Indignación, rabia, decepción han sido algunas de las reacciones generadas entre la comunidad protectora de animales por la sección El Tema de la revista Buenas Días, trasmitida este 13 de enero.
El segmento conducido por el periodista Lázaro Manuel Alonso estuvo cargado de errores conceptuales, omisiones y falsas afirmaciones sobre el estado de la protección a los animales en Cuba. Más allá de la falta de rigor periodístico, lo visto en la mañana de este lunes es una muestra de la política de salvar responsabilidades por parte del gobierno cubano y desconocer la lucha que durante años han protagonizado de manera independiente los protectores del país.
El periodista hizo un grupo de afirmaciones que no son ciertas. Por ejemplo, en varias ocasiones mencionó que las peleas de animales están concebidas como delito en el Código Penal cubano, porque constituyen juegos ilícitos.
El artículo 219.1 cuando habla de juegos prohibidos se refiere a las figuras del “banquero, colector, apuntador o promotor de juegos ilícitos”. Según el jurista Raudiel Peña ello presupone que exista ánimo de lucro, como se recoge en el texto Derecho Penal Parte Especial. El Código no menciona entre los comisores del delito a los jugadores, sino a la estructura que fomenta el juego. Cuando estamos en presencia de peleas de animales que incluyen apuestas, el bien que se protege no es el animal en sí mismo, sino a la sociedad de los trastornos que provocan los juegos prohibidos. Por ello están concebidos dentro de los delitos contra el orden público.
De hecho, la Resolución 255 del 2001 del Ministerio de Agricultura contempla la cría y prueba (peleas sin apuestas) de gallos de lidia, una actividad regentada en el país por la Empresa Nacional para la Protección de la Flora y la Fauna, la cual administra vallas estatales en la mayoría de las provincias y tiene en la finca Alcona, en La Habana, el mayor criadero del país.
Según la revista Excelencias “Allí son cuidados estos animales, preparados y entrenados para topar y una vez listos, se consideran ejemplares aptos para su exportación (…) Esta instalación abre al público todos los días, cuenta con una Valla para que topen los animales y lugares de recreación para el desarrollo de las Ferias del Gallo”.
Entonces ¿son ilícitas las peleas de animales?
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Alonso también refirió que la protección animal está en la Constitución. Esto no solo es falso, sino que demuestra desconocimiento de las diferencias entre los enfoques de protección y de bienestar animal con respecto al principio general de protección del medio ambiente que recoge la carta magna cubana en sus artículos 75 y 90, inciso j de este último. Según Javier Larrea, estudiante de Derecho y activista, no hay en la Constitución ningún principio proteccionista que reconozca derechos a los animales.
Sobre la recogida y sacrificio de animales realizados por Zoonosis, tanto el periodista como su invitado —Yobani Gutiérrez, director de Sanidad Animal del Ministerio de Agricultura— dijeron que es algo que se realiza en el mundo entero. Esta es una afirmación engañosa, pero además, la extensión de una práctica no es sinónimo de legitimidad.
En países como Portugal y algunas localidades de España, por ejemplo, está prohibido sacrificar animales sanos y solo se permite la eutanasia para enfermos. En otros, como Holanda y Alemania, las políticas de protección animal y la esterilización han provocado que estas prácticas disminuyan considerablemente.
Por otra parte, como refirió el invitado, existen normas internacionales que regulan los procedimientos para recoger y sacrificar animales. Solo que no mencionó que en Cuba estas se violan en términos de plazos, manejos y sustancias empleadas, como ha sido reconocido incluso por autoridades del Ministerio de Salud Pública. En Cuba se mata (no se sacrifica) con estricnina, lo cual está prohibido a nivel internacional. A un periodista le hubiera correspondido indagar sobre estos puntos, al igual que cuestionar acerca del cumplimiento de las diversas regulaciones mencionadas por el funcionario que tienen que ver con el cuidado de los animales. Pero eso no ocurrió. Tal vez por ello el invitado expresó, varias veces, sentirse cómodo y complacido.
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En diferentes momentos del programa se habló del control de las enfermedades trasmitidas al hombre por animales, como una justificación para la recogida de perros y gatos que realiza Zoonosis. Para ello utilizaron estadísticas globales de la Organización Mundial de la Salud —no de Cuba— que ilustraban la magnitud del problema. Sin embargo, como señaló a ADN Cuba la doctora y activista Valia Rodríguez, el periodista no mencionó que, dentro de esas enfermedades zoonóticas, los animales vagabundos solo presentan un peligro potencial si estuvieran infestados de rabia. Para el resto de dichas enfermedades, su contribución es poca o nula.
El programa recurrió a prácticas cuestionables para calzar sus tesis. Los tuits leídos fueron cuidadosamente escogidos, obviando la gran cantidad de mensajes que expresaban opiniones críticas hacia la protección animal en el país e incluso, echaron mano a criterios emitidos desde cuentas con fotos falsas y sin identificadores reales.
También intentó presentar los criterios positivos de tres personas sobre la clínica de Carlos III como algo generalizable a todo el país, lo cual tuvo que ser corregido por el propio invitado.
No obstante, a pesar de todo lo antes señalado, los principales problemas de este programa no estuvieron en lo que se dijo, sino en lo que se omitió. Allí estuvo la verdadera intencionalidad.
El periodista no hizo hincapié en las múltiples formas de maltrato animal que existen en Cuba y que no son precisamente las mascotas, como él afirmó, quienes más las sufren. Aunque es cierto que existe mucho de responsabilidad individual en el tema, algo en lo que Alonso enfatizó todo el tiempo, no puede desconocerse el papel del Estado como uno de los principales responsables de las diversas formas de crueldad que viven los animales en Cuba.
No se habló en el programa de los acuarios y zoológicos en pésimas condiciones, de la cría hacinada y los métodos de sacrificio en las granjas estatales, de los animales en circos y laboratorios, de la cría y exportación de especies, de los cotos de caza y demás actividades que no solo son responsabilidad del Estado, sino que son parte de sus negocios. De esto no habló el invitado, funcionario del Ministerio de Agricultura, y tampoco le preguntó el periodista.
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Pero quizá lo más elocuente fue cómo se desconoció olímpicamente el trabajo de los protectores de animales en Cuba. Alonso intentó hacer ver que la elaboración del Decreto-Ley sobre Protección Animal que se presentará en noviembre es resultado de la voluntad estatal, y no de las presiones y esfuerzos de personas que han organizado recogidas de firmas, campañas de adopción, de esterilización, marchas y que incluso, llegaron a plantarse con carteles frente a la sede Zoonosis para detener las recogidas y sacrificios.
Nada de esto lo mencionó Lázaro Manuel. Por el contrario, enfatizó en la virulencia de las redes sociales en el tratamiento de estos temas. Esas mismas redes, que han sido una de las vías de organización, de presión y publicidad utilizadas por los protectores de animales y simpatizantes para promover esta causa. Y para coronar, la guinda del pastel: la referencia a Estados Unidos y a “personas inescrupulosas” que intentan manipular la atención brindada por Cuba a los animales.
Muchos han comentado con indignación que esto no es periodismo. Pero sí lo es. Mal periodismo. Ese que renuncia a su carácter incómodo, cuestionador, a su responsabilidad social y termina por parecerse más a la propaganda o a las relaciones públicas.