Los veteranos de guerra que pelearon en Angola son de los más desatendidos por el régimen cubano. Luego de varios años sus voces se hacen escuchar y evidencian que pelear por el castrismo fue pelear en vano.
Eliodoro Garcés Garcés partió hacia ese país con tan solo 18 años; de las siete medallas que le otorgaron por su participación en ese conflicto bélico no atesora ninguna. “Todas las boté, no me sirven para nada” dijo a ADN Cuba.
En Cuba recibió preparación militar de estadistas vietnamitas y de la extinta Unión Soviética, antes de marchar a Angola.
Residente en La Salada de Baire en la provincia de Santiago de Cuba, este ex soldado cuenta cómo vivió la guerra durante 28 largos meses donde vio morir a 21 compañeros de lucha en una maniobra.
A su regreso a Cuba no obtuvo nada, ni una pensión, ni ayuda. Le engañaron prometiendo dinero a su regreso, pero el gobierno nunca cumplió.
Cuenta como actualmente muchos combatientes están desamparados, especialmente uno conocido al que la casa se le ha caído dos veces y nunca el gobierno ha ayudado a levantarla o mejorar su situación de vida.
Angola: donde murieron los sueños de los cubanos
Varios veteranos de Angola han sido entrevistados por ADN Cuba. El régimen cubano envió entre 1975 y 1991 a miles de jóvenes de 18 años a combatir en Angola. Quienes lograron regresar vivos a Cuba cargaron desde entonces con las secuelas de una guerra que no les pertenecía y han vivido la indiferencia del castrismo.
Uno de ellos, el veterano cubano, Enrique Mayé Fuentes, residente en Santiago de Cuba, estuvo dos años en la Operación Carlota de Angola en 1987, y hasta la actualidad no se siente compensado por tanto sacrificio.
Con solo 17 años, acudió al Llamado Especial para estudiantes cubanos que fueron enviados a ese país africano.
Comenta que una motivación fue poder adquirir una grabadora, y que no se sentía en opción de negarse a la misión por miedo a las represalias.
"Nosotros fuimos a morirnos por los angolanos y esta es la fecha que no me han dado ni un medio", lamenta Mayé Fuentes.
Allí durante 23 meses ocupó el cargo de Sargento de segunda. Recuerda que la vida era muy difícil en la guerra: escaseaba la cuota de cigarro, ron y comida.
Incluso el jefe de retaguardia los llevaba a cazar animales para así embolsillarse el dinero que le daban para comprar carne a los militares.
Una de las experiencias más traumáticas para él fue un combate donde murieron cuatro cubanos, y los militares discutían sobre si tomar el combustible de reserva para trasladar los heridos al aeropuerto o ser trasladados al hospital.
Al regresar a Cuba se encontraba enfermo de los nervios por el trauma de esta experiencia. Estuvo tiempo vistiéndose de verde olivo.
También considera injusto que no paguen una pensión a los combatientes y que no reciban ninguna otra ayuda.
Por su parte, Édgar Menas Cardoza partió del país tras solo diez días de ser reclutado. En tan poco tiempo tuvo que aprender, en Morón en la provincia de Ciego de Ávila, las nociones básicas sobre armamento y técnicas de supervivencia.
Hoy asegura que no iría a una misión como aquella. Las medallas y reconocimientos de ser combatiente internacionalista no han servido de mucho en la Cuba actual.
Natural de Baracoa en Guantánamo, Menas Cardoza obtuvo a su regreso una medalla de Primer Grado por participar en varias acciones combativas; también lo condecoraron con el Servicio Distinguido por el 40 aniversario de la sangrienta “Operación Carlota”.
Pero al aterrizar en Cuba solo lo esperaba su familia, que hacía seis meses no tenía noticias de él, ningún dato sobre su paradero o si permanecía vivo. La “Revolución” que lo envío a luchar ya comenzaba a olvidarse de uno de sus tantos veteranos.
Menas Cardoza, fue parte de los 337 mil 033 militares y unos cincuenta mil colaboradores civiles cubanos que fueron a Angola en 16 años.