hacer nada, el pobre, y no porque sea bruto, que lo es, sino porque tiene las manos atadas, pero no como quisiera el pueblo. Él sabe, y se lo ha comunicado a los más cercanos y confiables, que en la isla no puede haber ningún cambio, ni siquiera el más mínimo, hasta que desaparezca completa la llamada “generación histórica”, de la que por suerte quedan solamente tres. Eso se lo dijo personalmente, y de forma íntima, el general Raúl Castro.

Es un problema de historia, de apariencias y de imagen de la revolución. Cuba debe seguir siendo faro de América toda, y Fidel ha de continuar vibrando en la montaña, aunque se caiga todo a su alrededor. Es una marca que sigue vendiendo en muchísimos países, para un montón incontable de idiotas, que encontraron la fe en el ejemplo de esa isla que se libró de una tiranía para entrar en otra, y venció al infame gigante abusador del imperialismo yanki. Por supuesto que no se dice que todo eso trajo una pobreza inaguantable, pero la gente de afuera no lo sabe. Piensan en la felicidad que da no tener nada de nada, y que esa nada de nada la provoca el criminal bloqueo, que afecta, incluso, al mismo presidente en funciones, a quien no le llega oxígeno al cerebro.

Así las cosas, nadie sabe cómo saldrá la isla del atolladero, de la crisis total, del punto de no retorno que pudiera llamarse Guatepeor. Solamente Prepucio Arteaga, que está enterado por su hermano Suplicio, pero no lo puede o no lo quiere creer. Pensar cómo el narizón Sin casa pretende acelerar el cambio. Por suerte ya la dirigencia política del país, incluyendo a los militares caporígenes de GAESA, dominan un lenguaje que suena bien, pero no dice nada, y con eso se permite comunicar haciendo parecer que hay profundidad en el tema.

Por ejemplo, decir que cada día hay más gente con hambre, no se expone así, de manera tan brutal, sino de este modo: “Con respecto a la cotidiana inanición, el público ascendía de forma exponencial”. Y para referirse a una delicada situación en la salud pública es más elegante referirse a la “elevada infestación del agente transmisor del dengue, sobre todo en el municipio cabecera”.

Además del lenguaje cifrado, esas altas esferas están trabajando con una vidente, que anuncia dónde serán las próximas protestas. Y los nombres de quienes las organizan. Y de paso, saben casi con certeza cuántas afeitadas le quedan a Ramiro Valdés, a Guillermo García Frías y al hermanito chiquito del Delirante en jefe.

De Ramiro se espera una muerte súbita, un infarto lo más masivo posible, cuando descubra que en su casa hasta la alfombra del baño tiene micrófonos, para que fallezca en su estilo. Y de ñapa, o añadido, cada vez que toque un interruptor de la luz, se escuchará la voz de Cheíto León que diga: “Tú y el Sánchez ese, que nadie sabe cómo es, y si existe o no existe”. Aunque pocas veces habrá luz.

Sobre Guillermo se pensó que la naturaleza decidiera por sí misma, porque ya no oye, casi no ve y nunca entendió nada, pero es necesario apresurar las cosas. Así que se ha planeado su fin rodeado de aves. Aunque en vez de pollos, gallos finos o tomeguines, será atropellado por miles y miles de avestruces, que dan más carne que las vacas. Algunos cientos de miles de ejemplares serán traídos de Oceanía solo con ese propósito, y después regresarán nadando, a menos que lleven un cubano en el lomo, porque entonces huirían corriendo.

Para acabar con Raúl se pensaron muchas cosas: dejarle caer el seboruco de su hermano encima, ahogarlo en un gigantesco vasito de leche, fusilarlo durante varias horas, o que muera de la risa dándole un paseo por la isla, para que vea la obra de la revolución, es decir “su legado”. Pero todo eso sería ruidoso y jamás parecería un accidente.

Por eso la mejor idea salió del celebro de la Machi (se le dice “celebro” en lugar de cerebro por dos cosas: porque ella lo celebra todo, y para que el marido no se ponga verde de envidia). Se trata de un ajusticiamiento casual, por negligencia de los servicios secretos: hacer una gran redada y capturar a todos los que estén desencantados con el proceso (sí, ya sé que son muchos, muchísimos) e internarlos en un estadio grande, como el Latinoamericano, antes conocido como el estadio del Cerro (no confundir con la Finca de los Monos).

Y cuando ya no quepa más gente, cuando estén esos miles de miles pechito con pechito, y el ambiente esté caldeado, retirar la vigilancia y dejar caer al general sin batallas en paracaídas sobre la multitud.

Puede ser enterrado allí mismo, le dijo Suplicio a Prepucio.

Al día siguiente comenzarían los cambios, es decir, se prohibiría el Partido Comunista y cada dirigente se pondría al frente de lo que ya se han repartido de la economía nacional, en esa rapiña inevitable. A ver si entonces pueden construir el socialismo. O lo que salga.