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El reparto del repartero

De alguna manera, cuestionado como hecho artístico, el reguetón ahondó el abismo de las contradicciones de la política cubana, sobre todo de la política cultural.

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El "reparto" se ha convertido en uno de los géneros más escuchados en Cuba
Armando Tejuca | El "reparto" se ha convertido en uno de los géneros más escuchados en Cuba

Actualizado: November 7, 2024 2:44pm

En la Cuba de hoy hay muy pocas maneras de volverte cuerdo.

Lo que antes era malo, ahora es bueno. Y lo que era bueno, se olvida, porque ya no sirve a los sagrados intereses del Partido Comunista, que, como todo el mundo sabe, es inmortal. Y, como todos conocen, lo que no está prohibido, es ilegal, o constituye un delito. Como, por ejemplo, entrar al país más de 24 uñas postizas, o, en un tiempo reciente, difundir reguetón por la radio.

Algunos afirman que el reguetón es un género, aunque otros dicen que es de degenerados. Lo cierto es que, en Cuba, en estos tiempos, sea música o ruido, es algo creado por la misma Revolución, que en su incompetencia aisló a los jóvenes en los lugares donde habitan, casi sin recursos. En ello consiste el “reparto”, y quienes lo practican, son conocidos como “reparteros”, y eso es lo que reparten.

En algunos sitios de internet señalan lo siguiente: “La tardía aparición de este género en Cuba está asociada varios factores. El primero fue la censura cultural, que filtra y evita que textos vulgares sean emitidos en los medios masivos. Otro es la incomunicación digital de Cuba, que también provoca naturalmente un retraso natural para el arribo de corrientes extranjeras”. Es de conocimiento general que a Cuba arriban últimamente pocas cosas. Incluso pueden arribar barcos con arroz o petróleo, pero pasan tiempo en el mar, frente a las costas. Por lo que lo único que arriba, a ciencia cierta, es cuando gritan “arriba la revolución”, “arriba el PCC” o “arriba Fidel”. 

En otros sitios del mundo digital describen así el reguetón: “Se caracteriza por su estética marginal y underground, sacando letras explícitas y a veces hasta letras que podrían ser consideradas sexistas, se suele hablar desde los códigos de la calle hasta el sexo, halagos o piropos subidos de tono, las raíces en la religión yoruba o los plantes abakuá. El reparto cuenta el día a día en los barrios cubanos”.

De alguna manera, cuestionado como hecho artístico, el reguetón ahondó el abismo de las contradicciones de la política cubana, sobre todo de la política cultural. Ya en junio de 1961 el Delirante en jefe, creador y motivador de la catástrofe cubana, trazó las fronteras entre lo permitido y lo prohibido en aquellas infames “Palabras a los intelectuales”, donde dijo: “Dentro de la Revolución, todo. Fuera de la Revolución, ningún derecho”. Casualmente, el reguetón no sólo se hacía “dentro” de la revolución, sino que era desarrollado por aquel “hombre nuevo” que salía del laboratorio del proceso.

Lo curioso es que la mayoría de los exponentes del género van a triunfar fuera de Cuba, en la República de Miami, que es donde vive su público, o la mayoría del público que les sigue. Y ese público, escapado de lo poco que reparte el Gobierno en Cuba, sí tiene poder adquisitivo para pagarse los rapartos. O sea, algo que estaba “dentro de la Revolución” tuvo que hacerse fuera de la Revolución para ser escuchado y trascender. El trovador Pedro Luis Ferrer, en su gustada conferencia “Qué hacer cuando no hay nada que hacer” habla exhaustivamente de todo esto, como un nuevo y preocupante fenómeno que recorre el mundo, la Ignorancia Artificial.
 
Ahí están sus nombres: El Chacal, Jacob Forever, El Chulo, Osmani García, El Insurrecto, Wampi, Kevincito El 13, Gente de Zona, El Happy, Dany Ome, Yomil, El Micha, El Dray, Charly & Johayron, Chocolate MC, Bebeshito y el malogrado Taiger. 

El trágico final del reguetonero José Manuel Carbajal Zaldivar (El Taiger) ha hecho tambalear sentimientos y conceptos, apreciaciones y depreciaciones, miradas desmedidas y medidas mal miradas. Tras años de marginación y prohibiciones, en la clausura del reciente congreso de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), Díaz-Canel aseguró que "es necesario el pensamiento crítico como forma de liberación" y agregó que "no es prohibiendo como vamos a resolver los desafíos actuales".

Le enviamos el texto a Cantinflas para que lo desglosara y explicara, pero él dijo que tampoco lo entendía. Mientras unos querían enterrar al Taiger en Miami, el gobierno de la isla, viendo las manifestaciones de dolor popular a ambos lados del charco, quiso apropiarse del velorio y del entierro, quizá porque en el Comité Central sonaba la voz del Taiger diciendo: “No me quedo dao, no soy manco…Te lo digo yo, que soy la tranka”.

El encarga´o de la Presidencia de la isla siguió abundando abundantemente y dijo: "Todavía se dejan ver expresiones de menosprecio o subestimación desde posiciones a veces elitistas. Estamos ante un fenómeno cultural que trasciende los gustos sedimentados durante décadas por su fuerte componente y alcance social". Y para rematar rematadamente, soltó esta prenda: "Pero estando ausentes del fenómeno, manteniéndonos al margen, no lograremos jamás influir en sus creaciones ni sumarlos a la política cultural de la Revolución Cubana".

No me extrañaría que comiencen a hacerles el proceso de crecimiento a los reguetoneros para que ingresen en el PCC o la UJC. Que orienten desde arriba que cada provincia, región o reparto debe tener su propio repartero, y que el estado cubano considere que los jóvenes reguetoneros que viven fuera de la isla están cumpliendo misión internacionalista.

Las alabanzas y elogios al Taiger por parte del Gobierno de Cuba fueron tan desmedidos que suenan falsos. 

Es posible que utilicen un estribillo suyo en las constantes lloraderas que hace Díaz-Canel por el mundo pidiendo ayuda económica, eso que dice: “Qué fuerte, qué fuerte, tírale los dólare pa´que se suelte”.

Solamente faltó que la dictadura lo diera como caído en combate.