Nadie sobrepasa el ingenio del cubano. Un acercamiento a jóvenes inventores de la isla

La escasez en Cuba hace que una parte del cerebro de muchos isleños se desarrolle y busque soluciones capaces de satisfacer la falta de artículos, productos, etc. El presente artículo ofrece un acercamiento a jóvenes inventores que aprovechan muy bien su ingenio
El carro-submarino, creado para escapar de Cuba, maravilla a todo aquel que lo ve
 

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Conozco a Ariel desde hace muchos años. Es de esas personas que se pasan el día inventando miles de alternativas para alargar la vida de un equipo eléctrico porque cree que, si no sirve para lo que fue creado, puede utilizarse para algo más.

En su lista de inventos cuenta con una olla arrocera que, tras el término de su vida útil, funciona como freidora, y con una cafetera eléctrica que originalmente era de las que se usan en fogones de gas o luz brillante.

Pero este artículo no es exactamente de Ariel, sino de su inventiva. Él no me permitiría que le mencionara en nada, aún cuando solo tiene 25 años:

“Yo creo que todo sirve para algo y lo feo se puede convertir en bonito o viceversa. Lo único que quiero y me gusta es saber que, aunque la vida útil de un equipo acabó, se le puede dar otra vida”.

“Por ejemplo, yo ahora mismo acabo de terminar un nuevo invento. A mi tía se le rompió su olla arrocera y ya no servía para lo que fue creada, que fue para cocinar arroz. Pues yo le di vueltas al asunto y la convertí en una olla fritera. Ahí puedes freír lo que sea, cualquier vianda”.

 

Según Ariel, lo único que utilizó para esa adaptación fue una resistencia de hornilla eléctrica, unos tornillos, cable y un pedazo de malla para crear el soporte donde se fríen los alimentos.

Para la cafetera eléctrica, explica que lo único que hizo fue empatar una base de una cafetera eléctrica a la que se le había roto el vaso de arriba, con una cafetera de las normales, de las que utilizamos en los fogones.

“Claro, es un trabajo difícil porque necesitas de mucha inteligencia, ingenio, concentración y, sobre todo, paciencia. Es un trabajo muy meticuloso porque si no lo haces bien, puedes conseguir que tu invento se joda o lo que es peor, que te coja la corriente”, cuenta entre risas.

Ariel no es el único joven cubano inventor o con un ingenio destacable. El 24 de diciembre conocí en las Parrandas de Remedios, en medio de una lluvia de fuegos artificiales, a Daniel León. Él es cuentapropista y trabaja de fiesta en fiesta, en esas que se hacen en los municipios para festejar lo que sea.

Daniel inventó una máquina de rositas (palomitas) de maíz. A simple vista parece un invento chapucero, pero lo cierto es que al menos de eso vive y tiene mucha clientela, debido a la rapidez con la que trabaja.

“A la gente le gusta comprarme rositas de maíz porque aquí el servicio es rápido. Mi invento es una nave espacial”, dice esbozando una sonrisa y dejando entrever su orgullo por lo creado.

“No fue fácil porque muchas de las piezas que utilicé son muy difíciles de conseguir ya en Cuba, como por ejemplo la resistencia de hornilla eléctrica, esas que vendieron cuando la Revolución energética”.

“Te juro que no tiene nada del otro mundo, lo que la gente lo ve extraño porque están adaptados a ver freír rositas de maíz en un caldero con un fogón o en una máquina eléctrica original”.

“Lo peculiar de mi invención es que se compone de un caldero de olla de presión marca Inpud. Lo piqué a la mitad para que fuera más fácil su manipulación y en el fondo de ese caldero va la resistencia de hornilla, a la que arriba le tuve que soldar otro fondo, que es donde echo el maíz de rocitas, y listo”.

“Ya lo demás es quizás un poco de estética. Necesité cristales para cubrir la máquina, pintura y cables para hacer la conexión eléctrica”, agrega.

 

Como Ariel y Daniel demuestran, al cubano no hay quien le gane en cuestiones de ingenio e inventos. Pero todo en esta vida tiene un trasfondo, algo que te hace sacar ese inventor que todos llevamos dentro. En estos casos, es la necesidad.

Quizás la escasez en Cuba hace que una parte del cerebro de muchos isleños se desarrolle y busque soluciones capaces de satisfacer la falta de artículos, productos, etc.

En Cuba se han visto casos de personas que han usado su ingenio para construir cosas que dejarían a cualquiera con la boca abierta. Un ejemplo es el de un cubano radicado en la Sierra Maestra, en un pueblito que no contaba con electricidad. Por esa carencia, el inventor rural se las agenció para crear una planta eléctrica que generara electricidad a varias casas.

Para eso sólo se valió de madera, cables y de la corriente constante de un pequeño arroyo que pasaba por detrás de su casa. Es válido aclarar que este hombre no contaba con estudios en ingeniería ni carreras afines.

Además de él, también está caso de los cubanos que crearon, a partir de un carro, una especie de barco-submarino que les permitió escapar del régimen de los Castro hacia los Estados Unidos. Toda una obra de la ingeniería popular, digna de admirar.

Más allá de todos estos casos puntuales, lo cierto es que el cubano de a pie puede crear mucho con muy poco. Por ello, y sin pecar en exceso de chovinistas, es que podemos decir que muchos cubanos quizás están entre los pocos humanos que cuentan con más de cinco sentidos, e incluso de seis.

 

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