Fue el 1 de abril de 1980 el día que le cambió su vida. El suboficial Pedro Ortiz Cabrera, que custodiaba la embajada peruana, falleció cuando trataba de detener a un grupo de cubanos que habían estrellado un autobús contra la verja. Seis audaces cubanos habían entrado violentamente en la embajada y habían pedido asilo diplomático; no tenían la cabrona idea de lo que provocarían con esa acción individual, “cosas hermosas de la historia”. El gobierno del Perú accedió a la petición. En represalia, las autoridades cubanas retiraron la custodia de esa misión diplomática.
-Ese día yo estaba trabajando en el taller, y por la radio que teníamos puesta en el trabajo escucho la noticia de que hay unos cubanos que se metieron en la embajada del Perú. Rápidamente cogí la guagua y me lancé para la casa, Mercedes estaba cocinando y lavando la ropa de los muchachos. Llegué y le dije: “dale dale dale, coge las cosas de los muchachos y vamos, dale”.
Mercedes, sin titubear, hizo lo que le dijo su marido Rogelio Cabezas (1955, La Habana), el primer cubano que llegó a Toronto, el más viejo de toda la comunidad de cubanos en esa megalópolis, El Cacique. Ellos cuatro, Rogelio, Mercedes y los dos niños pequeños, entraron a la embajada ese primer día, el 1 de abril.
Por estos días, “Sueños al pairo” (documental, 32 minutos, 2020, Dir: Fernando Fraguela y José Luis Aparicio) tiene las redes sociales en caliente. Se ha desatado una ola de atención mediática y repercusiones sobre dicho documental. El material utiliza imágenes de archivo sobre la Epopeya del Éxodo del Mariel, en torno a la figura del músico Mike Porcel. El ICAIC ha censurado esta pieza alegando que se ha utilizado el montaje como elemento subversivo. Cientos de cubanos, intelectuales y artistas, dentro y fuera de Cuba, se han sumado a esta nueva campaña de opiniones y tomas de partido.
Pero, esto me hace recordar al primer cubano llegado a Toronto, Canadá, Rogelio y familia. Rogelio es el cubano más viejo que se conoce andando por las calles de esta hermosa ciudad. El año pasado estuvimos conversando durante la fiesta de cumpleaños de Billisander, actividad repleta de cubanos.
-Entonces nos metimos en la embajada, Mercedes, los dos muchachos y yo. Poco a poco la embajada del Perú comenzó a llenarse de gente, y más gente y más. Estábamos apelotonados, éramos miles. En un cachito de espacio. Sin bañarnos, apenas cabíamos, te tirabas un peo y todo el mundo lo sentía. Fueron unos días tensos –cuenta Rogelio, entre cervezas y cantos.
En la ciudad de Toronto la comunidad cubana es pequeña comparada con la de otros países. Hay cubanos reunidos en torno a la ONG “Juan Gualberto Gómez, Cubanos en Toronto”. Esta institución tiene apegos políticos y relaciones con el Gobierno de Cuba y la representación de la cancillería en el país norteño. Es un grupo de cubanos que intentan vivir en paz y utilizar esta relación para continuar viajando a Cuba, trayendo familiares a Canadá y enviar remesas. No sé cuánto de sus ideas políticas estén a favor o en contra del Gobierno de la Isla, pero lo que sí sé es que abogan por una existencia pacífica, mande quien mande en Cuba.
Hay cubanos que prefieren no involucrarse con cubanos, no les gusta recordar a Cuba de esa manera, quieren estar apartados. Pero luego, están otros que les gusta sólo relacionarse entre cubanos. En este último grupo se conocen dos casas de familia, la de Amarilis, y la de Sofía. El invierno en Canadá es largo, las neviscas son intensas, y quedarse encerrado en casa solo, es cuestión de mucha fuerza y entereza mental, que muchos no tienen, aunque sean muy fuertes físicamente. Así que, estas familias de cubanos en Toronto se montaron tiros de cerveza y comida en sus casas, y los fines de semana organizan fiestas, bebidas, Karaokes y comelatas.
Les gusta hablar sobre Cuba y hacer chistes cubanos sexuales, y comer comida cubana, tamales, arroz con frijoles, carne de puerco, chatinos, arroz imperial, y fumar cigarros cubanos. Sí, cuando algún cubano de estos visita Cuba, o algún familiar de Cuba viene, siempre traen ruedas de cigarros H Upman y Hollywood, y entre todos ellos se comparten los exquisitos cigarros cubanos.
Rogelio y Mercedes son muy solicitados en ambas casas de fiesta. Aunque tienen ya cierta edad, se conservan jaraneros, les gusta reír, cantar y bailar. Rogelio siempre anda de traje negro y zapatos de salir, y Mercedes siempre porta jean apretado y tacones, exhibiendo sus aún firmes nalgas.
La nueva especie llegada a Toronto, ese cineasta simpático que también toca guitarra, y juega ajedrez y lo mismo coge un pico que una pala, que sabe cocinar, le agrada a Rogelio, y éste le sigue contando su historia:
-Por las noches, mientras dormíamos, la gente de afuera de la embajada, el pueblo, nos lanzaban piedras. Éramos tantos adentro, estábamos tan apretados, que las piedras siempre golpeaban a alguien, y siempre partían la cabeza a alguien.
Rolando se para y se pone a cantar en el karaoke, cada vez que algún sometido se pone a chillar malamente una canción, luego Amarilis llama a su refuerzo y le dice dale Rogelio.
Se dice que en cuatro días casi 11 mil personas entraron a la embajada, permaneciendo en las instalaciones y los jardines durante varios días, en espera de salvoconductos para salir del país.
-Fueron días insoportables y agobiantes allá dentro de la embajada, apestosos, sin bañarnos, casi sin comer. Entonces a los 10 días más o menos, nos dijeron que nos fuéramos para la casa que nos iban a dar el pasaporte, el salvoconducto y nos fuimos. En el barrio rápido se enteraron, y empezaron a decirnos cosas, lo que a nosotros no nos hicieron nada, porque mucha gente de la cuadra nos apreciaba. Entonces el día de la salida, en el aeropuerto, a los que nos íbamos, nos hicieron pasar por una fila de lado a lado, y nos iban dando golpes y papazos. Y ya adentro del aeropuerto, esperando el vuelo, por ejemplo, cuando una mujer iba al baño a orinar, allí, las que trabajaban en el aeropuerto, le daban golpes, las arañaban y les decían “malas madres, mira lo que le van a hacer a sus hijos, allá se van a joder, se van a morir de hambre y sin atención médica”.
Fue triste vivir eso. De ahí nos fuimos al Perú, y de ahí Canadá nos acogió –cuenta Rogelio.
Esos fueron los de la embajada del Perú, así empezó lo del Éxodo del Mariel.
Fidel Castro se encolerizó, típico en él, y anunció la apertura del puerto de Mariel, para quien quisiera irse, él no tenía idea que casi 125 mil cubanos saldrían del país en dirección a Florida.
Me recuerda el libro sobre la Independencia de La India “Esta noche la libertad”. Cuando La India se liberó del Reino Unido, debido a los constantes actos y marchas pacíficas de Ghandi y su pueblo, ocurrió un Éxodo Masivo, el mayor de la historia, por supuesto, más grande que el de Moisés y su gente, alrededor de 100 millones de musulmanes e indios. El país, la India, fue fracturado en dos y se convirtió en Pakistán e India, el primero para los musulmanes, el segundo para los hindúes. Los amigos y vecinos se dividieron, durante el trayecto hubo miles de violaciones, asesinatos, saqueos. Vapu, como lo llamaban sus dos sobrinas, sus muletas según él, comenzó una Huelga de Hambre para evitar más derramamiento de sangre entre esa, su gran nación. Cuando el Mariel, no tuvimos un líder que alentara a la paz, que llamara al orden, ¡NO! Hubo un llamado a actos de repudio, un llamado feo y grotesco.
-Rogelio, ¿y luego invitaste a tu familia de Cuba? ¿Cuándo regresaste a Cuba? –le pregunto, pensando en mí.
-No papa no, yo no pude invitar a nadie, mi mamá murió hace muchos años. Nosotros vinimos con los dos niños chiquitos. Fue difícil al principio… A Cuba regresé hace sólo cuatro años atrás. Le he dado cinco dólares a algunos vecinos míos que me miraban con mala cara. Algunos muchachos de la edad de mis hijos andan alcoholizados, feos, degradados, la piel marchita, arrastrando chancletas… Oye, ven acá, ¿es verdad que están dando jutías y avestruz por pollo y pescado en las carnicerías? –me pregunta Rogelio, medio en broma.
El año pasado, se regó por las redes sociales una broma de mal gusto: Que a los cubanos les darían en las carnicerías avestruz y jutía, por la crisis que enfrentaba el país. Fue un malentendido, fue una frase sin contexto que soltó el comandante de la Revolución Guillermo García Frías.
Pensando ahora, me viene una idea rara a la cabeza: posiblemente, gracias al entonces guajiro (Guillermo García) Fidel Castro Ruz sobrevivió a los primeros días del Desembarco del Granma. Cuando todo parecía hundirse ante el combate de Alegría de Pío y los sobrevivientes de la Expedición del Granma andaban desperdigados, frustrados y casi vencidos, Guillermo los acogió, los reunió, mantuvo en sumo secreto la existencia de ellos en la Sierra Maestra, les dio de comer y cobija. Sí, las grandes coincidencias de la historia, posiblemente sin la acción de este humilde servidor, Fidel hubiera muerto en la Sierra, por lo que, no hubiera habido Marielitos, ni yo estaría escribiendo esta historia.