El municipio de Ciénaga de Zapata organizó una cena de Navidad para celebrar la que ocurrió hace 60 años con la presencia de Fidel Castro, “la estrella de la celebración”, como lo catalogaron los concurrentes. Los organizadores, dirigentes del Partido y el gobierno en la localidad, impusieron la presencia de Nemesia, “flor carbonera”, la niña que sirvió de inspiración al poema de Jesús Orta Elegía de los zapaticos blancos.
Ahajada por los años, sin huella de su niñez a no ser el rostro de campesina triste como el carbón y los bohíos mugrientos de la ciénaga en la que nació, Nemesia apareció en la fiesta como el objeto que es, de esos que se ponen y se quitan al capricho del dueño. La recordamos porque apareció silenciosa en congresos del Partido y otras asambleas, y porque se iba luego en silencio, luego de que sus amos se hubieran servido de su sonrisa para cubrir con una pátina de sensibilidad kitsch aquellos acontecimientos.
Ahora regresa a un evento del mismo tipo. Cuenta sobre la cena el periódico Granma:
“Haydeé García Montano tenía nueve años cuando el Comandante, junto a Celia y otros revolucionarios, decidieron pasar la Nochebuena con los pobres de Soplillar, entre quienes estaban sus padres Rogelio y Pilar. En la evocación de esta mujer revolucionaria está el sentir de muchos cenagueros. ‘Recuerdo cuando el Comandante llegó y le preguntó a mi papá si tenía lechón para la cena. Él le dijo que sí y lo llevó hasta donde lo estaba asando. Fidel le pidió permiso para arrancarle la colita al cerdo, algo que le gusta a todo el mundo como ustedes saben”.
“Yo llevaba puesta una bata de color rosadito pálido, la única que tenía para ocasiones así. Estaba sentada en una mesa cerca de donde se encontraba Fidel, y como muchacho al fin, sentí curiosidad por tocarle la barba. Pero no lo intenté, por respeto y por temor a que fueran a regañarme. Nunca pude cumplir ese deseo”, agregó Haydeé.
“Por suerte otra vez lo volví a ver desde bien cerquita, cuando Kcho (Alexis Leiva Machado) nos invitó a mi prima Nemesia y a mí a una exposición suya en La Habana, a la que asistió Fidel. No pude hablar con él y mucho menos tocarle la barba, pero bueno, me queda el regalo inesperado que nos dio aquella Nochebuena hace 60 años. Creo que por eso nunca me he ido de Soplillar, ni pienso hacerlo”.
Cuenta Granma que en la cena hubo puro sabor cubano: lechón asado, arroz congrí, yuca con mojo y ensalada de vegetales frescos. De seguro algún conjunto local tocó un son, la Guantanamera y la canción de Carlos Puebla dedicada al Che. ADN Cuba no pudo saber si izaron la bandera y se dieron vivas a la Revolución. Imaginamos que muchos fueron vestidos de guayabera. No falto el ron y la cerveza.
Eso sí, más de un comensal, sin escuchar los discursos ni importarle las barbas de Fidel, dio buena cuenta de aquel banquete, porque banquete debió saber para pueblo cenaguero tan pobre hoy como lo encontró el Comandante hace 60 años.