Cuba está mal por arriba y por abajo. Ya no es aquella isla casi virgen donde los indios vegetaban entre vegetales, rodeados de tupida vegetación, y donde cualquiera, siboney, taíno o cayo redondo, tiraba un par de escamas y enseguida crecía una mata de pescados. Ni siquiera una mata de pollos, ahora que se cambia el pollo por pescado.
Los indios han huido a pesar de pertenecer a las altas culturas y a que el behique da la medicina gratis. La población está harta, lo que convierte a la isla en una harta cultura.
Durante mucho tiempo Cuba estuvo mal por arriba, desde que el comandante más tóxico que ojos humanos vieron entró vencedor y sabedor al poder. Parecía que conocía de ganadería, de agricultura y de todo lo que hizo sobrevivir al hombre del campo después de que colgó el taparrabos y se puso un tabaco en la boca y un sombrero de yarey en la cabeza. Los dirigentes cubanos, que supervisan la producción agrícola, parecen haberse puesto un sombrero de yarey en la boca y un tabaco en la cabeza.
Ya nada es como antes. La tierra de la isla parece haber dejado de ser fértil. Aquella Cuba que levantó su economía hasta ponerla entre las mejores del continente con azúcar y ganado, no es ya la misma. El azúcar se importa y el ganado está perdido. Ahora en sus ricos suelos solamente crecen el marabú y los policías violentos. La política de esa farsa que llamaron revolución, que repartió la tierra para que todos fueran iguales fue, al final, un desastre. Porque, como decía mi abuelo: “Cuando el burro no es de nadie, se muere de hambre”.
¿Habrá cambiado el PH con tanto HP? ¿Se amargó la tierra cubana a pesar de aquellos mentados 20 mil muertos que iban a alzar la bandera siendo ya cadáveres? ¿Habrán decidido los campos cubanos volverse improductivos para jugarle una mala pasada a Acopio, a la ANAP, y obligar a los militares a buscar lechugas y rábanos en otras tierras para que el turismo almuerce? ¿No será que la tierra no produce, imitando al resto del país?
La cosa es que los suelos de la otrora tierra más hermosa que ojos humanos habían visto, según el agrónomo y descubridor Cristóbal Colón, necesita urgentemente abono. El abono es una sustancia que puede ser inorgánica u orgánica y que se utiliza para incrementar la calidad del suelo y brindar nutrientes a los cultivos y las plantaciones. El estiércol y el guano, por ejemplo, son abonos naturales.
Guano es difícil y peligroso de recolectar, porque después de la pandemia, lo que son los chinos y los murciélagos son mirados con sospecha. Pero el estiércol es más fácil, aunque ya no haya vacas, ni casi caballos, ni ovejas ni chivos. Pudiera ser el detritus humano. Eso que nuestras abuelas denominaban con finura, arrugando la nariz, la caca o el popó.
Con lo que la han cagado los dirigentes del país desde el mismo inicio de esa debacle que al de la barba se le ocurrió llamar revolución, la tierra cubana debería rebosar de nutrientes. Más nutrida que esa isla hay pocas en el mundo si todo el que llega lo que deja es estiércol. El mismo Marino Murillo, con todo lo que desató con su famoso “ordenamiento”, que nadie sabe qué es, por dónde va, si se come o no se come y para qué sirve, habría abonado dos o tres provincias y algunos cayos adyacentes.
No doy ideas, pero si en lugar de tronar a los dirigentes y promoverlos hacia otro sitio para que la sigan defecando, o enviarlos al llamado “Plan pijama” se les modificara la salud y fueran enterrados en nuestros campos, la tierra, agradecida allá en su seno, tal vez floreciera. A no ser que destilen tanta mala sustancia que ahí no crezca luego ni romerillo.
Por eso ahora la prensa se hace eco (la prensa partidista nunca genera nada, solamente se hace eco) de que a alguien se le ha encendido el bombillito, y metiendo marcha atrás hacia el medioevo, quiere abonar la tierra con orine. El cubano se entera ahora de que el pipi sirve no solamente para que al niño le cambien los pañales y los vecinos se despierten, sino que es “un abono natural”. Si eso fuera así habría que orinarle el cerebro a medio Comité Central y a toda la Asamblea Nacional del Poder Popular, que todavía cree que es un parlamento.
Imagino a los cerebros combativos del PCC, en el departamento de propaganda, inventando consignas que incentiven y muevan al pueblo a salvar la tierra del país para que vuelva a producir. Nuevos y viejos lemas, al estilo de: “Todo cubano debe saber orinar, y orinar bien”.
Y un himno, algo así como La Internacional, porque esto debería ser masivo, para que cada cual sienta su responsabilidad en el esfínter: “Orinémonos todos, en la lucha final, y que se alcen los pitos con valor, para poder sembrar”. Lo malo es que esa letra es excluyente porque las féminas, nuestras damas (que no son primeras damas) no pueden alzar sus miembros a pesar de ser miembros importantes de la sociedad.
Pero no es descabellado utilizar algo que antes se desperdiciaba, aunque siempre supuse que si uno le orinaba el rosal a la vecina chismosa se le secaba. Si el cuerpo humano contiene un 70 por ciento de agua, y esa agua es filtrada por los riñones, y luego expulsada con otras materias más o menos fecales o fatales, sales, minerales, vitaminas no asimiladas y restos de los carnavales, pudiera ser la solución. Ya debe haber un cerebrito sacando cuentas de cuántas veces al día hace pipi el cubano, lo que científicamente se llama “cambiar el agua a los pececitos”, y establecerán un plan.
Los policías llevarán grandes recipientes en las patrullas, para llenarlos de orine en sus largas horas de vigilancia. Los CDR organizarán la recogida en cada cuadra, y el estado proveerá a cada ciudadano de un tibor o, en su defecto, un envase para recoger su pis. Y los fines de semana se movilizará a la ciudadanía para ir a miccionar a los campos que lo necesiten y se establecerá un sistema de estímulos para ver quién ha meado más caballerías. Algo así como “el meón del mes”.
La única preocupación es que el cubano de a pie, sin comer ni beber lo que necesita, con la falta de agua en las viviendas, después de esquilmarle el salario, la sangre y el sueño, tenga algo líquido por dentro para que el suelo patrio florezca pronto y sea de nuevo productivo.
Como antes, vaya, como hace 63 años y medio. Y rezar para que la isla no se inunde de ese líquido asqueroso.
Ilustración de portada: Armando Tejuca/ ADN Cuba