Strippers en La Habana, un negocio clandestino y sensual

Cobran 50 CUC por baile y algunos son muy profesionales: giros, movimiento de caderas, ropas que caen al suelo de a poco, revelando cuerpos torneados por el ejercicio...
Stripper
 

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Poco a poco Cuba se abre al mundo, aunque parezca que desde afuera un país cerrado por la ambición de control de sus gobernantes. Aunque a veces, los vientos de fuera entran por las rendijas más inesperadas.

Resulta que ahora los habaneros pueden disfrutar los servicios de los strippers, esos famosos bailarines y bailarinas que provocan sensación en los bares de medio mundo y a los que usted, si lo desea, puede contratar por teléfono en cualquier país.

Este negocio era mal visto por las autoridades cubanas que lo tildaban de ser “otra degeneración más de la sociedad burguesa”. Pero los cubanos ya no creen en esos lemas. Randy y Patricia, dos jóvenes entrevistados por la revista Alma Mater, contaron que se dedican a este negocio “por la izquierda”.

Randy cobra 50 CUC por baile, comenta a la revista Alma Mater. “Ese es el precio más o menos establecido. Yo cobro igual, mis amigas también. Ahora, no es por darme propaganda pero yo soy profesional. No es solo saber bailar, aunque eso es importante. Hay quienes van en calzoncillos, hacen un meneo y quieren cobrar.


“Yo busco vestuario apropiado, me lo voy quitando poco a poco, hago chistes y juegos porque, aunque pueda parecer lo contrario, la mayoría de los clientes prefieren tener más diversión que otra cosa”, explicó.

Lo cierto es que el espectáculo divierte a todos y en sentido general es inofensivo. Un poco de diversión para amenizar despedidas de solteros, fiestas de amigos; acaso un toque leve del cuerpo del bailarín o la bailarina, pero nada de sexo.

“En mi caso, no me desnudo completamente. Tampoco dejo que toquen mis partes íntimas. Yo bailo, pero hasta ahí. Uno debe poner sus reglas, aunque desde mi experiencia muchas veces las mujeres se ponen muy nerviosas y no hacen nada. Los hombres, en cambio, son un público más invasivo”, confesó Patricia.

Randy encontró en este modo de vida una forma estable de ganar dinero. “Hay una diferencia entre lo que hacemos aquí y lo que venden las películas. Nosotros no nos desnudamos, bailamos apretados, cargamos a alguna que otra muchacha, nos quedamos en calzoncillos y dejamos que toquen nuestro cuerpo. Pero es una animación, un baile sensual, para nada irrespetuoso”.

Por su parte, Patricia baila con una compañía de muchachos que también se dedican a lo mismo, obviamente por detrás del telón. En una ocasión les pidieron una chica para un “baile privado” — que es como le llaman — ; se lo propusieron y ella aceptó.

“Hasta ahora nunca he tenido problemas. Bailo para seis, ocho, diez hombres… nunca ninguno se ha sobrepasado conmigo. Es un trabajo como otro cualquiera”.

Al parecer, el negocio seguirá creciendo, y más cubanos podrán disfrutar de esta “degeneración capitalista”. 

 

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