La cubana Yenifer León, quien murió en Rusia por una supuesta enfermedad respiratoria, pasó sus últimos días en una habitación húmedas y con las ventanas rotas, relataron personas cercanas a la joven.
Esa habitación estaba en el hospital A. E. Rabujin, de Moscú, un centro especializado para el tratamiento de la tuberculosis al que remiten a personas sin techo, extranjeros e indocumentados.
Su estancia allí solo duró cinco días, la muerte le llegó demasiado rápido porque tenía dos tercios de sus pulmones dañados, contó en su edición digital El País, quien mantuvo comunicación con la joven de 33 años. La dirección del hospital se negó a contestar las preguntas de la prensa, alegando el secreto médico.
Negra, transexual y con VIH, Yenifer llegó a Rusia por segunda vez como mula. Al igual que muchos otros cubanos su objetivo era importar a la isla diferentes mercancías que pudiera revender en el mercado informal, pero la crisis del nuevo coronavirus y el cierre de fronteras le impidieron regresar a tiempo a su país.
Sus retrovirales se agotaron, la embajada de Cuba nunca le dio respuestas, su salud se deterioró e ingresó en el hospital de infecciones número 2 de Moscú por sospechas de COVID-19, y solo recibió el apoyo de Anna Voronkova, una voluntaria que colabora de manera independiente para ayudar a la comunidad cubana en Rusia.
“Su caso ejemplifica que, si no sabes el idioma o las reglas, si no sabes navegar por la burocracia de papeles es como si no tuvieras derechos. Y más si eres una mujer trans en un país como Rusia”, afirmó.
Lo mismo considera Anton Eremin, especialista médico en enfermedades infecciosas del Centro Regional de SIDA de Moscú, que ayudó a Yenifer a conseguir los retrovirales que necesitaba con urgencia.
“La estigmatización de las personas trans también obstaculiza la atención de calidad. Así, sin una protección legal o atención médica adecuada, estas personas son hospitalizadas en una etapa posterior, cuando el tratamiento es más complejo y menos efectivo”, añadió el especialista.
Aunque han pasado varios días del trágico incidente, su familia, en Jovellanos, sigue sin recibir respuestas del cónsul cubano en Moscú, señaló El País.
“Estamos destrozados, nadie nos dice nada”, dice su madre, quien está interesada en repatriar el cuero y sus pertenencias, pero desconoce el procedimiento.