Llévame contigo pa' la oscuridá

"El cubano vivió sin luz eléctrica casi cuatro siglos. Entonces ¿a qué viene la angustia porque hay apagones?". Así deben pensar los jefazos de Cuba, según Ramón Fernández-Larrea.
Llévame contigo pa' la oscuridá
 

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La gente es muy desconsiderada. Protestan solamente por el hecho de protestar, de sentirse vivos, de llevar la contraria, de molestar a los demás, sobre todo a quienes asumen la pesada carga de conducir a todo un país por el sendero de la felicidad. Ahora mismo los cubanos están incómodos e irritados nada más y nada menos que por los apagones.

Protestan por algo que siempre pidieron, que gozaron y que sabían que venía. Solo por joder.

Me irrita la falta de memoria y la poca capacidad para sortear los más mínimos inconvenientes. La orquesta La Monumental en los años 70 puso a bailar al mundo, y qué digo al mundo, a toda Cuba, desde Oriente (cuando todavía los policías vivían allí) hasta Occidente, con un tema premonitorio, un merengue lumínico, como traído del Cibao en manos de Prometeo, una pieza en la que el cubano gozaba, se divertía y llegaba al éxtasis con la falta de luz.

Empezaba diciendo, precisamente: “ya la fiesta comenzó en toda la carretera, como no tenían velas (esta era una denuncia directa al bloqueo) se alumbraban con mechón”. Linda metáfora que describe el encomiable espíritu revolucionario de aquellos tiempos. No velas, entonces mechón. Que remite a una alternativa, a soluciones creativas, como aquella de “a falta de pan, casabe”. Porque si había que regresar a los tiempos de nuestros valerosos indocubanos, se regresa con la frente bien alta.

Aquel temazo que radiaban a toda hora, para que lo supieran los nacidos y los que estaban por nacer, se llamaba “El Mechón” y avisaba, con muchísimo adelanto, que el país iba directico a las tinieblas donde vivía por otras razones José Tejedor, pero que el cubano se podía divertir, aunque no se viera las manos, como decía aquella otra rumbita, también muy alegre y gozadora, que confunde al oyente porque es un poco ambigua y uno no sabe si cuenta algo sexual o se trata simplemente de un robo, y que dice: “En lo oscuro metí la mano, en lo oscuro metí los pies”.

Pero el mechón fue mucho más que un tema bailable en tiempo de merengue. Fue una filosofía de vida y una expresión de la moda de aquellos tiempos. Y la determinación de coraje de un pueblo decidido a hundirse en el mar, antes que claudicar. Si la oscuridad no ha matado a nadie, señores. Máxime que en Cuba no hay animales salvajes que eviten que un cubano pueda andar libremente en las tinieblas por donde le plazca. Bueno sí hay, olvidaba a la policía.

Pero el cubano lo tiene todo y se queja. ¿Que no hay luz? ¿Y acaso nuestros antepasados en la manigua tenían internet? ¿El Titán de Bronce esperaba que terminara el capítulo de la telenovela para partirle la ventrecha a los gallegos en una carga al machete? No. No y no. Y si no hay luz en el Morro y Cristóbal Colón pasa de nuevo y sigue de largo porque no se da cuenta de que esta es una isla, él se lo pierde, a menos que venga a invertir.

Otro temita musical tenía un estribillo esperanzador que la gente ha olvidado decía: “Con una lata y un palo, arma la fiesta el cubano”. Es verdad que ahora es un poco difícil conseguir la lata, y que el palo...el palo...hummm, el palo se usa en otros menesteres más importantes que son la defensa de la patria socialista. Pa´lo que sea, Fidel, pa´lo que sea. Y el socialismo se construye a oscuras. Total, no va a funcionar de todos modos. Y si funcionara se iría la luz.

Lo que no se debe o puede permitir el cubano es andar jirimiqueando por ahí, gimoteando porque “la estatal Unión Eléctrica volvió a reportar cortes del servicio, e informó que hay nueve unidades de generación fuera de operaciones, unas por avería y otras por reparaciones”. Solamente recordar que cuando los ingleses tomaron La Habana no existía la Termoeléctrica Ernesto Guevara, de Santa Cruz del Norte, ni la de Diez de Octubre, de Nuevitas y mucho menos la Central Termoeléctrica Carlos Manuel de Céspedes, de Cienfuegos. Y los ingleses tomaron la ciudad y pusieron a todos a beber cerveza. Sin luz. Y la gente la pasó muy bien.

Y Diego Velázquez fundó varias villas no para buscar petróleo, no, sino para que Cuba prosperara y creciera. Que no había tomacorrientes para cargar los celulares. Fuera celulares. Si en la oscuridad se conoce más al ser humano, y más si es una será humana. Ya lo dice otra conguita patriótica: “Tú, que lo tiene grande y pelú, aféitate los bigotes”.

El cubano vivió sin luz eléctrica casi cuatro siglos. Y no hubo un taíno, ni un siboney, ni siquiera un guayabo blanco o un miserable cayo redondo que protestara por la falta de luz. O que quisiera traicionar e irse a vivir con los cheyenes o los sioux. Y si se quejaba, entonces el behique o el cacique le callaban la boca diciéndole que madrugara y viera el sol, que ese nunca se rompe, ni necesita reparaciones, y ha estado brillando allá arriba siempre, y el único nativo que casi llega allí fue Arnaldo Tamayo, pero no lo dejaron.

Entonces ¿a qué viene la angustia porque hay apagones? Nuestros mambises no conocieron la radio ni la televisión, y tuvieron la inmensa suerte de no escuchar jamás un reguetón o un tema de Raúl Torres. Si no hay luz, hay más tiempo para conversar, para recordar los buenos tiempos, para hacer amigos, para hacer el amor, para contemplar a los amigos haciendo el amor, y etcétera.

Que no se diga más que un cubano quiere irse de esa tierra hermosa donde la sonrisa de Camilo o la mirada del Che iluminaban campos y ciudades. Después que desaparecieran o de que uno que yo conozco los borrara del mapa, es verdad que hubo poca luminosidad, pero Cuba siguió su camino victorioso hacia una forma superior del desarrollo social: la comunidad primitiva. Sin autos, ni cables, ni contaminación ambiental, ni pollos comprados al enemigo. Y mucho menos sin un mal indio que se pare a justificar la oscuridad diciendo que se debe “a las limitaciones financieras y el bloqueo, que han impedido realizar los mantenimientos requeridos de forma oportuna”.

Ah, la oscuridad, la negra noche, la penumbra y la tiniebla, la falta de color y de luz, donde un mechón hace bailar a un pueblo enérgico y viril en toda la carretera. Pienso que sin luz no habría emisoras de radio. Cuánto sufrimiento auditivo y cerebral nos hubiéramos ahorrado sin poder escuchar los interminables discursos del cacique en jefe. El silencio, el rumor del mar, la bronca de la esquina.

Cuando el cubano de a pie, que eran casi todos, necesitó un poco más de luz, no encendió un mechón: quemó a un cacique. Y Hatuey sabía que entregaba su vida para la felicidad de los demás.

¿Podrá el cubano de hoy iluminar la isla empezando a quemar a los caciques?

Escrito por Ramón Fernández Larrea

Ramón Fernández-Larrea (Bayamo, Cuba,1958) es guionista de radio y televisión. Ha publicado, entre otros, los poemarios: El pasado del cielo, Poemas para ponerse en la cabeza, Manual de pasión, El libro de las instrucciones, El libro de los salmos feroces, Terneros que nunca mueran de rodillas, Cantar del tigre ciego, Yo no bailo con Juana y Todos los cielos del cielo, con el que obtuvo en 2014 el premio internacional Gastón Baquero. Ha sido guionista de los programas de televisión Seguro Que Yes y Esta Noche Tu Night, conducidos por Alexis Valdés en la televisión hispana de Miami.

 

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