Si la humanidad hubiera sido la carrera de un artista, ella sería la obra maestra. Kathy González, llamémosla así, es la mujer más hermosa que hay en La Habana. Su perfil no dice mucho y la foto es demasiado buena -rayando la perfección- para ser real pero así y todo le mandé solicitud de amistad.
Dos días después chateamos y resultó igual que su foto; una mezcla en bruto de belleza picante e ingenuidad intelectual que se delataba en su mala ortografía. Lo dejé ahí porque no teníamos mucho en común y la verdad es que no lograba sacar nada de ella. Meses después volví a encontrarla en otro perfil. Mismo nombre, fotos distintas y la misma falta de información aunque esta vez, al menos, había varios post en su muro. Uno, en particular, ofrecía desnudos a cambio de recargas.
En Facebook abundan mujeres, generalmente asiáticas o latinoamericanas, pidiendo dinero u ofreciéndose a hacer cualquier cosa. Incluso, alguna eventual norteamericana buscando un esposo (que le pague el pasaje y otros arreglos). La ampliación del internet en Cuba, un país con una gran cultura de la prostitución, abre nuevas posibilidades.
Kathy no está urgida económicamente, las fotos lo prueban, pero para ella tener su teléfono recargado es importante: “Aber (sic) papi, yo por 5 cuc te escribo un libro pero no veo que entre ninguna recarga y estás haciendo muchas preguntas”. Y, tras una simple transacción comercial, me muestra un selfie creíble; algo que pudiera tropezarme en la calle. No hay una historia de pobreza y, ni siquiera, de malos padres aunque se puede intuir por las respuestas que le prestaron más atención a mantenerla cómoda que a formarla como persona.
Todo se resume en mantenerse a la altura de los estándares de consumo del momento: “Tengo un cuerpo y una cara y tengo que aprovecharlos. No me puedo quedar atrás. La vida es corta, bb”. Y a la pregunta de qué hará una vez pase su mejor momento, responde: “Lo mismo que todas”. O sea, casarse y tener hijos. Kathy, después de todo, no es un monstruo.
Además de las mujeres ofreciéndose a cambio de “ayuda”, está el tema del sexting -envío de contenido erótico vía teléfonos móviles- que lleva en el ojo público década y media. Lo problemático de la práctica son sus posibles consecuencias como el daño a la imagen pública o el ciberacoso que ya ha afectado a varias celebridades.
En Cuba, debido a la limitación en el acceso a los medios, la situación pasa por la difusión de fotografías o videos que, muchas veces, son sustraídos a aquellos que fueron protagonistas llegando a formar parte del imaginario sexual incluyendo, como en otros países, a celebridades locales.
La pregunta que surge, tras mi chat con Kathy, es cómo la sociedad cubana ha podido generar desde si misma -a pesar de su relativo aislamiento y particularidades sociopolíticas- los problemas que se dan en el llamado mundo capitalista. ¿Es que no somos tan diferentes? Le formulo la pregunta a Kathy en términos que ella pueda entender. Su respuesta es la típica onomatopeya de carcajada.