Los antídotos del antifascismo y el coronavirus en Cuba

Ya no hay poetas como esos que ayudaban a Fidel Castro a embelesar al pueblo con su oratoria. Los que hay ahora confirman el desgate del discurso y la utopía, ante una realidad pesada que no admite engaños
Fidel Castro mantuvo embelesado por muchos años al pueblo cubano con su oratoria
 

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En Cuba hay antifascismo y coronavirus. Y por haber, hay también espíritus críticos, razón científica revolucionaria y poetas. Por lo menos en el periódico Granma, órgano del Partido Comunista de Cuba, que tantos poetas ha enmudecido, y en el mismísimo Comité Central, hay poetas. Poetas que, en lugar de emocionar el corazón humano con metáforas simples, buscan no comunicar nada, y confundir a quienes reciben su mensaje.

Fidel Castro, que odiaba profundamente a los poetas, como todo militarote vulgar e improvisado, tenía su poeta de guardia para que le escribiera aquellas frases vibrantes que sacudían a su pueblo, y lo mejor de todo, que el pueblo achacaba a su cerebro mágico, y entraban con el comandante en la eternidad. No fue Fidel sino su poeta cuartelero quien escribió, por ejemplo, aquello de que: “Cuando un pueblo enérgico y viril llora, la injusticia tiembla”.

Pero parece ahora que han cambiado de poeta, o hay quizá otro poeta de guardia, alguien más atormentado, a quien las metáforas se le oscurecen incluso antes de salir al aire puro, como si ya estuvieran enrarecidas en su interior por tanta mala propaganda, por publicitar tanto una felicidad que sabe amarga y falsa.

Por eso ese poeta (que tal vez sea también un funcionario, o un poeta que no funciona) es capaz de escribir -y lo que es peor, de publicar, como decía Nicanor Parra- cosas como estas: "el antídoto es la razón científica revolucionaria con espíritu crítico en guerra contra el dogmatismo, el supremacismo, el triunfalismo, el mercantilismo, el individualismo y la brutalidad del nazifascismo". Sólo falta cerrar con un amén ese atropello de ismos que no van a parte alguna.

Es horrible cuando al poder se le despiertan las metáforas que, al final, son una manera de disfrazar u ocultar la verdad. Y claro, dentro del poder y a su servicio hay poetas menos intrincados, más prístinos, más directos y coloquiales, capaces de hacer frases como esta: "Si estamos enfrentando con éxito la COVID-19 es por la obra de la Revolución". Que uno se queda más tranquilo después de eso. Tan tranquilo como cualquier edificio de Centro Habana, frágil por culpa del enemigo.
 

 

Los poetas del partido (PP) son muy unidos, tan unidos que parecen ser uno solo, cosa que le conviene mucho al pensamiento único de un partido único, que responde a agresiones externas e internas como un solo hombre, con la suavidad de un tropo aunque parezca de trapo. Con la sonoridad de un verso cantarino, de una frase que se pegue en la sensibilidad del pueblo combatiente. Un pueblo que lleva combatiendo tantos años, que esos poetas de la prensa y del DOR, tienen que recordarle, con lemas y consignas, contra qué se combate, y, sobre todo, para qué.

Porque tras tantas ráfagas poéticas que cantan al heroísmo de un pueblo que al llegar a su casa comprueba que no tiene nada, o que le falta todo, o en ocasiones que no tiene casa a donde llegar porque se vino abajo la muy floja, hay peligro de que ese pueblo, en medio de cualquier combate, a cualquier hora del día, de la noche, del mes, del año, del quinquenio, se pregunte para qué carajo lo han embarcado en esto y quiénes son los responsables. Y entonces lo primero que saldrá de su cerebro será el último verso que esos poetas hayan lanzado al pozo ciego de la historia.

Algo tan encantador como “somos un hueso duro de roer”, “si se tiran, quedan”, o aquel sonado y conguero verso que rezaba, entre tumbadoras, cencerros y gozadera: «Somos socialistas pa´lante y pa´lante, y al que no le gusta, que tome purgante».

Esos poetas ya no endulzan nada, porque ya no sueñan. Dejaron de soñar hace mucho tiempo y no tienen ni un mal verso donde caerse muertos.

Perdieron la inspiración, pero antes los abandonó la vergüenza. Por eso nadie los entiende, ya no alzan vuelo sus cantos. No tienen ya la inspiración luciferina con la que uno de ellos constriñó la historia de la isla a 100 años de lucha donde Fidel era hijo de Martí y había nacido en la manigua, por supuesto redentora. Una historia que, de tan apretada a la fuerza, para que pareciera esa continuidad contagiosa y falaz, se resume en 10 páginas de una separata aburrida que parece haber sido escrita por alguien que tiene muchísima influencia de Cantinflas.

 

Escrito por Ramón Fernández Larrea

Ramón Fernández-Larrea (Bayamo, Cuba,1958) es guionista de radio y televisión. Ha publicado, entre otros, los poemarios: El pasado del cielo, Poemas para ponerse en la cabeza, Manual de pasión, El libro de las instrucciones, El libro de los salmos feroces, Terneros que nunca mueran de rodillas, Cantar del tigre ciego, Yo no bailo con Juana y Todos los cielos del cielo, con el que obtuvo en 2014 el premio internacional Gastón Baquero. Ha sido guionista de los programas de televisión Seguro Que Yes y Esta Noche Tu Night, conducidos por Alexis Valdés en la televisión hispana de Miami.

 

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